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La voz de Pfizer en Latinoamérica

La avilesina Bárbara García Álvarez coordina la logística para distribuir la vacuna del covid de la farmacéutica estadounidense en América del Sur

La avilesina Bárbara García

El rostro de la avilesina Bárbara García Álvarez se ha popularizado durante las últimas semanas en países como Perú, República Dominicana, Chile y otros de Latinoamérica debido al protagonismo que le han dado los respectivos medios nacionales de comunicación. Y es que el mensaje que traslada esta mujer resulta del máximo interés para la población local: en su calidad de “vocera” de la multinacional Pfizer es la encargada de transmitir seguridad y tranquilidad sobre el envío, custodia y conservación de los millones de dosis de la vacuna del covid-19 que han comprado los países sudamericanos. Realmente, Bárbara García Álvarez no es “vocera” (portavoz) de Pfizer, sino la directora senior de la Cadena de Suministro de Fármacos para América Latina de la compañía farmacéutica que primero puso en el mercado el antídoto contra la epidemia que ha puesto el mundo patas arriba. Y desde ese cargo, y gracias a su facilidad para la comunicación, lleva semanas sembrando esperanza en el mundo de habla hispana.

Los orgullosos padres de la mujer que coordina la logística de la vacuna del covid en América del Sur son la exconcejal y expresidente del Partido Popular de Avilés Conchita Álvarez Ordóñez y el ingeniero jubilado de Alcoa Plácido García Pérez. El matrimonio tuvo dos hijos, Diego y Bárbara, que se lleva 21 meses con su hermano, también afincado por motivos profesionales en Estados Unidos. Un talento innato para los estudios, un acertado enfoque de los mismos y el logro de becas por su buen rendimiento académico llevó a los hermanos García Álvarez a estudiar administración de empresas en la Asturias Business School, con la consiguiente posibilidad de cursar un año en San Francisco State University. A partir de ahí, las puertas de Estados Unidos quedaron abiertas para Bárbara y Diego García.

La que hoy es ejecutiva de Pfizer nació en diciembre de 1975, cuando sus padres estaban a punto de mudarse de Avilés a San Ciprián (Lugo) porque Plácido García, en su calidad de ingeniero de la entonces Endasa (luego Alcoa), fue requerido para participar en el proceso de construcción de la fábrica de aluminio de aquella localidad. De ahí que la primera escuela que pisase la niña Bárbara García fuese la de Vivero, la más cercana a un San Ciprián que en aquellos años carecía de equipamientos públicos notables.

Ya de vuelta Avilés, contando siete años, Bárbara García cursó los estudios básicos y los primeros años de Bachiller en las Doroteas (Paula Frassinetti), donde apuntó maneras como jugadora de baloncesto llegando a proclamarse campeona escolar de Asturias. Su estatura y la buena mano de la madre Josefina Castro, alma máter de la cantera del baloncesto femenino en Avilés, le allanaron el camino y le inculcaron la pasión por el deporte, algo que aún hoy mantiene como aficionada a la bicicleta y al submarinismo y que hasta el nacimiento de sus hijos –tiene dos– le llevó a practicar deportes extremos. En paralelo cursó estudios de Piano y Oboe en la Escuela de Música de Avilés, la que luego se convirtió en conservatorio, pero a diferencia de su hermano Diego, que llegó a ser un virtuoso del chelo, la benjamina de la familia acabó dejando de lado la formación musical.

La avilesina Bárbara García

El deseo de sus padres de que adquiriese un buen nivel de inglés llevó a Bárbara García a estudiar el nivel correspondiente al tercero de BUP español en Arlington (Texas). Como ya quedó dicho, la formación universitaria de los hermanos García Álvarez se desarrolló a caballo entre Asturias y Estados Unidos, más concretamente California, donde recalaron en la universidad pública de Berkeley. Diego García fue seleccionado para hacer el doctorado en la misma universidad y a su hermana la fichó al acabar la carrera con 22 años la consultora XL Group, que la incluyó en el grupo de trabajo encargado de analizar el proyecto de privatización del suministro de energía eléctrica a San Francisco en consideración a que la recién licenciada había hecho prácticas en Hidroeléctrica del Cantábrico. En aquellos años vivió en Palo Alto y Pasadena.

Bárbara García regresó a España coincidiendo con la finalización del doctorado de su hermano. De vuelta a casa, además de encontrar a la pareja con la que comparte su vida, la inquieta avilesina encontró trabajo en una consultoría que tenía en su cartera de clientes a Pfizer. La farmacéutica la vio talentosa y acabó ofreciéndole empleo: responsable de la Cadena de Suministros para el sur de Europa y el norte de África, un cargo que desempeñó durante once años. Hace cuatro y medio, Pfizer la reclamó para su sede central, en Nueva York, desde donde pasó a coordinar los suministros farmacéuticos de Latinoamérica.

La epidemia, la búsqueda a marchas forzadas de una vacuna, el desarrollo de la misma y su comercialización han puesto patas arriba el mundo de Bárbara García, exigida como nunca durante el último año. “La pandemia de covid plantea el mayor reto de la humanidad desde la II Guerra Mundial”, aseveró Naciones Unidas. Lo que traducido a la responsabilidad profesional de Bárbara García significa una tensión extrema y muchas horas menos de descanso. Cuando la presión afloje, quizás este verano, a la “vocera” sudamericana de Pfizer le espera un viaje ilusionante para reencontrarse con sus padres, con sus amigos asturianos y con el sabor de ese bizcocho mantecado que cocina con manos sabias su madre y que, según dicen, quita el sentido.

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