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Pelayo endulza el verano en Salinas

El popular artesano avilesino se traslada al paseo marítimo para brindar a los bañistas “los mejores barquillos del mundo y los de toda la vida”

Pelayo mostrando uno de sus dulces. Mara Villamuza

Guillermo Manuel Pelayo Barquín, más conocido como Pelayo, se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para preparar los barquillos de miel en su obrador de la calle Rivero de Avilés. Después, según esté el tiempo, acude a la playa de Salinas, en el entorno del Club Náutico, o se coloca en el parque Las Meanas, en Avilés.

Este lunes hizo 50 años de la primera vez que salió a vender por la playa. “Comencé en esto con diez años; iba con mi padre, y con catorce empecé a hacer yo mismo los barquillos”, declaró el popular barquillero a pie de playa. Es la cuarta generación de en el oficio y no sabe si habrá una quinta. “Mis hijos saben hacerlos, pero no se dedican mucho a ello. Ahora abriremos un nuevo local y se encargarán de distribuir y empaquetar. Además, prevén crear una página web para realizar envíos”, confirmó Guillermo.

El barquillero con sus dulces. Mara Villamuza

El barquillero confiesa que, aunque haya estudiado construcciones metálicas, concretamente calderería, nunca se dedicó a ello. “Nací entre esto y lo he vivido desde que nací”, añadió.

Gracias a Guillermo, el oficio se mantiene. “Todos los barquilleros que conocí se han ido muriendo o son ahora muy mayores. En Oviedo había dos”, confirmó. La dedicación de tantas horas hace que cada dulce esté exquisito. El secreto de sus barquillos está en la receta que creó su abuelo.

La esencia permanece, aunque él mismo afirmó que ha ido variando los ingredientes con el fin de mejorar el resultado. “Yo tengo mejores harinas que mi padre. Él tenía que cribar la harina porque tenía impurezas. También he cambiado la fruta o el azúcar, pero la esencia del sabor del barquillo se mantiene”, explicó.

El popular barquillero con el bombo, en el paseo de Salinas M. Villamuza

La gente de Salinas, y también los turistas que pasean por la playa, se paran a saludarlo. “Muchos ya conocían a mi padre y los veraneantes, que suelen venir todos los años, ya me conocen. Me tienen mucho cariño y yo a ellos. Me acogen muy bien”, aseguró.

En temporada de verano, sus ventas se disparan. “En esta época vendo mucho. A la gente le gusta y vienen a por barquillos”, abundó Pelayo.

Sin embargo, el parón de la pandemia ha hecho que también para él hubiera una pausa. “La pandemia tocó bastante y se notó muchísimo. La gente venía con miedo y tristeza”, explicó.

Con la mejora de la situación, el barquillero más conocido de la comarca continúa vendiendo en Salinas. “Son los mejores barquillos. Los como desde que era niño porque conocí a su padre. No se concibe la playa de Salinas sin los barquillos”, declaró Fernando Alonso, uno de sus clientes habituales.

Durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑA, son varios los que detienen en el paseo marítimo para comprar los dulces. “Nos encantan. La miel tiene superpoderes”, añadían los pequeños Juan y Marcos de la Flor. Pelayo recuerda una frase que pregonaba su padre durante la venta de barquillos. “Chavalibris comed barquilibris para engordar la barguibilis. Ya no la uso, pero a veces la digo con mis amigos o cuando pasa algún niño”, bromeó.

Los barquillos más conocidos se mantienen y, gracias a la ayuda de la tecnología, ahora podrán llegar a cualquier lugar.

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