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Luanco galopa a la orilla del mar

Las participantes en el hípico de La Mofosa, que destacan el compañerismo en las pruebas, afirman que la ubicación “es una pasada”

Ana Yan, con su caballo “Fibula de Alveitar”. Miki López

Ana Yan González, con su yegua Fíbula de Albeitar, viajó desde Madrid a Luanco y, aunque lleva cinco años practicando hípica, ayer fue la primera vez que compitió en la cita asturiana. Las pruebas, que se desarrollan en el recinto de La Mofosa, continuarán hasta el domingo y el próximo fin de semana. “Luanco me parece un sitio precioso, por las vistas al mar”, resumió Yan.

Dos saltos del concurso, con el mar al fondo. M. López

La madrileña de ascendencia oriental asegura que con entrenamiento todo es posible. “Esta ubicación es perfecta para enseñar a los caballos y para empezar a competir, el único miedo que tenemos es que los caballos se asusten”, comenta mientras se acerca su compañera Nuria Fernández, de Gijón, que coincide con ella en que Luanco “es una pasada, porque ves el mar” y afirma que, cuando acabe el concurso, muchos de los jinetes se irán de ruta para aprovechar las increíbles vistas y el buen tiempo con sus caballos. “Es un deporte que depende de la conexión que tengas con tu caballo”, detalla la gijonesa, al tiempo que subraya la importancia de la relación que se establece entre persona y animal. “No es como en otro tipo de deportes. En tenis, coges una raqueta y ya está; la raqueta no piensa, pero el caballo sí”, remata.

Luanco galopa a la orilla del mar

Nuria Fernández ha probado la yegua que pertenece a Ana Yan y afirma que no se entienden, ya que no existe una relación entre la yegua y ella.

“La hípica es un deporte muy sacrificado y poco agradecido. Hay quien tiene mozo para que cuide al caballo, pero los demás limpiamos, cepillamos y atendemos a nuestros caballos”, continúa explicando.

Ana Yan indica que en Gijón tienen fácil acceso a la práctica de la hípica, algo con lo que Nuria Fernández está de acuerdo. “El Chas (Club Hípico Astur) está muy bien ubicado y es sencillo ir hasta allí para dar clase y atender a los caballos”. La madrileña comenta que, en su caso, lo tiene más difícil al vivir en el centro de Madrid y tener que trasladarse a Alcorcón para practicar este deporte. “Lleva mucho tiempo, pero merece la pena”, concluye.

Elena Fondevila, compañera del CHAS, señala que la pandemia afectó a la práctica deportiva. “Después de meses parados, cuesta volver y arrancar, tanto a uno mismo como al caballo. La vuelta a la rutina fue complicada, pero poco a poco volvimos a la normalidad entrenando”, asegura la gijonesa.

Las tres amazonas resaltan el compañerismo que se vive en el concurso. “Hay pequeños roces, como en todas partes, pero nos llevamos muy bien”, asegura Fondevila. “Siempre que un caballo se escapa, vamos todos corriendo a por él. Uno pone pienso, el otro va en su busca. Es algo que no se piensa, es innato”, añade Fernández. “También nos dejamos materiales y equipación, porque siempre se nos olvida algo”, concluye.

Más información, en página 43

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