Rodeada de cuadros, muñecas, esculturas y ropa, Aida Pantiga Valle, de 84 años, vecina de Corvera, recibe a LA NUEVA ESPAÑA en una casa llena de recuerdos, y sobre todo, de arte. La octogenaria, que ha sido seleccionada como “corverana ejemplar”, relata melancólica los años más duros de su vida, también los más felices y, como no podía ser de otra manera, también cuenta cómo desarrolla día tras día el proceso artístico que, entre otras facetas de su vida, le ha convertido en una vecina “ejemplar”.

Natural de Tudela de Agüeria, Pantiga siempre tuvo claro que lo suyo no era estar quieta. Desde bien pequeña ya bordaba y hacía ganchillo. Sabía que el arte le gustaba, pero en una familia humilde de nueve hermanos las cosas no eran fáciles para nadie. Sin embargo, y pese a los impedimentos de la época, aquella mujer con madera de artista no cesó en su lucha. “Las necesidades hacían que agilizase la mente. Para jugar no teníamos nada, pero lo imaginábamos todo: el cascallo, hacer una cometa... Cualquier cosa nos hacía felices”, evoca la corverana.

A pesar de las adversidades, su madre siempre vio que algo era especial en ella y siguió fomentando, cuando podía, la pasión de Pantiga por la costura y la artesanía. “Mi madre decía siempre que yo tenía unas manos de oro; si hubiese llegado a ver todo lo que he hecho le habría encantado”, señala emocionada la artista, recordando el alzheimer que padeció su madre.

Esta no sería la primera vez que a la protagonista de esta historia le brillasen los ojos a lo largo de la entrevista, pues lo más duro estaba todavía por llegar. A medida que avanza en el relato, cuenta que perdió a tres de sus seis hijos y que no fue hasta los 25 años cuando se mudó a Corvera con su marido. Durante ese tiempo, Pantiga seguía creando cosas con sus propias manos, y más o menos a los sesenta años comenzó a pintar “en serio”. “Los cuadros y todas las obras que hago, ya sean escultura o costura, son como mis hijos; lleva mucho tiempo hacerlos y me da pena venderlos. Así que tengo aquí, en casa, un montón de cosas”, explica la octogenaria.

Lo más impresionante, es sin duda que la artista es autodidacta y que su talento es innato. Ha realizado también dos exposiciones de sus obras y tiene una tercera esperando por culpa de la pandemia, pero la retomará cuando sea posible. “La inspiración me viene sola y no la puedo parar. Una vez de noche, cuando me iba a dormir, entré en mi ‘cuarto de pintar’ y me puse a dibujar el boceto de lo que tenía en mente, luego a pintarlo y, sin darme cuenta, me dieron las 5 de la mañana delante del lienzo”, relata la corverana mientras muestra desde casas de hadas, cuadros de arena pintada, vestidos de muñecas de lo más original, casas de zapatos recicladas y un sinfín de obras realizadas con sus propias manos.

Los golpes que la vida le ha ido dando, ella los ha tratado de esquivar con su arte; y hasta el momento, lo ha conseguido. Ahora vive sola, pero sus hijos y nietos van muy a menudo a verla y su pasión por la creatividad se ha visto reflejada en uno de ellos, que ha estudiado Bellas Artes. “Siempre he luchado a contracorriente, por eso quiero decir a todos los jóvenes que luchen siempre por aquello que los llena y les ayuda a levantarse día tras día”, concluye la artista.