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Así se escucha el parque Ferrera

Mavea organiza una jornada ornitológica para que personas con problemas de visión pudieran identificar y reconocer aves

Mavea

Bahaeldin Khider es invidente, solo percibe la claridad. Eso sí, tiene un oído muy fino capaz de captar y diferenciar el canto de un mirlo. “Tenemos que ejercitar el oído para identificar los diferentes sonidos”, afirma apoyado en su bastón y caminando del brazo de su compañera de la asociación Retina Asturias, Oliva Cueto, durante una mañana en la que Mavea dio pequeñas claves para conocer a las aves a través de su sistema de comunicación con un paseo por el parque Ferrera. “Para recordar el canto de los pájaros hay personas que los identifican con algo que les suene, como el verdecillo o verdecín, que puede recordar a una sartén friendo un huevo”, afirma César Álvarez Lao, que ejerció de guía con uno de los grupos. El otro corrió a cargo del ornitólogo Daniel López Velasco, quien aclaró: “El oído es más relevante que la vista a la hora de conocer pájaros”. Antes de comenzar la ruta, ambos hablaron del estornino, una especie que suele imitar a otras.

A oído de pájaro en el Ferrera

Afinen los oídos que comienza la ruta. Comenzó en La Noria y finalizó en el jardín francés. El parque Ferrera cuenta con una veintena de especies de aves, incluidas pegas y gaviotas. Las segadoras que hacia las 11.00 horas cuidan los jardines impiden apreciar el canto de los animales. De pronto, un mirlo o ñerbatu hace acto de presencia. Lo identifica Khider. Y Álvarez Laó describe al animal: “Acaba de dar su sonido alarma; es negro, más pequeño que una paloma y se trata de un macho, la hembra es marrón. Está criando y necesita comida”. Continúan los pasos. Poco a poco, comienzan a escucharse el sonido “nervioso” de los herrerillos y carboneros, que son de pequeño tamaño y se crían en cajas nido, “incluso en los agujeros del muro –que separa el parque de la avenida Cervantes–”.

Más adelante entra en escena el sonido de “un tenor cantando un aria”, según Álvarez Laó. Se trata de la curruca capirotada o papuda, en asturiano. Aprovechando el camino, el guía alerta del peligro de arrojar pan para las aves al tiempo que Bahaeldin Khider identifica a otro ave por su “voz”, una paloma. Antes, el grupo se había detenido ante una paloma torcaz, “una especie que hace 20 años no existía en Avilés y está aumentando” su número en el mundo.

Álvarez Lao detalló además la presencia de crías de garzas reales en los árboles del estanque del parque, que emitieron algún que otro sonido, a la espera de alimento. “Suena como una matraca, un motorín”, afirman. En el paseo Remedios Sánchez y su hijo Nazario Sánchez, que camina con bastón, están encantados con la visita, disfrutando cada canto. Lo mismo que Cristina Alonso, que es colaboradora de Retina Asturias.

El grupo de Álvarez Lao se une al de López Velasco en el jardín francés, un lugar seguro para raitanes o petirrojos, entre otros, para anidar. Y allí, López relata que lo más importante para un ornitólogo es escuchar, de hecho, el coordinador de un grupo de Sevilla es una persona ciega.

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