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Luis María González, autor de “La última bala": “Me metí a escritor empezando la casa por el tejado: con una novela”

“Mi padre nos llevaba los sábados a la librería de Galerías Preciados: crecí leyendo”

Luis María González. Ricardo Solís

Luis María González (Avilés, 1969) atiende la llamada de LA NUEVA ESPAÑA mientras pasea por una gran superficie comercial en Siero. Acaba de publicar “La última bala” (Orpheus Ediciones Clandestinas, 2021), una novela con exboxeadores, camellos, prostitutas y muertes violentas.

–Y todo ello en Avilés.

–Entre los años 1981 y 1992.

–Un tiempo muy concreto.

–Tengo 52 años y los primeros ochenta los tengo bastante borrosos. Los noventa no: los tengo muy andados. Me acuerdo de pasar por la plaza del Dulcinea y ver a las putas asomadas ahí arriba. Era una zona de muy mala fama. Avilés era como aquel Bilbao anterior al Guggenheim. No digo que Avilés fuera un pozo, pero a la contaminación y la suciedad se sumaba la droga y todos aquellos personajes...

–Imagino que “La última bala” no es lo primero que escribe.

–Desde luego que no. Es, eso sí, lo primero que publico. Tengo muchos relatos, cuentos... Hace once años, cuando nació mi hija, me puse a escribir de seguido.

–¿Y eso por qué?

–Lo expliqué en la presentación que hicimos del libro en el Valey. Mi padre es médico. Tengo ocho hermanos. Soy el penúltimo. Mi padre era amante del Latín y del Griego y de todos los clásicos. Los sábados nos llevaba a mi hermano pequeño y a mí a Galerías Preciados, en Oviedo. Tenía una librería estupenda donde se pasaba las horas mirando libros. Nos compraba libros siempre. O sea, que crecí leyendo. El Instituto hice letras puras y en la adolescencia no escribí nada. Nació mi hija y como era la época de las siestas largas un día me puse delante del ordenador. Me metí a escritor empezando la casa por el tejado: con una novela.

–¿Y qué tal le fue?

–Como le pasa a todos los escritores cuando terminan su primera obra estaba convencido de que era mi obra definitiva, pero después me di cuenta de que realmente no valía: la reescribí en la pandemia.

–O sea, novato y, a la vez, veterano.

–Eso es: de estreno, pero con cierto bagaje.

–Y le sale una novela negra.

–Siempre digo que más que negra, es oscura. El planteamiento no es el de la investigación de una muerte.

–Pero hay un exboxeador que es portero de un puticlub y que vive en El Nodo.

–Mi mujer me dijo que fuera a un taller de escritura creativa que organizaba el Ayuntamiento de Castrillón. Resulta que ese año iba de la creación de un personaje. A lo largo del curso ese personaje tenía que interaccionar. Así salió Tony Seoane, el exboxeador acabado. El primer capítulo de “La última bala” parte de un relato que se titula “Tiempo de cuaresma”. Resulta que mientras estaba en el taller me fueron saliendo bastantes relatos con Tony Seoane. Los leí y me dije que estaría bien hacer algo más.

–Parece un tipo muy reconocible.

–La ciudad de Avilés de aquellos años sí he procurado que sea reconocible. Hay transfiguraciones de avilesinos célebres de aquellos años e, incluso, hay juegos con los apellidos de mis amigos. El del comisario es el de una compañera de trabajo. Estoy en la piscina de Piedras Blancas y por allí viene un personaje que me cuenta que nació en el Nodo, que la familia entera vivió en una habitación con derecho a cocina. Me gusta documentarme, no dejar nada al azar.

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