“Perdí manos y pies, pero con cabeza y corazón no existen los límites”. Palabra de Sarah Almagro, amputada cuádruple. El 24 de julio de 2018 esta malagueña de Marbella, entonces con la mayoría de edad recién cumplida, sintió que su vida la engullía un tsunami de infortunios. Se contagió de meningitis meningocócica (serotipo Y). Tal vez en una discoteca, tal vez en un autobús. No lo sabe. La infección bacteriana grave de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal desencadenaron en septicemia causada por la respuesta abrumadora y potencialmente mortal del cuerpo a la infección. Luego vino el colapso multiorgánico. “En mi caso me produjo que la sangre dejara de circular por partes distales. Los órganos dejaron de funcionar y durante horas estuve enchufada a máquinas entre la vida y la muerte”, resume la malagueña, que el viernes estuvo en Salinas, a donde regresará en agosto. Porque Sarah Almagro, a la que debieron amputar brazos y piernas por la enfermedad, es surfera. Ahora ha comenzado a competir. Remonta olas como remonta cada día, con coraje: “Mi meta es normalizar mi vida”.
“Cuando desperté en la Unidad de Cuidados Intensivos me vi con las manos y los pies negros. Pensé que era una especie de postilla, pero no... En septiembre de 2018 me amputaron los veinte dedos. Luego, las manos y pies. No me podía creer que eso me estaba pasando a mí”, manifiesta esta surfera que llegó a Salinas con el fin de conocer las olas de esta playa a donde regresará el 30 de agosto para competir en el campeonato nacional.
“Perdí manos y pies, pero con cabeza y corazón no existen los límites”
“Cuando te pasa algo así lo primero que piensas es qué has hecho mal en la vida”, reflexiona la joven, “casada” ya con el surf desde antes de enfermar. Con dos años, su padre, profesor de natación, le enseñó a moverse como pez en el agua. Con cinco, su madre le dio un body board y con 14, tras observar a unos chavales surfear, decidió comprar una tabla con el dinero ahorrado. “Nunca recibí clases aunque algún que otro vídeo de Youtube me chupé”, confiesa la malagueña, que ya entonces vio en el surf una especie de terapia para evadirse de lo que había en tierra firme.
Pero continúa la historia. Tras la amputación cuádruple, Sarah Almagro tuvo que pasar por el quirófano tantas veces que no sabe el número a ciencia cierta: “Tengo diecisiete injertos de piel”. Y, siempre con la meningitis meningocócica como telón de fondo, la joven perdió los riñones: “Todos mis órganos comenzaron a funcionar tras la sepsis menos los riñones. Esto me llevó a estar sometida a diálisis durante un año y medio, y fue una de las peores cosas que he vivido. En 2019 me trasplantaron el riñón”, recalca. El donante: su padre. A raíz del trasplante, Almagro sufre diabetes, que le condiciona la alimentación especialmente en días de entreno.
Y con todo, por fin: las prótesis. Las utiliza solo en tierra. En el agua es ella y su tabla. Y con las prótesis, otra ola que remontar: busca patrocinadores que le ayuden a sufragar el coste muy elevado de esos aparatos de ortopedia que le ayudan a normalizar su vida, a que su juventud sea más parecida a aquella que empezó antes de julio de 2018. Reivindica también playas más accesibles, porque Almagro, en la mayoría de los arenales, precisa ser remontada hasta el agua unas veces a horcajadas, otras en silla de ruedas.
Cuenta con el respaldo de su familia y de sus amigos y las enseñanzas de sus mentores: Miguel Sanpalo, competidor de longboard y entrenador especializado en Surf-adaptado y tecnificación y de Alberto de Mario, longboarder profesional. Con ambos estuvo en Salinas. “Yo soy el entrenador, la parte dura del equipo. A mi me gustaría que ella, a corto tiempo, esa independiente”, subraya Sanpalo.
Sarah Almagro de momento disfruta del agua, y de la vida. Cuando se aleja del agua, la joven malagueña es universitaria. Era una estudiante excelente: en bachiller sacó una nota media de 9,3 y en selectividad un 12,340. Sus planes académicos pasaban por matricularse en la Facultad de Derecho de Málaga. Y así lo hizo. “Quería opositar a inspectora de Hacienda antes de que me pasara todo esto. Ahora mis metas son otras, aunque sigo con mis estudios de Derecho, estoy en segundo año. En cuanto a las oposiciones... no quiero estar encerrada en una habitación estudiando. Aprecio más el tiempo: un día estás y al toro, no lo sabes”. Palabra también de Sarah Almagro, sin piernas ni brazos pero con cabeza y corazón para remontar los límites.