El calamar, el más estratega de los depredadores marinos, brilla por su ausencia. El molusco cefalópodo escasea en aguas asturianas y, como consecuencia del desplome de capturas, el precio no ha dejado de subir en los últimos años y ya está en el “top ten” de los pescados de lujo en Asturias: el pasado junio el kilo de calamar cotizó en la rula avilesina a 27,70 euros de precio máximo, un euro más caro que el bogavante y casi igual que el lenguado fino.

¿La explicación? “Nadie lo sabe. Hay años buenos y malos para el calamar, pero ya llevamos varios seguidos nefastos”, subraya Eloy Sopeña, el patrón mayor de la cofradía de La Arena, todo un experto en la ciencia de la potera, que es el arte que se suele usar para capturar los calamares y que menos los daña.

Lo que es evidente es que el calamar es la décima especie que cotiza más cara en la rula por detrás del santiaguiño (95,5 euros el kilo), el virrey (51,7 euros el kilo), el besugo (41,7 euros el kilo), el percebe (36,3 euros el kilo) o el rodaballo (33 euros el kilo), por citar algunos ejemplos. Pero las cada vez más insignificantes capturas de cefalópodo ya no hacen rentable la costera a los pescadores que faenan en el Cantábrico.

Desde hace una década las capturas de calamar son pobres: el pasado mes de junio, por ejemplo, en la rula avilesina se subastaron 476 kilos de este molusco cefalópodo, antaño económico. Sobre las causas que pudieran explicar esta crisis de la pesca del calamar, hay más teorías que certezas.

En su día los profesionales culparon a los furtivos: “El problema de los furtivos es que tiran el precio por los suelos, pero no tienen que ver con que el calamar escasee. Si no hay para nosotros tampoco para ellos, eso es así”, afirma Sopeña. El paulatino calentamiento del agua del Cantábrico, la proliferación de depredadores del calamar –como el atún y el bonito– o el “excesivo castigo” al que es sometido el recurso son otras hipótesis.