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Con Tomás Badiola, antiguo trabajador de la entidad, y que continúa en el cargo, se llegó a una etapa de cierta calma en la cofradía

Las claves del hundimiento social y económico de la cofradía de pescadores de Avilés, que ha pasado en 18 años de estar en la cresta de la ola pesquera a ser ninguneada

La mudanza, el pasado enero, de la Cofradía “Virgen de las Mareas” de su histórico local en el puerto. | Julián Rus

Paradojas de la historia, es ahora, un siglo después de su fundación, cuando la cofradía de pescadores “Virgen de las Mareas” vuelve a hacer honor a su denominación primigenia: “El Crepúsculo”. Y es que, cuando los pescadores avilesinos eligieron ese nombre pensando en las horas del alba –por ser tanto las que inauguran cada nuevo día como propicias para la pesca de la sardina– quizás no estaban en la cuenta de que también el crepúsculo es la antesala de la oscuridad, el fin metafórico.

Ciertamente, “anochece” para la cofradía de pescadores de Avilés porque en el acontecer de la centenaria institución pesquera hubo etapas de todo signo, pero nunca la crisis fue tan grave como la actual, con implicaciones en todas las esferas: económica, orgánica, institucional, patrimonial, judicial y social. Salta a la vista –valga el símil de las batallas navales– que la entidad está “tocada” después de dos décadas siendo torpedeada; en poco tiempo se sabrá si los daños tienen arreglo o causan el hundimiento irremisible del barco.

Las desdichas de la cofradía de pescadores “Virgen de las Mareas” comienzan, por situar la historia en un punto de inflexión, a la muerte de Clemente Jesús Muñiz Guardado, el patrón mayor bajo cuyo dilatado gobierno (1971-2003) la entidad alcanzó sus momentos de mayor gloria: Avilés ascendió hasta las primeras plazas del ranking pesquero español a la par que Muñiz Guardado ocupaba el influyente cargo de presidente de la Federación Española de Cofradías de Pesca y ejercía de asesor para temas pesqueros del Gobierno español en la Unión Europea.

El principio del fin. Al incombustible patrón mayor que gobernó la cofradía más de tres décadas le relevó su mano derecha, Gregorio López. Los dos mandatos de este armador se caracterizaron por el encarnizado enfrentamiento de la institución con la Autoridad Portuaria de Avilés, cuyo presidente, el socialista Manuel Ponga, impulsó la construcción de la nueva rula avilesina. Lo que debería haber servido como trampolín para la corporación pesquera, extrañamente, acabó siendo su perdición.

Las discrepancias entre ambas instituciones fueron sonadas desde el mismo momento en que se anunció el proyecto de la rula climatizada y alcanzaron su cénit cuando Ponga promovió la formación de una asociación de armadores (Lonja Avilés) con el señuelo de concederle la gestión de la futura rula; indirectamente, el presidente portuario y peso pesado del PSOE avilesino ambicionaba dividir la masa social de la cofradía y precipitar su extinción, objetivo que los socialistas han mantenido desde entonces. Oficialmente, la cofradía es un estorbo a ojos del PSOE porque es una entidad “arcaica y obsoleta”, lo que la incapacitaría para desempeñar eficazmente la gestión de un rula pesquera del siglo XXI. Extraoficialmente, los socialistas jamás han perdonado a la cofradía pesquera la “osadía” de ir por libre, su rebeldía y, más recientemente, la decisión de llevar a los tribunales a trece miembros del consejo portuario por presunta administración irresponsable de la nueva rula con el resultado de haber sido sancionada por Hacienda por ocultación de ventas y fraude fiscal.

Carrusel de patrones. Tras ser reelegido por segunda vez en 2011, la anulación del proceso electoral llevó a Gregorio López a apartarse de la lucha por el poder en la cofradía. Fue relevado por Santiago Folgar, que dimitió a los pocos meses. Seguidamente fue elegido Jesús Galindo, que apenas permaneció nueve meses en el cargo, que pasó a Fidel Álvarez. Con este carrusel de nombramientos y dimisiones se llegó a 2014.

Para entonces, la gestión de la nueva rula, la clave de bóveda del entramado pesquero avilesino pues constituye la fuente de generación de dinero, había sido encomendada por el Puerto a un gestor profesional dependiente de un consejo en el que tienen mayoría la propia entidad portuaria y el Principado. “Virgen de las Mareas” tiene en ese órgano una participación minoritaria del 33%; es decir, manda poco o nada. Lonja Avilés, constituida entre cantos de sirena alusivos a la futura gestión de la rula, se quedó con la miel en los labios. No tuvo el control de la rula, pero precipitó, como había previsto el PSOE, la ruptura interna de la cofradía. Como daño colateral se produjo una fuga de armadores a puertos gallegos, que les recibieron con los brazos abiertos.

Privada de los ingresos de la comercialización de pescado, la cofradía “Virgen de las Mareas” entró en modo supervivencia con un nuevo equipo directivo al frente que lidera desde el segundo plano el armador José Ignacio Pereiras. Él y su socio Gerardo Granda son el común denominador de los sucesivos cabildos formados desde 2011 y caracterizados por la velocidad a la que se fueron “quemando” patrones: solo después de la dimisión de Fidel Álvarez se logró cierta calma con el nombramiento de Tomás Badiola, un antiguo trabajador de la entidad, actualmente en el cargo.

Votaciones en la cofradía. | M. V.

Sucursal inmobiliaria. Con una deuda heredada de casi tres millones y los ingresos en mínimos, la cofradía de pescadores se vio obligada a poner en venta “las joyas de la corona”, que en su caso son las viviendas del poblado del Nodo, 250 inmuebles construidos en la década de los años sesenta como parte de la política social del régimen franquista. Antes de las casas se vendieron edificios públicos, pero todo era poco para llenar el insondable agujero de una deuda jamás explicada con transparencia.

En paralelo a la venta de las viviendas del Nodo –a la cofradía ya le quedan menos de la mitad de las que poseía–, los rectores de la entidad iniciaron un polémico proceso de “actualización” (subida) de rentas en la consideración de que aquellos inmuebles que no pudieran ser vendidos al estar ocupados por colectivos “intocables” (viudas, jubilados de la mar...) debían generar ingresos acordes al siglo XXI. A la cofradía no le tembló el pulso: quienes se resistieran al pago de los nuevos alquileres habrían de enfrentase a la posibilidad de desahucios.

Esta pretensión topó con el rechazo vecinal y con un abogado afín al PSOE, Manuel Barba, que entró en escena para convertir el malestar de los residentes en el Poblado de Pescadores en acciones judiciales. Los tribunales, en una abrumadora mayoría de casos, fallaron a favor de los inquilinos, cerrándosele a “Virgen de las Mareas” las puertas a una financiación vía inmobilaria que si bien no hubiera arreglado el desaguisado económico que la asfixia, al menos lo hubiera aliviado.

El “cerco” portuario. La labor erosiva de la Autoridad Portuaria de Avilés en los cimientos de “Virgen de las Mareas” no ha cesado desde que ambas entidades iniciaron sus hostilidades allá por 2005. Primero el Puerto retiró a la cofradía el control de la rula; o lo que es lo mismo, le privó de su principal fuente de ingresos. Sucesivamente, la entidad pesquera perdió el control de la venta de gasóleo y la concesión de la cafetería de la rula vieja (otras fuentes de ingresos). Y desde el pasado 1 de enero, el cerco de la soga es tan estrecho que la cofradía ha perdido hasta el derecho al uso de la sede que ocupó durante cuatro décadas en el antiguo muelle pesquero, donde hasta 2010 estuvo la rula.

Oficialmente, la causa alegada desde el Puerto para “desahuciar” a la cofradía de sus dominios –el próximo martes debe hacerse efectiva la entrega de llaves de los locales– es que necesita esos espacios para acomodar más dignamente a los destacamentos portuarios de la Policía Nacional y la unidad de Seguridad y Fiscal de la Guardia Civil en el Puerto de Avilés. Esa razón no convence a la directiva de la corporación pesquera, que insiste en la existencia de una campaña de hostigamiento político e institucional.

La quiebra social. Aquella cofradía de pescadores de Avilés que aglutinaba a medio centenar de armadores con sus respectivos barcos es hoy una entelequia. Entre la fuga de miembros a Galicia, el paulatino desapego de los que se quedaron y la falta de atención al negociado pesquero debido a los otro frentes en los que se puso a batallar, la cofradía “Virgen de las Mareas” ha quedado reducida a la mínima expresión de representatividad social. Los últimos en abandonar el barco han sido en las últimas semanas los armadores Eduardo José Vázquez Domínguez, Jonás González Loza, Amelia Loza Trelles y Juan Antonio Menéndez Garay. Semejante desbandada compromete el funcionamiento orgánico de la institución, que asegura disponer de herramientas para tapar la vía de agua.

Futuro incierto. La proverbial resiliencia de la cofradía “Virgen de las Mareas” –pese a navegar en las aguas más turbulentas de su historia sigue, mal que bien, a flote– afronta desde ahora una última prueba de fuego. Reubicada en una nueva sede aún no inaugurada y con un proceso de renovación orgánica en marcha del que nada ha trascendido, la entidad debe hallar el equilibrio financiero para subsistir y esquivar las andanadas administrativas y judiciales que preparan quienes mantienen el empeño de hundirla o, en el mejor de los casos, cambiar el cuadro de mando. El culebrón aún promete más emociones fuertes.

La gestora de la que fue la primera rula de la ciudad en terrenos de Fernández Balsera

Corría 1920 cuando los pescadores avilesinos, capitaneados por Tadeo Fernández decidieron constituir una cofradía que llamaron “El Crepúsculo” a modo de entidad gestora de la que fue la primera rula de la ciudad, inaugurada el 20 de mayo de aquel año en un terrenos cedido por Victoriano Fernández Balsera entre sus famosas naves y el paso a nivel de Larrañaga.

En aquel precario tendejón de madera los pescadores avilesinos pudieron, por fin, subastar el pescado bajo techo pues hasta entonces la venta se había hecho siempre a pie de muelle o directamente desde las cubiertas de los barcos. Esa rula funcionó hasta 1928, cuando el ensanche de las vías de ferrocarril obligó a derribarla, y la sustituyó otra, ubicada muy cerca de la anterior, cuyo diseño firmó Manuel Fernández Díaz, “El músico”.

“El Crepúsculo” cambió su nombre después de la guerra civil por el de “Virgen de las Mareas”, al parecer más del gusto del régimen franquista. Fue en 1944 cuando se produjo un nuevo traslado siendo patrón mayor de la cofradía Emilio Cortes, esta vez al histórico edificio a orillas de la ría diseñado por el arquitecto Ildefonso Sánchez del Río. La institución ya no volvería a cambiar de nombre, aunque sí de sede: en los años ochenta se mudó al pujante muelle pesquero, el mismo de donde ahora ha sido expulsada por la Autoridad Portuaria.

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