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Una familia que es la caña: los cinco hermanos que compiten por emular a su padre, un conocido pescador asturiano

Los hermanos Granda Álvarez perpetúan la fama de su padre, “Rafa el de Trasona”, pescador de postín y campeón de España en su época

Los hermanos García Granda –Kiko, Víctor, Javi y Julio– con su madre, Maximina Granda Álvarez, en la bocana de la ría de Avilés. | Mara Villamuza

De casta le viene al galgo, dice el refrán, que no se puede ser más adecuado para introducir la figura de los hermanos García Granda (Víctor, Javier, Julio y Kiko; más el difunto Rafael), herederos de una pasión “enfermiza” por la pesca recreativa a caña que les ha convertido en contrincantes temibles en todo campeonato que se celebre en cualquier punto de la costa española. La casta pescadora les viene de su padre, Rafael Granda, más conocido en ambientes pesqueros como “Rafa el de Trasona”, en alusión a la localidad donde vivía. Granda, el padre, aficionó a sus cinco hijos a la pesca y ellos, buenos aprendices, han encumbrado el apellido familiar a lo más alto de esa disciplina.

El último logro de estos “cracks” de la caña es haber logrado a finales de mayo la medalla de oro para Asturias en el último Campeonato de España de pesca con corcho, celebrado en aguas de la ría de Avilés. Tres de los hermanos Granda –Víctor, Julio y Javier– integraron la selección autonómica junto a Juan Pablo Fernández Gómez , José Antonio García del Busto y Javier Álvarez Palacios. Es decir, medio equipo sale de la familia Granda. “Entre todos los hermanos acumulamos cuatro campeonatos individuales de España, uno europeo, dos títulos absolutos nacionales por equipos autonómicos y un porrón de campeonatos regionales”, asegura Víctor Granda. El padre, el hombre que les inculcó la pasión por la pesca, fue un pionero: el primer asturiano campeón de España. Ocurrió en la década de los años ochenta, “cuando los campeonatos eran técnicamente más completos, disputándose una manga a corcho y otra a fondo”.

Los hermanos Granda recuerdan a su padre, empleado de Ensidesa, yendo a pescar los 365 días del año, nevase o ventase: “Cogía la moto, una Vespa, y lo mismo tiraba para Oviñana que para El Arañón. Un día sin pesca no era concebible en la vida de nuestro padre. Tenía una pasión enfermiza”. Con semejante padre, no es de extrañar que los juegos infantiles de los hermanos Granda se desarrollasen entre sedales, plomos y anzuelos, familiarizándose con los rudimentos de la pesca con caña: “Lo asombroso fue que siendo cinco hermanos –uno ya difunto–, todos nos enganchamos con fuerza a esta actividad”.

Hoy en día, los Granda “trabajan” todos los palos imaginables de la pesca: a fondo, con boya, con corcho, desde tierra o desde embarcación, en el mar, en el río o en la ría. Esta saga de pescadores no tiene lugares predilectos para ir a pescar, de hecho Víctor Granda remacha la cuestión con la suficiencia de un experto: “No hay malas zonas, sino buenas o malas condiciones para pescar. Esto no es una ciencia exacta y ni con todo el conocimiento del mundo existe la seguridad de que los peces van a picar, pero si al menos tienes algo de idea de vientos, corriente, estado de la mar, cebos y técnica de pesca, eso que llevas adelantado”.

Víctor Granda, el hermano que hace las veces de portavoz del grupo, asegura que va a pescar “un par de días a la semana, como mínimo”. Normalmente, le dedica entre tres y cuatro horas. Y asegura que prefiere estilos de pesca altamente exigentes, como la modalidad de corcheo (practicada con sedales extremadamente finos), porque son lo que verdaderamente ponen al límite al pescador: “El duelo del pez y el pescador se resuelve a favor de uno u otro en el delgado límite del grosor de un pelo que tienen ciertos sedales”.

Si bien no todas las capturas que realizan acaban en el horno – “lo que pescamos en la ría de Avilés siempre vuelve al agua, eso que lo coma otro”, puntualizan los Granda–, en sus casas nunca faltan en el congelador xargos, roballizas o incluso los habitualmente despreciados muiles, a los que tienen por exquisitos, “siempre que hayan sido pescados en aguas abiertas y limpias”.

Además de la tradición pesquera familiar, los Granda constituyen el esqueleto que aún mantiene activo el Club Pesca Ensidesa, heredero de los clubes deportivos que fundó la empresa siderúrgica en su etapa paternalista. “El club llegó a tener un millar de socios y ahora quedamos siete, pero ahí seguimos porque nos da pena que se pierda una institución con tanta solera”, explica Víctor Granda.

Los Granda, en su faceta de pescadores federados, tienen una reivindicación en clave avilesina y relacionada con su afición: “Dentro de la ría se puede pescar en la bocana, pero nos gustaría que autorizasen la pesca en el muelle de delante del Niemeyer. Si nos dejasen estar en esa zona, los pescadores de caña seríamos hasta un atractivo turístico –ya se sabe que donde hay pescadores la gente se arrima para curiosear–, además de contribuir a la popularización de esta actividad tan bonita y relajante”. Por si acaso las autoridades con mando en ese muelle “pican”, los Granda echan el anzuelo.

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