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La galerna del Cantábrico: sesenta años de luto pesquero

El mar enfureció de súbito y golpeó sin piedad a los pescadores. Se registraron 21 naufragios, con un saldo en todo el litoral de 83 muertos, 53 viudas y 126 huérfanos.

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La Galerna del 61 en el Cantábrico

La crueldad del mar Cantábrico se puso de manifiesto en la galerna del 61, que sembró de luto los puertos de Avilés, San Juan de la Arena, Cudillero, Candás, Lastres y Llanes como nunca antes. Veinticuatro muertos en total -fueron 83 en toda la Cornisa-, doce de ellos de La Arena y ocho de Avilés, las localidades cuyas flotas salieron peor paradas. Ahora se cumplen 60 años de de la galerna y las gentes de la mar no olvidan la catástrofe ni quieren que las generaciones jóvenes tengan como única referencia de aquella tragedia un apunte en los libros de Historia. Quedan supervivientes, viudas y huérfanos para contar lo ocurrido en primera persona y vecinos que en su día, en un alarde de solidaridad, se volcaron con las familias afectadas a los que agradecerles el gesto. Con este motivo, el centro de Interpretación de la Ría del Nalón 'Puerta del Mar', ubicado junto a la ría del Nalón, acogerá una serie de actos. Mañana el director del Museo Marítimo de Asturias, José Ramón García López, ofrecerá una conferencia. Será a las 19.30 horas.

Las crónicas de la galerna del 61 hablan de un «imponente temporal», de «irreparables consecuencias» y de «drama en los puertos». Los supervivientes describen el estado de la mar como «montañoso», lo que supone una categoría de grado 10 en la escala Beaufort, cuyo máximo es 12. Semejante graduación implica vientos de 48 a 55 nudos, olas muy altas (hasta 12 metros y medio) con crestas de espuma colgantes y baja visibilidad. Un infierno. «Los viejos siempre decían que las galernas duraban entre seis y ocho horas; la del 61 duró casi tres días, nunca se vio cosa igual», relataba años atrás el pescador avilesino jubilado Pedro Solís, que vivió la galerna a bordo del «Angelina».

La galerna de la que ahora se conmemora el 60º aniversario pilló a la flota asturiana -más de 300 barcos- en plena costera del bonito. El Cantábrico enfureció de súbito y golpeó sin piedad a los pescadores. Se registraron 21 naufragios, con un saldo en todo el litoral de 83 muertos, 53 viudas y 126 huérfanos.

Los puertos de San Juan de la Arena y Avilés fueron duramente golpeados. El primero perdió a doce de los catorce tripulantes del «Águila del Mar», patroneado por Belarmino González, que salvó la vida junto al marinero José Cuervo. También se fue a pique el «Padre Nazareno», si bien la dotación tuvo la fortuna de ser rescatada sana y salva por un bou francés. De Avilés naufragaron el ya citado «Campo Eder» (tres víctimas de la misma familia, dos hermanos y un primo) y «La Fea» (cinco muertos, entre ellos un padre y su hijo). Nunca se recuperó cuerpo alguno.

Los pescadores que salvaron la vida describen el horror vivido durante la galerna con la gallardía de los lobos de mar. Así lo contaron en su día algunos protagonistas: «Los barcos se pusieron a la capa (estabilizar el buque en la recalmada de las olas a la espera de que el mal tiempo amaine) pero viendo que la cosa se ponía cada vez más fea empezamos a correr la galerna (popa al viento) intentando llegar a algún puerto de refugio. Tras recoger los aparejos y trincar el utillaje de la cubierta, el grueso de los tripulantes se refugió en los ranchos (uno de los habitáculos del barco) y dos o tres personas quedaron al mando: el patrón al gobierno, y uno o dos marineros amarrados a los palos para avisar de los golpes de mar que llegaban. Y así una hora tras otra, pensando que aquello era el fin».

La lección fue tan grande que la comunidad pesquera y las autoridades se concienciaron de la necesidad de revisar todo lo relacionado con la seguridad marítima. La galerna del 61 supuso el fin del vapor como medio de propulsión de los pesqueros y puso de manifiesto la urgencia de afrontar sin tardanza un proceso de renovación de la flota. Hubo avances en materia de capacitación de patrones y diseño de buques pesqueros (dejaron de construirse lanchas con popa en forma de cola de gallo, sustituidas por las actuales en forma de nuez), empezó a hablarse por vez primera en Asturias del concepto de seguridad en lo relacionado con la pesca y mejoraron las predicciones meteorológicas nacionales.

Otras lecciones que dejó de la galerna del 61 fueron de índole humano. En primer lugar, el arrojo y la determinación que mostraron los marineros sorprendidos por el temporal a la hora de ayudar a otras naves y hombres en apuros. Ese código del mar que obliga a auxiliar a los náufragos en cualquier mar y circunstancia fue el que obedecieron ciegamente, por ejemplo, los tripulantes del «Aniceto Fernández», que salvaron de una muerte segura a doce de los tripulantes del «Campo Eder».

La solidaridad que se desplegó en el mar tuvo continuidad en tierra. El lunes 17 de julio de 1961 la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery acogió el multitudinario funeral por los pescadores fallecidos en medio de un duelo generalizado y un silencio sepulcral. Escenas parecidas se vivieron en La Arena, donde lloraban a doce de los suyos. El barrio del Nodo y la cofradía «Virgen de las Mareas», en el caso de Avilés, se volcaron con las familias de los difuntos, el Estado prestó ayuda económica a viudas y huérfanos y la ciudadanía avilesina contribuyó a la causa con una suscripción popular que superó el medio millón de pesetas de la época.

El tercer y último gesto que da idea de la pasta de la que están hechos los pescadores fue la entereza de ánimo con la que volvieron a la mar tras el duelo. Dice un dicho popular que «quien ha naufragado teme a la mar aún en calma». De ser verdad, los que vivieron la galerna del 61 hicieron de tripas corazón porque al día siguiente del funeral por los difuntos los primeros barcos zarparon en busca de bonitos. Otros se quedaron en puerto reparando los daños sufridos y se incorporaron a la costera con posterioridad. Incluso los tripulantes del «Campo Eder», que al haber perdido el barco fueron reubicados en otros.

Sesenta años después nada de todo esto se olvida en los puertos asturianos.

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