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Favila grafitero

El artista moscón termina en dos mañanas un mural en la calle de la Fruta: un navío que surca los mares

Favila, pinta un navío en la puerta del hotel Don Pedro, en Avilés.

Favila saca el pincel y dos ratos después en la jamba marrón del acceso al hotel Don Pedro hay un navío de esos antiguos: velamen al viento, proa enfocada a las tierras americanas.

“Julio Álvarez, el director del hotel, y yo somos amigos desde hace tiempo. Se puso a hacer obras: colocó unas tablas en el cierre, pero quedaba todo feo. Le dije que podía hacer un mural para cubrir todo eso. Le gustó la idea. Lo hicimos Carmen Peláez y yo. Cuando terminaron las obras me fijé en la jamba. ¿Y por qué no la pintamos? Así que me puse a ello. Me di cuenta de que estando donde estaba el mural iba a tener mala vejez: uno apoyado mientras echa un cigarro, una maleta que se arrastra... Dijo él que ponía el cristal para protegerlo”. Y ya está: un grafiti de Favila para toda la eternidad. En sólo dos mañanas.

Todo viene de lo que me enseñó mi padre, que empezó pintando con brocha y terminó decorando iglesias”, cuenta su hijo al otro lado de la línea telefónica.

“Había trabajado en la Fábrica de Armas, en Trubia. Con un socio montó la empresa Maxti. Pintaban chalés, casas, iglesias... Les decía al cura que podía pintar con algo artístico. Y el cura, tan contento”, cuenta Favila. Así que parte de la obra artística de Amado González Fernández se mantiene “todavía”, se asombra el popular artista moscón. “En San Pedro de Grado, por ejemplo. Y en la de Ambiedes. Fuimos para el bautizo de mi sobrina y ahí estaban”, reconoce.

Sin embargo, el vínculo de Favila con el grafiti llegó un poco más tarde: allá por los setenta. “Francisco García, ‘Pachín’, y yo éramos alumnos de Vicente Santarúa en su academia, en la calle de la Cámara. Un día nos dijo que fuéramos con él a Candás, a su pueblo. Quería pintar todas las paredes libres. Le ayudamos. Le dijimos que queríamos hacer uno los dos juntos. No duró nada: rehabilitaron la casa, pero es normal. Los grafitis están para eso, para ser efímeros”, subraya el popular artista plástico.

Cuenta Favila que él y el cineasta avilesino Fran Vaquero mantuvieron un “duelo” de grafitis en plan Banksy y King Robbo en el Londres de los noventa. “Nosotros, mucho antes: en los setenta”, se reivindica. Resulta que Vaquero pintaba en las vallas de la ruina del teatro Palacio Valdés. “Y yo a la noche siguiente, le respondía”, cuenta Favila. “Así varias noches”. Vaquero y Favila eran amigos, pero no sabían que ellos mismos eran los “duelistas”. Favila se ríe: “Tardamos en saberlo”.

Las intervenciones artísticas en la calle son siempre del agrado de Favila y se muestra encantado de que la villa de Avilés se haya embarcado en pos de la capitalidad asturiana del grafiti a través de la primera edición del Festival de Cultura Urbana, del primer Focart. “Tiene mucho potencial”, subraya. “La tela que tapó el cierre de la obra la recogió Julio Álvarez y ahora está buscando sitio para colgarlo”, aclara.

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