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Amancio Prada: “Prefiero los recitales de amplio espectro, como los antibióticos”

El músico leonés, que actúa en el Centro Valey, elige a poetas que le digan “lo que me concierne”

Amancio Prada delante del teatro Palacio Valdés. Ricardo Solís

Amancio Prada (Dehesas, Ponferrada, León, 1949) se pasó el confinamiento poniendo música a las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer y le salió el disco que presenta el sábado en el teatro del Centro Valey, en Piedras Blancas (19:30 horas). “Pero no van a ser las únicas canciones que incluya en el recital”, señala al otro lado del teléfono. Atiende a LA NUEVA ESPAÑA en Madrid. Ha acudido al estreno nacional de un cuarteto de Ángel Barja, un amigo antiguo fallecido que, según el criterio de Prada, “es uno de los compositores españoles del siglo XX”.

Prada lleva casi medio siglo sobre la escena. “Por eso prefiero siempre los recitales de amplio espectro, como los antibióticos”, bromea. Así que habrá Rosalía, San Juan de la Cruz y el propio Bécquer. “Grabé las rimas en Urueña, en el pueblo. Hay piezas que son como un suspiro y otras, como la de ‘Las golondrinas’, más extensas. ‘Qué sólo se quedan los muertos’ dura como ocho minutos”. Prada confirma que él pone música a versos de grandes clásicos si logran pitarle. “Que me digan lo que siento, lo que de verdad me concierne”, apunta. “De tal modo que, cuando lo cante logre que quien me escucha tenga la misma sensación que tuve yo cuando me puse a trabajar en ellos”, continúa el leonés. “El canto es la exaltación de la vida”, concluye.

El “Cántico espiritual” es una de las creaciones de Prada (y de San Juan de la Cruz) más celebradas. “Lo estrené en 1977, pero cada vez que lo vuelvo a interpretar, consigo que me diga algo nuevo”, reconoce. “Lo he tocado muchísimo y en escenarios tan singulares como la catedral de Oviedo o la iglesia de San Lorenzo de Gijón. Lo he hecho con violín, chelo y guitarra, pero también con un coro o una escolanía. Hay también una versión sinfónica con la Orquesta de Radio Televisión Española. Más allá de estos cambios formales, los hay que vienen del propio poema. El ‘Cántico’, como los atardeceres, te emociona pese a los muchos que hayas visto a lo largo de tu vida”.

La relación de Prada con los poetas es eterna, pero también ha escrito sus cosas. “Nadie está libre de pecado”, confiesa. Ya en “Vida e morte”, su primer disco, de hace casi medio siglo, reunió poemas que había escrito el propio músico. “No tengo facilidad para la escritura, la tengo mayor para la melodía”, reconoce. En ‘Emboscados’ está casi todo lo que he escrito. Dicen algunos que es lo mejor que he hecho”, apostilla. Aquel disco lo estrenó en el teatro Principal de Zamora y, a partir de entonces, no ha parado de sonar.

Es de León, que es una tierra de poetas: “Gamoneda, Colinas, Pereira, ¡qué tres antonios!” Y menciona luego a Julio Llamazares, a José María Merino, a Ana Merino... “No sé qué pasa... quizá sea el agua que bebemos. O el aire que nos da”, bromea. Ese aire es el que celebra todas las mañanas en Urueña, en medio de Valladolid, el pueblo de las librerías. “Por la mañana tienes que sacar el azadón y la guadaña, segar la hierba... Cuando era niño había que trabajar en casa: en el campo o con las vacas: lo que uno aprende de niño, no lo puede olvidar cuando es mayor. Me tengo que cortar un poco porque por la tarde tengo que ponerme con la guitarra”, reconoce el músico que cuando sabe que algunos de sus discos se han convertido en herramienta pedagógica en las aulas siente como si se hubiera congelado.

Celebra eso sí, y es fundador, el proyecto “Asturias, capital de la poesía” y lo hace con un adagio: “Un pueblo que canta lleva la poesía dentro y el asturiano siempre ha sido muy cantarín”.

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