“Marian Suárez se incorpora al club de los poetas vivos en el cielo”, dijo el sacerdote José Antonio González Montoto, que presidió ayer el oficio de difuntos de la iglesia de La Magdalena dedicado a la autora de “Escribo los silencios”, fallecida el martes a los 80 años tras una larguísima y penosa enfermedad.

En ese “club” ingresaron antes que ella, lo señaló también Montoto, Ana de Valle (1984) y José Manuel Feito (el año pasado). “Marian vivía para recrear el lenguaje, para hacer hermosa en versos libres la realidad que pasaba por su corazón y su mirada. Para sus amigos, una mujer de hondura y verdad. Para sus hijas, una madre llena de ternura y cercanía; para nuestro Avilés, una cronista de lo que acontece y se vive en la villa y para su grupo poético, una trabajadora incansable en el arte de cincelar la palabra para que exprese toda la riqueza que lleva dentro”, continuó Montoto.

El funeral se llenó (hasta donde lo permiten las restricciones sociales marcadas por el Principado) de versos y emociones que terminaron vertiendo cuando las dos hijas de la escritora (Pino y Olga Mesa) leyeron parte de la obra de la autora de “Fuegos prohibidos”. En aquel templo, Marian Suárez había recibido el bautismo y también se casó.

“Como no tenemos experiencia directa nos cuesta pensar cómo está ahora Marian. Si ella pudiera hablarnos nos diría: ‘Estoy bien. Estad tranquilos. He llegado a la plenitud que ahí abajo es tan difícil conseguir’”. La ceremonia contó también con versos escritos por José Luis García Martín, amigo desde hace más de cuarenta años de Suárez, y también de José Manuel Gómez Feito, sobrino del párroco eterno de Miranda, que falleció en junio pasado. La alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, y muchos de los amigos avilesinos de la escritora –los otros se quedaron al otro lado del perímetro– le dieron el último adiós.