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Los ritmos de “swing” de Allen en el Niemeyer cumplen una década

Los actuales gestores del centro soplan sus primeras diez velas en plena pandemia, con el teatro y el cine en el centro de la oferta

La plaza del Niemeyer, llena durante el concierto que Woody Allen. Ricardo Solís

El director de cine norteamericano Woody Allen (en su faceta de clarinetista de la “New Orleans Jazz Band”) mostró satisfacción por participar en la inauguración del Centro Niemeyer en la noche del 25 de marzo de 2011; el jueves que viene hará una década de aquello. Este miércoles, el patronato de la fundación que gestiona el complejo cultural se reunió de manera telemática y dio de paso el logotipo del aniversario redondo. Eso es, poco más o menos, lo que ha trascendido de la fiesta de cumpleaños del complejo cultural de la ría. Eso y la visita guiada realizada unos días antes por cuatro concejales de la oposición a las instalaciones del otro lado de la ría. La alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, un poco a lo San Agustín de Hipona, explicó a la prensa el motivo de la gira de los políticos: “Sin duda ninguna, no se aprecia ni se quiere aquello que se desconoce”.

Allen, hace diez años, se había convertido en su encarnadura musical en el padrino del complejo cultural, un desempeño que se había ganado bien en los años previos a la puesta de largo del complejo cultural volcándose con el proyecto cultural avilesino. Avilés, por ejemplo, acogió el estreno en España de “El sueño de Casandra” y “Conocerás al hombre de tus sueños”; en la calle San Francisco y en Galiana filmó parte de “Vicky Cristina Barcelona”. Todo, por obra y aplomo del actual dramaturgo Natalio Grueso que, entonces, era el hombre más celebrado del concejo (y de Asturias entera) y ahora se ha quedado en condenado a ocho años de cárcel por los delitos continuados de malversación de caudales públicos, falsedad documental y por un delito societario por su gestión al frente de la institución cultural.

La década del Niemeyer fue una fiesta al principio y, ahora, un oficio de recogimiento a cuenta de la pandemia, el recorte de visitantes (un 19 por ciento, reconoce su director general, Carlos Cuadros Soto) y también de facturación (un 65 por ciento). El aniversario redondo ha sido frenado en seco a cuenta de la crisis sanitaria.

El Centro Niemeyer, a rebosar de público el día del concierto inaugural de Allen.

Antes de aquella noche alleniana a ritmo de “swing” de 2011 hubo cuatro años tan floridos como cándidos –con los sucesivos patronatos rendidos a la agenda de Grueso, según dejó claro Alejandro Cabaleiro, el fiscal del Caso Niemeyer, durante sus conclusiones del juicio contra Grueso y los suyos durante primavera de 2019– en los que se dejaron ver por la ciudad tipos tan conspicuos como Kevin Spacey (antes de “House of cards”, antes de su #metoo); Paulo Coelho, con “El alquimista” en plan clásico de ayer y hoy; Alejandro Amenábar sobre la escena y, sobremanera, Brad Pitt caminando por entre los andamios de la finca en que se estaba construyendo el centro que se iba a inaugurar por segunda vez aquel 25 de marzo por la noche.

Y es que, como tantas cosas en la historia de Avilés, la inauguración del complejo cultural fue doble: la primera apertura pública (parcial) había sido unos meses atrás, el 15 de diciembre del año 2010, y fue para grabar un programa para la televisión de la ONU. El presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, advirtió bajo la cúpula del complejo cultural, el primer día en que se abría al público: “Esto no es una inauguración, la oficial será en marzo, hemos venido a celebrar el cumpleaños de Oscar Niemeyer”. Entonces cumplió l103. Que poco después, el 25 de mayo, se hubieran convocado las elecciones regionales fue sólo una eventualidad, explicaron en su momento los responsables políticos (entonces fue cuando comenzó a gobernar Francisco Álvarez-Cascos y empezaron los cambios deprisa y corriendo en el patronato: Manolo Díaz, presidente, por ejemplo).

Areces recalcó aquel primer día con el Niemeyer abierto que el centro nacía para atraer el apoyo del sector privado: “Un centro como este no puede depender sólo de las aportaciones públicas”. Ha pasado una década y en el patronato actual se sientan representantes del Principado, del Ayuntamiento de Avilés, de la Autoridad Portuaria de Avilés, del Ministerio de Cultura, del Grupo Daniel Alonso y de la empresa Asturiana de Zinc (Azsa). Son once los miembros que lo componen y sólo son dos los vocales privados.

La ciudad de hace una década se parece a la actual sólo cuando se asoma a la hemeroteca: Yo-Yo Ma, John Mayall, Carlos Saura, Wim Wenders, Paquito D’Rivera, Rubén Blades, Julian Schnabel, Jessica Lange, los músicos de Blue Note… Y todo este desmelene devino, por ejemplo, en un concurso de acreedores y luego en un proceso judicial (larguísimo) y, después, en un juicio y, al final (este último junio) en una sentencia en período de recursos.

Carlos Cuadros reconoció esta misma semana a los periodistas que se acercaron a la visita guiada de los concejales de la oposición: “La Fundación del Niemeyer no puede gastar más que el dinero que es capaz de acoger. Por un lado, recibe el ingreso de las instituciones públicas, pero luego el centro genera un volumen de autofinanciación muy, muy elevado, porcentualmente hablando en comparación con cualquier centro de nuestras características. En el momento en que se produce la pandemia se reducen los aforos y cambian los hábitos de consumo cultural, que es algo que no sabemos aún que incidencia van a tener”. (Puedes leer la información completa aquí).

La situación económica del Niemeyer es, dijo Cuadros, la que explica su programación cultural: “Lo que hemos hecho ha sido reajustar el gasto a ese ingreso para que no se produzca déficit. Este centro, además, está pagando de forma puntual y saneada una deuda de un concurso de acreedores, que ya está en su finalización, en sus últimos pagos. La única manera de mantener el centro vivo y saneado, con una gestión impecable, es no gastar más del dinero que se genera”. Quedan todavía dos años para terminar de pagar aquella fiesta.

El Niemeyer, en tan pocos años de historia –sólo son diez desde la inauguración, cuatro más si se empieza con el acta fundacional y, si eso es así, hay que retrotraerse hasta el 29 de diciembre de 2006–, ha tenido tres directores generales (dos nombrados y un tercero, con una encomienda de gestión: el director de Deportes de Cascos), ha protagonizado uno de los procesos judiciales más señalados de la historia reciente en el Principado, ha sido el muñeco de pimpampún de responsables políticos, sobremanera, en la transición entre el Gobierno de Areces y Francisco Álvarez-Cascos y, de este, a Javier Fernández, pero no sólo.

El deseo del Niemeyer marcó distancias con el exalcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, que quiso para sí el Museo de los Premios Príncipe de Asturias (para eso iba a servir el regalo del diseño que había otorgado el arquitecto de Río de Janeiro).

El actor Brad Pitt visitando un Centro Niemeyer aún en obras.

Pero Areces decidió que la construcción del edificio fuera en la ría de Avilés y el Ayuntamiento de Avilés tuvo en esta decisión la excusa para desarrollar un plan urbano con los ojos puestos en el estuario (sigue con esa idea, ahora pendiente del proyecto de demolición de las baterías de coque de Ensidesa). Eduardo Leiras, que fue el ideólogo de aquel plan, anduvo por el Niemeyer cuando el hormigón aún estaba fresco. Parecía que el padre aplaudía el fruto de su imaginación.

La noche de aquel 25 de marzo de 2011 en que Woody Allen tocó “swing” para 10.000 personas fue el comienzo de un fin de semana de relumbrón: toda Asturias, todo Avilés cruzó La Grapa con la disposición de que no había desengaño posible. Allen, Víctor Manuel, Mart’nália (en un guiño al origen brasileño de Niemeyer) y un diálogo a medias entre Joan Manuel Serrat y Kevin Spacey. Todo esto junto, en un pueblo como Avilés. Cuando aún no se habían empezado a sacudir las alfombras.

El Niemeyer, en el año 2021, sigue levantando cabeza (o pretendiendo hacerlo). Sus gestores han planeado un nuevo ejercicio en el que el teatro vuelve a ser su buque insignia. Cuenta con 273 butacas disponibles (a pesar del millar que tiene en los días normales) frente a las 357 localidades del Palacio Valdés (que en los días buenos, anda por las 700). También hay cine. Una vez Woody Allen dio nombre a una de sus butacas. Hace mucho.

El Centro Niemeyer de Avilés. Ricardo Solís

Siete razones para conocer la joya de la Isla de la Innovación

El Centro Niemeyer nació, en palabras de sus gestores, como “puerta abierta a todas las artes y manifestaciones culturales”, ya que dentro de su programación inicial tenían cabida la música, el cine, el teatro, la danza, las exposiciones, la gastronomía y la palabra. Y todo, con el común denominador de la excelencia. Hoy es uno de los emblemas de la ciudad, y quiso ser también el sello de la Asturias vanguardista.

  1. Originalidad. Es la única muestra que se puede ver en España de la arquitectura de Oscar Niemeyer, único en su profesión cuya obra ha sido considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y según afirmó el propio Niemeyer se trata de su principal obra en Europa.
  2. El público. Cuando la pandemia no era pandemia y los teatros y los grandes centros culturales eran espacio de encuentro, en el Niemeyer era posible asistir a las actuaciones de prestigiosos artistas en su gran auditorio con capacidad para hasta un millar de personas, que se ampliaba con la apertura del escenario exterior, de forma que en la explanada del recinto del centro se han llegado a concentrar hasta 10.000 personas, por ejemplo, en la actuación de Woody Allen.
  3. Las curvas. Decía Óscar Niemeyer: “No es la línea recta lo que me atrae, dura, inflexible, creada por el hombre. La que me atrae es la curva libre y sensual. La curva que encuentro en las montañas de mi país, en la sinuosidad de sus ríos, en las nubes del cielo y en las olas del mar. De curvas está hecho el universo”. De la curva nació el centro de referencia de la cultura en Avilés, joya de la Isla de la Innovación. 
  4. Los nombres. Artistas como Jackson Browne, Aute, Víctor Manuel, Vetusta Morla, Luz Casal o María Pagés han pasado por el auditorio del Niemeyer. Y a los ya conocidos de los inicios: de Allen a Kevin Spacey y Brad Pitt, se sumaron también Wole Soyinka, el padre de Internet Vinton Cerf, Paco de Lucía, Joan Manuel Serrat, Fernando Arrabal, Julian Schnabel, Jessica Lange, Annie Leibovitz, Carlos Cruz Díez… Ellos son sólo algunos de los protagonistas de la cultura y el arte que han participado del sueño avilesino del arquitecto.
  5. La Torre. En otro tiempo fue el centro de la oferta gastronómica, con una exclusiva coctelería, con una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad. Ahora ese proyecto pretende recuperarse con fondos europeos para convertirlo en centro de formación gastronómica y de consumo sostenible, facilitando el desarrollo del sector agroalimentario y convirtiendo la gastronomía en atractivo turístico bajo el paraguas de un centro de exhibición gastronómica. Ese plan está cuantificado en 3,1 millones de euros.
  6. La cúpula. Es un espacio diáfano de 4.000 metros cuadrados concebido para realizar exposiciones de todo tipo. Una de las muestras que ha tenido mayor aceptación ha sido la dedicada a Joaquín Sorolla, de la Fundación Masaveu, uno de los principales coleccionistas españoles del pintor valenciano. Ahora lo ocupa la colección de escultura de la Fundación Azcona.
  7. La plaza. Comunica el centro con la ciudad a través de una pasarela. Está abierta al público durante el día y refleja el espíritu de Niemeyer de lugar abierto. Es escenario de moda si uno siente atracción por el patinaje.

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