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José Luis García, el último farero de Peñas

El guardián de la torre se jubila tras 34 años al cuidado de la linterna más septentrional: “Esto es la catedral, el resto son capillas”

José Luis García, ante las bombillas de la linterna.

José Luis García González es el último farero de Peñas, puesto que dejará el próximo 6 de octubre porque le ha llegado la hora de la jubilación. Desde 1987 es el encargado del mantenimiento de este singular espacio, al norte del norte de Asturias, en la parroquia gozoniega de Viodo.

José Luis García, el último farero de Peñas Pablo Solares

Antes trabajó de farero en Tarragona, donde hizo las prácticas, y después le tocó el faro San Emeterio en Ribadedeva. Después, cumplió su objetivo: ser el farero de la “catedral”. “El resto de faros son las capillas, pero el de Peñas... es la catedral”, afirma con sorna este hombre natural de Bañugues.

Confirma que su trabajo ha variado mucho con el paso del tiempo y los avances tecnológicos. Enamorado de la mar y de su mundo, prefirió opositar a farero que ser capitán de la marina, como muchos de sus vecinos que García veía “desarragaidos” tras temporadas en altamar cuando regresaban al pueblo.

Visitante en el entorno del faro Pablo Solares

“Este grupo electrógeno será el que me sustituirá a mí, está aquí porque yo me marcho”, indica mientras señala para la máquina que controlará que la linterna, ubicada en la parte más alta del faro, “para que siga dando tres destellos cada quince segundos” y sirva para ubicar a las embarcaciones que navegan por el Cantábrico.

“Me encargo del mantenimiento, si hay que retejar, se hace, con viento y lluvia”, apunta. “El día 6 será un día normal, el que va después del 5”, añade García, que sigue viviendo en la instalación portuaria en la que, en su momento, hubo tres profesionales que trabajaban a ocho horas cada uno. Por aquel entonces, el faro no funcionaba de manera automática.

Vistas desde la linterna del faro de Peñas Pablo Solares

Anécdotas tiene muchas como un día que unos náufragos se presentaron en el faro porque un pesquero se había ido a pique junto a la Gaviera. “Les dimos café y ropa”, recuerda.

“Eso sí, ningún accidente puede adjudicarse a un faro”, indica tras relatar una historia del siglo XIX en Trafalgar “donde luego se probó que el capitán iba ebrio”, bromea.

Sube las empinadas escaleras de forja de acceso a la linterna –“que es la más grande de España con 4,20 metros de diámetro”– y continúa con historias de otros tiempos, todo después de relatar que aún mantiene una vieja tradición de farero: escribir en el “libro de servicios” todas las incidencias del día, desde si está nublado al inventario y tareas realizadas y a realizar. Antes era obligatorio, pero desde 1993, ya no.

Y García lo sigue haciendo a diario y el primer farero de Peñas inició el 15 de julio de 1851.

Los cristales del faro son limpiados a diario, tienen seis caras. “Es algo muy delicado”, precisa. “El de Peñas es un faro de primer orden, que son los que tienen las ópticas más grandes, es decir, con más alcance”, apunta el farero, que tiene claro que si falla la red de alta tensión, la que da luz a la linterna del faro, hay que dar manivela y arrancar el motor a mano y utilizar el peso que hace girar la linterna.

El libro de servicio de José Luis García, el último farero de Peñas. Pablo Solares

“Lo de antes es más seguro, menos sofisticado, sin embargo el automático funciona muy bien”, asegura. En la vidriera que rodea la linterna luce majestuoso el entorno del Cabo Peñas, con la punta de La Gaviera a un lado y la isla de La Erbosa al otro.

La luz entra por la cristalera y José Luis García mira hacia el mar. “Hay que vivir sin fijaciones, más importante que el sitio es la actitud que tengas”, apunta para después señalar que la parte móvil de la linterna “tiene una base de mercurio y no tiene desgaste desde su instalación en 1930”.

Los faros han marcado su vida. Es más, su mujer, Elena Olveira, es hija de un farero. Ambos ya han comenzado a hacer la mudanza a una casa del concejo. “No me da pena, si no sigo es porque no soy más joven, eso está claro”, ironiza.

El faro seguirá vigilado por técnicos varias veces por semana y, si se lo piden, García González volverá a la fue su casa para echar una mano.

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