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Un año sin José Manuel Feito

La parroquia de Miranda, que dirigió el cura somedano, prepara una misa de funeral en su recuerdo y la presentación de sus memorias póstumas

José Manuel Feito Ricardo Solís.

Los feligreses del sacerdote y erudito somedano José Manuel Feito (Pola de Somiedo, 1934– Avilés, 2020) le siguen echando mucho de menos. Hace un año que murió. El 29 de junio del año de la pandemia, el cáncer le comió el tiempo que aún le quedaba por explorar. Tenía 85 años, dos sobrinos y un montón de libros. Y, sobre todo, el paso justo de su huella profunda en el mundo.

Pese a todo, el “párroco eterno” de Miranda aún no se ha hecho pasado. Y es que su pueblo mirandino le ha organizado un funeral de cabo de año (el sábado 3, a las 19.00 horas) que será un homenaje y también la presentación de su último libro, de “Hecho y dicho” (Impronta, 2021) sus memorias póstumas (el mismo sábado, pero a las 17.00 horas, también en la iglesia). En este libro resume su vida al periodista de LA NUEVA ESPAÑA Saúl Fernández, que le entrevistó durante ocho horas entre el otoño de 2013 y la primavera del año siguiente.

Antes, hoy mismo, en el primer aniversario de su falta, el colegio Luisa Marillac hará entrega a la parroquia y al pueblo de Miranda de una placa de azulejos de cerámica realizada por el reconocido artista plástico –también mirandino, del Alfaraz– Samuel Armas. La placa se colocará en la casa parroquial donde vivió durante más de cincuenta años y se descubrirá a las 12.00 de la mañana.

Pero el homenaje al sacerdote no se va a quedar ahí. Los alumnos de ESO del colegio mirandino expondrán y leerán caligramas que tienen como temática la obra y la figura de José Manuel Feito. Todo para que su presencia no se vaya por el sumidero de la historia.

El funeral por José Manuel Feito lo va a presidir Francisco Panizo, que es su sucesor en la iglesia en la que el erudito llegó en 1964. El propio sacerdote cuenta en su último libro cómo llegó a la parroquia que nunca ha dejado de recordarle: “Estuve en Los Cabos desde 1958 hasta el año 1964. Llegué a aquel pueblo un poco desorientado. Bueno, después de la historia de la sobrina de la Superiora, me mandaron a Oviedo. Allí tenían una carta del Ministro diciendo que tenían que sustituirme. Bueno, pues sin problema. Me dijeron que me tocaba Miranda y, no sé, me parece que esto ya te lo conté, yo pensé que se trataba del Alto de la Miranda. Pregunté dónde estaba la iglesia y me dijeron allí, en Villar de Vello. Luego, claro, me di cuenta de que era la Miranda de Avilés. No había autopista, tenías que ir por la carretera vieja. Al llegar al Alto de la Miranda pregunté dónde estaba la iglesia. Entonces, ya digo, no conocía esto de Miranda de Avilés. Esto me pasó al regresar. A ver si me explico: me mandan llamar a Oviedo, me dicen que me voy a Miranda, me confundo de Miranda, paro en el alto y entonces pregunto. Llegué a Miranda a bordo de mi Seiscientos. Yo tenía un Seiscientos. Lo había comprado gracias a una amistad que teníamos allí, en Pravia, con el garaje Astur. Eran Miguel y Jaime”.

La presentación del libro correrá a cargo del poeta y profesor de la Universidad de Oviedo, José Luis García Martín, del escritor José Manuel Gómez Feito, que también es sobrino del sacerdote, y de Saúl Fernández, el prologuista y transcriptor de las ocho horas y pico de grabaciones. Se trata de un libro único porque Feito, en lugar de estudiar lo foráneo, se detiene a pensar sobre su vida, sobre su paso por el mundo, sobre todos a los que conoció y sobre todo lo que aprendió. Y es que eso queda patente en su libro: su deseo inquebrantable de seguir sabiendo.

El sacerdote José Manuel Feito fue el estudioso de todas las esquinas de Miranda: del dramaturgo Alejandro Casona –que vivió su infancia y su juventud–, de Faustina Álvarez –su madre, la primera inspectora de Enseñanza española–, de José Menéndez, el “Rey de la Patagonia”; o de los caldereros de Miranda, de su jerga (el bron), de los alfares tradicionales (le dieron por él el prestigioso premio “Marqués de Lozoya”). También fue poeta. Había empezado en pleno Seminario, en los años del hambre. Allí conoció Víctor García de la Concha.

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