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Dos profesores que hacen del barro arte

Ángel Domínguez-Gil y Jesús Castañón, que se jubilaron de la Escuela de Cerámica, se reafirman como artistas con “In itinere”

Jesús Castañón y Ángel Domínguez-Gil, ayer, en la Factoría Cultural. S. F.

Jesús Castañón y Ángel Domínguez-Gil decidieron que iban a titular su exposición conjunta “In itinere” para señalar que, pese a la jubilación, no se han apartado del camino. Los dos trabajaron en la Escuela Municipal de Cerámica de Avilés durante años, pero ya no. Ahora el tiempo lo reservan para seguir creando, para seguir transformando barro y hornear así su arte para siempre.

Domínguez-Gil entró en la Escuela en los ochenta y su compañero, de manera definitiva, hace trece años. “Antes había cubierto alguna baja”, explica. Los dos, en su encarnadura como artistas, son los protagonistas de la vigésimo sexta edición del Certamen de Cerámica “San Agustín”, que se expone hasta este viernes próximo en la Factoría Cultural y el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE). Un espacio para cada uno. “Para no darnos codazos”, bromea Domínguez-Gil, que tiene dos instalaciones en el Carbayedo. Castañón, por su lado, se ha encargado de llenar el centro cultural del Arbolón con una colección de creaciones que rozan la escultura y hasta la pintura.

“Cuando a Jesús y a mí se nos despierta la querencia por la cerámica, aquí no había nada”, cuenta Domínguez-Gil. Los dos, a mediados de los setenta, conocieron la cerámica de Miranda cuyos estudios había iniciado José Manuel Feito, el antiguo párroco de la localidad avilesino y divulgador de la artesanía popular. Ninguno de los dos conoce la razón por la que eligieron el barro como disciplina artística porque, en realidad, los dos comenzaron dando pinceladas en los lienzos. “Mi padre que era crítico de arte, me llevaba a los estudios de sus amigos cuando yo era niño”, apunta Castañón. Y esos amigos de los que habla eran Nicanor Piñole o Paulino Vicente. “Algo del olor a la pintura se me debió de pegar”, bromea el gijonés que, durante años, estuvo al frente de un taller llamado Textura que hizo del barro arte. “Allí empieza a traer a gente de la cerámica contemporánea que aquí no se conocían”, aplaude Domínguez-Gil.

La muestra conjunta está comandada por Ramón Rodríguez, el encargado de hacer de la Escuela de Cerámica, un foco artístico que superó las pretensiones utilitaristas que preconizó en su momento Feito. Sin embargo, los dos reconocen al cura su labor de recuperación de una de las señas de identidad de Miranda.

“La cerámica es una economía que necesita de otra economía”, sentencian los dos exprofesores. “La enseñanza fue esa segunda economía que necesitábamos”, añade Castañón. “Hubo épocas en que dábamos clases de cursos del INEM. Hacíamos los exámenes en el salón de actos del Carreño Miranda y para dirigirnos a los alumnos teníamos que utilizar megafonía de la cantidad de alumnos que teníamos”, cuenta Domínguez-Gil. Pese a ello los dos insisten en que la cerámica no es la mejor manera de ganarse la vida. “La cerámica sólo tiene sitio en algunas ferias. Y esto es muy duro. Esperas la Navidad para hacer algo de caja porque el resto del año...”, explica Castañón, que durante años fue de aquí para allá con sus piezas en ristre.

Los dos explican que la exposición doble existe gracias a Ramón Rodríguez, pero también a Anabel Barrio, la actual directora de la Escuela. “Sabía que nos iban a invitar a exponer en el Certamen cuando dejáramos el centro”, apunta Castañón. “Yo pensaba que, al estar aquí dentro, eso no iba a suceder”, reconoce su compañero. Pero sucedió.

Lo particular de la edición de este año es que son dos los espacios expositivos seleccionados: últimamente, el CMAE era el lugar elegido. “En la primera edición, sin embargo, se desarrolló en la iglesia de Sabugo, en la pequeñina”, continúa el fundador del taller Textura. “Estos años han pasado por el Certamen las primera espadas de la cerámica contemporánea de este país.”, subraya Domínguez-Gil. Y es que en Avilés expusieron en su día Antoni Tàpies y Miquel Barceló. “Domínguez-Gil y Castañón son tan buenos como para que puedan exponer en este Certamen”, apostilla Ramón Rodríguez.

Lo que se puede ver en “In itinere” es el “fondo de armario” de los dos artistas. No es una retrospectiva mutua, más bien un esto es lo que sabemos hacer. “Nos dieron la opción de exponer lo nuevo, pero echamos mano de lo que habíamos hecho”, apunta Domínguez-Gil. “Llegó la furgoneta a casa y empecé a echar cajas y cajas. Las abrí en el CMAE y comencé a descubrir cosas que tenía olvidadas”, confirma Castañón. “Los dos nos dedicamos a la cerámica, pero tenemos dos visiones totalmente diferentes”, subraya Domínguez-Gil. Y a la vista está: instalaciones en la Factoría y piezas independientes en El Arbolón. Una manera de despedir la enseñanza y de dar la bienvenida al arte para siempre. “In itinere”.

Ramón Rodríguez defiende la cerámica como hecho artístico

“Mi empeño siempre ha sido hacer de la cerámica una técnica artística más. Tan importante como pueda ser la pintura o la escultura, que siempre se consideran las bellas artes. No se sabe por qué la cerámica está relegada, pese a haber sido la primera manifestación artística”, cuenta Ramón Rodríguez, el exdirector de la Escuela de Cerámica de Avilés y el autor del estudio introductorio incluido en el catálogo de la exposición “In itinere” de Jesús Castañón y de Ángel Domínguez-Gil. Los dos son los protagonistas de la edición vigésimo sexta del Certamen “San Agustín” de cerámica que este año acogen –hasta el próximo día 19– la Factoría Cultural y el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE). Rodríguez explica que su apuesta por la cerámica artística y no por la funcional contó con el desagrado de José Manuel Feito, que opinaba lo contrario. “Me cuesta que algunos certámenes se centren en la cerámica”, reconoce el comisario de la muestra.

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