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La lava se traga la casa de un avilesino en La Palma: “Convivimos con la bestia”

“El hedor a podredumbre es asfixiante”, relata Pablo Jiménez, que residía con su familia a un kilómetro del volcán de Cumbre Vieja

Arriba, imágenes de las primeras erupciones del volcán desde la casa de Pablo Jiménez.

El avilesino Pablo Jiménez residía con su familia en una urbanización de la calle El Paraíso, en la isla de La Palma, a solo un kilómetro del volcán de Cumbre Vieja, que el pasado 19 de septiembre entró en erupción en La Palma y que ya ha arrasado casi 900 hectáreas de territorio, lo que suponen nueve millones de metros cuadrados. Les desalojaron ese mismo día, pero la lava decidió tomar el camino del sur y se paró a escasos metros de su casa, lo que abrió la puerta a la esperanza. Solo fue temporal. Un mes después, una colada virulenta se la tragó. Ahora intenta mantener el ánimo para empezar de nuevo “conviviendo con una bestia que nos ahoga y un hedor a podredumbre asfixiante”.

Pablo Jiménez es del avilesino barrio de La Luz. Trabajó en varios locales de hostelería y restauración de la ciudad, pero pronto decidió unir sus dos pasiones: la profesión y el gusto por viajar. Durante unos años recorrió varios países, hasta que hace algo más de dos décadas se asentó en La Palma, donde imparte formación en su especialidad.

El día de la primera erupción “estaba en casa corrigiendo exámenes y de repente se escuchó una explosión”. “Salimos afuera y vimos salir humo de la colina, y digo colina porque allí no había la montaña que se ve ahora. Era una colina. Al principio me negué a marchar, porque creí que no iba a pasar nada”, relata en conversación telefónica.

Les desalojaron a la fuerza y pese a que la lava tomó el camino opuesto al de su residencia, no les dejaron volver. Todo se mantuvo en esta situación durante semanas, hasta que de repente una nueva explosión rompió el cono del volcán y la lava salió en dirección norte, hacia la casa de Pablo Jiménez y su familia. “Se iba acercando poco a poco, entró en la urbanización y se tragó la calle Alcalá, pero al llegar a escasos metros de nuestra calle y de nuestra casa se paró. Allí estuvo, quieta, varios días. Hasta que de repente el volcán estalló de nuevo”, relata Pablo Jiménez.

La lava se traga la casa de un avilesino en La Palma: “Convivimos con la bestia”

Este avilesino y su familia pudieron entrar el sábado pasado a su casa a buscar algunas pertenencias personales, y otra vez les obligaron a salir. Esa misma noche, su casa desapareció para siempre.

“Llevamos un mes viviendo en un apartamento que nos ha dejado una amiga. Pero ahora tenemos que pensar qué hacemos, a dónde vamos, y empezar a solicitar ayudas para volver a empezar de nuevo”, explica este avilesino afincado en La Palma que se niega a dejar de luchar. “No hay tiempo para lamentaciones. No podemos hacer nada en contra del volcán, así que hay que pensar en el futuro”, asegura rotundo e intentando mantener el ánimo y el buen humor.

Las noches son más difíciles, porque los terremotos, de más o menos intensidad, no cesan: “Esto es como vivir con la bestia, que cada día nos ahoga. Nos obliga a usar mascarillas y gafas, y a veces la tierra tiembla que parece que se nos vendrá todo encima. Nuestro apartamento es rústico y tiene el techo de madera; da la sensación de que en cualquier momento se vendrá abajo. Es una sensación muy extraña”.

Pero Pablo Jiménez no se deja amedrentar. “Hubo gente que quedó en peor situación. Hay que seguir peleando”.

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