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El «pipí» nocturno: los niños mojan más la cama que las niñas

La enuresis afecta al 5,5% de los niños de 6 a 13 años, con tres varones por cada niña, según una investigación de la pediatra Elena Taborga

La enuresis afecta al 5,5% de los niños de 6 a 13 años, con tres varones por cada niña, según una investigación de la pediatra Elena Taborga

La enuresis hace referencia a todos aquellos escapes de orina que ocurren exclusivamente por la noche en niños con un edad en la cual ya cabría esperar la continencia voluntaria de la micción (cinco años de edad).

Quien sabe mucho de esto es Elena Taborga (Madrid, 1978), médica especialista en Pediatría que actualmente trabaja en el centro de salud de Villalegre-La Luz (Avilés). Ha dedicado su tesis doctoral a estas micción involuntarias. Para llevarlo a cabo, encuestó a 2011 niños entre los 6 y los 13 años. Conclusión del trabajo, referida a Asturias pero, sin duda, muy orientativa sobre lo que puede suceder en cualquier otro territorio: «La enuresis afecta a un 5,5 por ciento de la población escolar».

La especialista aclara al respecto: «Cuando analizamos los datos atendiendo a los últimos criterios diagnósticos publicados, que establecen para su diagnóstico una edad mínima de cinco años y una frecuencia mínima de dos escapes a la semana, la prevalencia desciende al 2,8 por ciento. La mayor parte (86 por ciento) presentaban una enuresis primaria y un 65 por ciento una enuresis no monosintomática».

Otro dato: los niños mojan la cama más que las niñas. «En casi todos los estudios epidemiológicos publicados sobre enuresis, y también en el nuestro, son los niños los que presentan una mayor prevalencia. En Asturias, según nuestros datos, por cada tres niños con enuresis hay una niña con escapes. Esto puede ser explicado, en parte, porque los niños adquieren el control voluntario de la continencia unos meses mas tarde que las niñas».

Diagnóstico

Lo principal, según Taborga, es diferenciar la enuresis monosintomática de la no monosintomática, ya que su origen y tratamiento difieren. «Para ello necesitamos realizar una adecuada y completa historia clínica con determinadas preguntas clave sobre tipo de enuresis que presenta, síntomas sugestivos de disfunción vesical, presencia de encopresis o estreñimiento, calidad del sueño (presencia de apneas nocturnas) y cantidad y tipo de líquidos ingeridos a lo largo del día, entre otras. La exploración física de un niño con enuresis debe ser completa y esta debe ser normal», explica. Además, agrega, en todos los casos es necesario realizar un calendario de noches secas/mojadas, un diario miccional y un registro de deposiciones. El resto de pruebas complementarias, a juicio de Taborga, deben basarse en los datos obtenidos con la entrevista clínica, exploración física y calendarios, diarios y registros.

Al especialista

«En el caso de que nuestro hijo tenga enuresis, ya sea porque no ha conseguido la continencia (enuresis primaria) o bien porque la ha perdido (enuresis secundaria) debemos consultar a nuestro pediatra de atención primaria. Será la persona que estudie el tipo y grado de enuresis que presenta el niño, descartando la posibilidad de que se trate de un síntoma de otra enfermedad o condición (diabetes mellitus o insípida, disrafismo espinal oculto, hipotiroidismo, enfermedad renal crónica… incluso maltrato o abuso sexual)», subraya la especialista. El experto valorará también determinados items que pueden causar una resistencia al tratamiento. «La mayor parte de los niños serán tratados con éxito desde Atención Primaria. Pocos casos necesitarán ser derivados al especialista, entre ellos se encuentran los niños con enuresis refractaria a un tratamiento adecuado, enuresis no monosintomáticas y enfermedades orgánicas que presentan la enuresis como uno de sus síntomas», aclara.

Tratamiento

Hay dos líneas principales de tratamiento de la enuresis monosintomática: la alarma y la desmopresina. En el caso de la no monosintomática están los anticolinérgicos, entre otros. «Todo ello se debe apoyar de una terapia conductual donde el niño es el protagonista, debe seguir unas rutinas, completar su calendario de noches secas/mojadas y controlar la ingesta de líquidos antes de acostarse, manteniendo siempre una actitud positiva evitando los castigos y riñas», precisa Elena Taborga. Pero la elección de uno u otro tratamiento, recalca, debe ser siempre individualizada, adaptándose a la familia y al paciente. «Además de valorar el tipo de enuresis a la hora de elegirlo debemos tener en cuenta la implicación en el tratamiento tanto del niño como de la familia. Si la familia no se implica, el tratamiento con la alarma fracasaría desde el primer momento», advierte.

Pañales

Taborga recomienda a las familias que no se precipiten a la hora de quitar el pañal a los niños. «Tienen que estar preparados para hacerlo, y cuando llegue ese momento, debemos enseñarles a conseguirlo». Algunas premisas que conviene tener en cuenta son: «Detectar aquellas posturas que adopta el niño para retener la orina y aplazar el momento de orinar, que no aguanten la ganas de orinar, que se puedan programar las micciones (por ejemplo, una antes de cada una de las cinco comidas del día y antes de acostarse ) y animar a que el chorro miccional siempre sea continuo, evitando que el niño lo entrecorte cuando está orinando, y a que vacíen del todo la vejiga cada vez que van al baño».

Enuresis y pandemia

Elena Taborga considera que algunas formas de enuresis con un alto componente emocional puede que hayan aumentado a raíz de la pandemia por el nuevo coronavirus. Pero la especialista va más allá: «Como en otras entidades de evolución crónica, se han perdido diagnósticos y ha empeorado su control. Esto da lugar a que se orinen en la cama por más tiempo y evolucionen más a formas complicadas. Tanto para identificar este problema como para solucionarlo la relación presencial es clave: el teléfono no vale», concluye la pediatra avilesina.

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