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Una lección de fe en mitad de la pandemia

Las cofradías han sobrellevado la suspensión de actos con iniciativas benéficas, la exposición de imágenes y un mensaje optimista para 2022

Un hombre mira la imagen de Jesús yacente en la iglesia de San Nicolás. Ricardo Solís

Ser cofrade no es una afición, es un sentimiento que corre por las venas. Es la emoción de ponerse la túnica y el capuchón para tirar del paso. Y también sentir la necesidad de acompañar a las imágenes en un rito aprendido de los mayores o en los primeros pasos que uno dio en las procesiones de la villa. Aunque la Semana Santa quede acotada a unas fechas concretas, ser cofrade es una actitud; se es cofrade todo el año. De ello han dado testimonio los integrantes de las ocho cofradías y hermandades de la Semana Santa avilesina, de cuyo esfuerzo se ha hecho eco este diario en las últimas semanas. El amplio despliegue informativo de LA NUEVA ESPAÑA, tanto en su edición en papel como su web, a través de reportajes temáticos en formato audiovisual, ha querido atestiguar la devoción de los hombres y mujeres de Avilés que viven estas fechas de forma especial. Desde el colectivo cofrade de Nuestra Señora de la Soledad de Sabugo hasta la Hermandad de Jesús de la Esperanza, con sede en la iglesia de los Padres Franciscanos, todos coinciden en la devoción y el sentimiento de identidad hacia el colectivo que representan. Desde la más veterana, la de los “sanjuaninos”, fundada en 1947, pero que aglutina al colectivo cofrade más joven (varones entre 5 y 33 años) hasta los benjamines en su actividad procesional, la cofradía del Beso de Judas, que echó a andar en 2008, todos coinciden en el sentimiento de frustración y las “ganas contenidas” por la suspensión de los actos multitudinarios a pie de calle que antes de la pandemia hacían de las procesiones avilesinas una Semana Santa señera en Asturias.

Ni el calor ni el frío que en ocasiones atraviesa los huesos hace dudar a los cofrades de la importancia de procesionar. Poniéndose el hábito de nazareno, vistiendo de negra mantilla o compartiendo el peso del madero son ejemplo en la preservación de las tradiciones locales. El covid ha frenado en seco la apasionada actividad que mantenían en estas fechas, pero como dicen los cofrades de la Dolorosa, la ilusión sigue intacta, igual que cuando se vieron auxiliados, en los años ochenta, por los guardiaciviles que se prestaron a cubrir los puestos vacantes que tenían para sacar las imágenes.

De lo que no cabe duda es de que esa fe tan valorada en ocasiones por su capacidad para mover montañas es la que ha mantenido vivo el espíritu de las cofradías avilesinas.

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En prototipo de solidaridad se han convertido los de La Soledad que, con el dinero ahorrado para las procesiones, han realizado un donativo a entidades benéficas como la Fraternidad de Francisco. Ha habido también algunos hitos a lo largo de la historia de la Semana Santa local, como el marcado por la querida cofradía en la villa de Jesusín de Galiana, la primera que permitió a las mujeres salir en procesión con hábito y capirote. “Entristece la suspensión”, dice el hermano mayor del Santo Entierro, Juan Muñiz, pero tiene la mente puesta ya en 2022. “El covid pasará y volveremos con más fuerza”, prometen también los “sanjuaninos”. Añade el hermano mayor de San Pedro, Carlos Fernández Mora, que habrá “novedades” para el próximo año y garantiza una Semana Santa que volverá reforzada.

De lo que no cabe duda es de que esa fe tan valorada en ocasiones por su capacidad para mover montañas es la que ha mantenido vivo el espíritu de las cofradías avilesinas que no dudan en sobrellevar esa tristeza que les acompaña estos días con el espíritu presente de su devoción en la exposición de las imágenes en las iglesias de la Villa. “Alumbra, nazareno, con tu luz, el camino”, reza un poema andaluz a Jesús con la cruz a cuestas. En Avilés esa llama sigue muy viva pese a las circunstancias. A esperar que no tengamos más pesares en la próxima.

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