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Hugo Martínez Romero | Gerente de la plaza de abastos

“Las ventas han caído hasta un 40% y la supresión de aparcamientos no ayuda”

“Con la pandemia se ha estrechado aún más la relación, que ya era muy cercana y cordial, entre los comerciantes de la plaza y sus clientes”

Hugo Martínez, en un pasillo de la plaza. | Ricardo Solís

Hugo Martínez Romero (Avilés, 1981) desempeña el cargo de gerente de la plaza de abastos Hermanos Orbón desde tres años antes de que la misma abriese sus puertas en 2011 con su actual formato y modelo organizativo. Es decir, le tocó vivir aquel periodo convulso en el que la plaza se ubicó provisionalmente en el parque de Las Meanas, la puesta en marcha de la plaza reformada a semejanza del Fontán ovetense –un espacio de ventas que también aspira a ser un rincón de ocio– y mantener firme el rumbo durante una década que nadie hubiera imaginado que habría de acabar con una pandemia poniéndolo todo patas arriba. En esta entrevista analiza el presente sin perder de vista que lo que más importa es el futuro.

–La Plaza, el tradicional mercado Hermanos Orbón, cumple diez años de su nueva etapa. ¿Habrá celebraciones?

–No hay previsión alguna al respecto, tal y como están las cosas con la emergencia sanitaria no es buen momento para fiestas.

–¿Cómo están las cosas?

–Complicadas, con ventas a la baja y mucha incertidumbre.

–Vamos un año atrás en el tiempo. Marzo de 2020. Se declara el estado de emergencia sanitaria y la orden de confinamiento domiciliario. ¿Qué impacto tuvieron ésas y las posteriores decisiones gubernamentales en la actividad de la plaza?

–De golpe se generaron muchísimas dudas: si las tiendas podrían seguir abiertas, con qué horario, cómo se iban a aprovisionar de género, a quién y cómo venderían... Aquello fue un tsunami que pilló a todo el mundo de nuevas porque nadie había vivido tal cosa; y no había respuestas para tantas preguntas. Aquel domingo, recuerdo, tuvimos un reunión de urgencia para definir cómo se iba a abrir el lunes: con qué límites de aforo, con qué medidas higiénicas, con qué puertas cerradas para organizar itinerarios seguros... Era algo inédito, pero creo que dimos la talla.

–El comercio alimentario, como otros sectores, fue declarado “esencial”, ¿fueron conscientes los tenderos de la trascendencia que implicaba seguir abiertos para alimentar a población en una situación de emergencia nacional?

–Por supuesto, y cambiaron muchas cosas para prestar un servicio eficaz. La adaptación a lo que estaba ocurriendo fue algo, de verdad lo digo, digno de destacar. Me refiero a que se generalizó el servicio a domicilio para poder llegar a las casas de gente mayor, que se atendieron más pedidos telefónicos que nunca... Esto, creo, ha estrechado aún más la relación –que ya era muy cercana y cordial– entre los comerciantes de la plaza y sus clientes. Ese trato personal, ese calor humano, es uno de los valores fundamentales de un espacio comercial como este.

–¿Cómo influyó el confinamiento en las ventas de las tiendas de la plaza?

–Positivamente. Aunque la gente estuviera encerrada en casa tiene que comer, y se disparó el consumo; algo favorecido, así mismo, porque dejó de irse a comer o cenar a restaurantes. La cosa después fue a peor.

–¿Cuánto peor?

–La estimación es que las ventas han caído del orden del 30 o 40 por ciento, según el tipo de tienda. Esto no es bueno, el momento es complicado.

–¿A qué atribuye ese desplome de las ventas?

–En principio, a que nos perjudicaron los sucesivos cierres perimetrales de Avilés. La ciudad vive mucho de la clientela del entorno, gente que se “deja caer” por la villa para hacer compras o gestiones. Pero ahora no hay tales cierres y las ventas no mejoran, ¿por qué? Pues en nuestra opinión porque se han suprimido una barbaridad de plazas de aparcamiento en las inmediaciones de la plaza, en la zona del parque del Muelle, y eso disuade de venir a los clientes. Y lo peor no es que se hayan suprimido espacios de aparcamiento, es que no se han dado alternativas. Todo esto ha causado un trastorno económico importante a los comerciantes de la plaza y calles aledañas.

–¿Han comentado el asunto con las autoridades municipales?

–Por supuesto, tanto al gobierno como a los partidos de la oposición, pero no tengo ni idea de si están trabajando en dar una solución.

–Para más inri, la puesta en funcionamiento del bolardo que desde hace unas semanas impide el paso por la calle Emile Robin, que da acceso a la plaza, se ha visto envuelta en polémica porque el horario de ese dispositivo es incompatible con las rutinas matinales de los comerciantes...

–En efecto. No se tuvo en cuenta que el comercio tiene unos condicionantes horarios –antes de abrir los puestos hay que recibir la mercancía y montar los mostradores– y y pasó lo que pasó. De momento, y tras haber expresado nuestro malestar al equipo de gobierno, se ha conseguido que los pescaderos y panaderos tengan paso libre por ese bolardo antes de las 8 de la mañana y esperamos que, en breve plazo, se modifique la ordenanza reguladora para que esa excepción se generalice.

–¿Qué porcentaje de ocupación de puestos tiene la plaza en su décimo aniversario?

–De un total de veinte locales hay dos vacíos, lo cual está en línea con la media anual desde que abrió la instalación.

–¿Qué pros y qué contras tiene poner un negocio en la plaza?

–De entre las principales ventajas, la centralidad del espacio –estamos en el mismísimo centro de Avilés– y la existencia de una clientela fiel y consolidada; de señalar un “pero”, podría ser que ponerse en la plaza implica entrar en competencia directa con otros comerciantes que se dedican a lo mismo.

–¿Hay algún sector alimentario o afín sin cubrir en el actual mix de la plaza?

–Puede que la comida preparada, un puesto de esas características seguro que triunfaría dadas las nuevas tendencias de consumo.

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