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La instrucción de los salva vidas: así es una jornada con Cruz Roja del Mar en Avilés

La entidad forma a más de una treintena de voluntarios ante eventuales emergencias: “No existe un sitio peligroso, los problemas ocurren en cualquier lugar”

La instrucción de los salva vidas del mar: así es una jornada con Cruz Roja del Mar en Avilés

La instrucción de los salva vidas del mar: así es una jornada con Cruz Roja del Mar en Avilés

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La instrucción de los salva vidas del mar: así es una jornada con Cruz Roja del Mar en Avilés Nel OLIVEIRA

Ya hace más de una década que Cruz Roja y 112 Asturias perdieron el convenio que tenían con una de sus embarcaciones de emergencias en Avilés, debido a la vejez de la misma. Sin embargo, hace aproximadamente un año trajeron a la villa la LS-Lastres –la única embarcación de nivel B en la región– con la intención de realizar un nuevo convenio con Salvamento Marítimo. Esto supondría una guardia de 365 días al año durante las 24 horas diarias. “De esta forma luchamos por dar respuesta a cualquier incidencia que se produjera en la costa de la comarca”, asegura Jorge Hernández, responsable del servicio de socorro y emergencias de Cruz Roja en Avilés. A pesar de que durante todo este tiempo siguieron prestando sus servicios con embarcaciones de menor envergadura, a día de hoy Cruz Roja trabaja en la formación de unos 35 voluntarios.

La labor de Cruz Roja hasta que se de la posibilidad del citado convenio con Salvamento Marítimo –aunque sí existen colaboraciones con ellos a día de hoy– se basa en proporcionar servicios preventivos a lo largo de todo el Principado. “La zona de Avilés y comarca está ahora desprotegida por la falta de ese convenio, que sí hay en otras partes de Asturias”, incide Hernández, que lo ve cada vez un poco más cerca: “Una parte del personal ya está formado, pero falta todavía un poco más para poder ofrecer esa disponibilidad anual completa”.

Arriba el servicio de Cruz Roja en el puerto de Avilés. Sobre estas líneas, Isaías Corrales a bordo de la embarcación. | M. Villamuza

Mientras tanto, en su día a día se dedican a la instrucción de más de una treintena de voluntarios. Algunos de ellos compaginan esta formación marítima con sus respectivos trabajos. Este es el caso de Isaías Corrales, marinero socorrista y trabajador de hostelería en El Mallu. “Lo que verdaderamente me gusta es la mar y ayudar a la gente, así que alterno mi trabajo con el voluntariado con la intención de que algún día me pueda dedicar a esto a tiempo completo”, explica Corrales, que aprovecha sus vacaciones, días libres u horarios fuera de turno para recibir el adiestramiento de Cruz Roja.

Sobre estas líneas, Alberto Mahia en laborales de mantenimiento. Arriba, los voluntarios con la costa de la playa de San Juan al fondo. | M. Villamuza

Desde su base de operaciones –situada a la altura en la vieja rula de Avilés– realizan varias salidas mensuales para que los voluntarios cojan la experiencia y formación necesaria en los operativos de rescate marítimos. “Ensayamos cómo se remolca una embarcación, aproximaciones o cómo tendría que tirarse un socorrista, entre otras cosas”, desarrolla Jorge Hernández, el responsable. Para ello, suelen contar con el apoyo de embarcaciones de recreo que se encuentren navegando en ese momento, a las que piden ayuda vía radio. “La gente no suele poner problemas, pero hay de todo. Lo habitual es encontrarse con facilidades”, asegura Hernández. Aunque no sea del todo fácil manejar a tal número de voluntarios, su predisposición para la formación suele ser elevada.

Los días que no realizan salidas, por ejemplo, una de las labores esenciales a realizar es el mantenimiento de la embarcación, que gracias a sus 300 caballos de potencia llega a alcanzar la friolera de 40 nudos, lo que equivaldría a unos 75 kilómetros por hora. “Como todas las embarcaciones genera suciedad en el casco, lo que poco a poco imposibilita la velocidad máxima”, desarrolla el patrón Alberto Mahia. Sin embargo, sí que llega a alcanzar esa velocidad máxima en condiciones óptimas, es decir, tras el mantenimiento anual en el que se revisan motores y la embarcación es sacada y devuelta al agua. Por poner un ejemplo, si hubiera una emergencia en La Peñona de Salinas, el tiempo aproximado en el que los servicios de emergencia tardarían en llegar a la zona desde la base de Avilés rondaría los diez minutos.

Instalaciones portuarias desde el canal de la ría de Avilés. | Mara Villamuza

Cabe destacar que una emergencia marítima no siempre pasa por el rescate de personas. “Solo a veces hacemos rescates, pero normalmente realizamos la prevención necesaria para no tener que hacerlos”, apunta Jorge Hernández. Por tanto, su labor –más allá del propio socorro en caso de emergencia en el mar– pasa por la lucha contra la contaminación, a través de la eliminación de vertidos o troncos que pudieran provocar choques con embarcaciones de recreo, o la recogida de animales muertos. “Una emergencia en el mar puede ser cualquier cosa”, afirma el responsable del servicio de socorro y emergencias de Cruz Roja en Avilés.

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Una jornada con los voluntarios de Cruz Roja del Mar de Avilés, en imágenes Mara Villamuza

Según recuerda Jorge Hernández, que lleva toda una vida dedicada a la ayuda humanitaria y al mar, la mayor emergencia que vivió fue la tragedia del arrastrero portugués Santa Ana en el cabo Peñas, donde murieron ocho personas al chocar con la isla Herbosa. “Fue algo traumático”, asegura. “Los tripulantes no tuvieron casi tiempo de reacción. Todos murieron en el actos menos uno que se salvó”. En ese escenario, subraya Hernández, fue necesario activar la ayuda psicosocial de Cruz Roja, ya que “la situación de las familias fue traumática. Las albergamos en nuestras instalaciones porque estaban pasando un momento muy duro que se alargó mucho en el tiempo”.

La instrucción de los salva vidas del mar

En cuanto a la situación más complicada que recuerda se queda con el accidente del Prestige. “Fue un momento de desesperación. Salíamos continuamente con las embarcaciones y veníamos cargados con chapapote. No parábamos de sacar y no veíamos el fin”, lamenta Hernández. Respecto a una de las más extrañas, cuenta la historia real de “un hombre que sabía que fallaba el aforador de combustible, pero salió igual y quedó tirado en una rompiente en Santa María del Mar con niños a bordo”.

Algunas de estas situaciones se podrían haber evitado con la cautela y prevención necesaria que solicita cualquier salida al mar, ya que según comenta Hernández, “no existe un sitio peligroso, sino que en cualquier lado podemos encontrar un problema”. Cualquier persona con pasión por el mar y por la ayuda humanitaria puede formar parte de estos servicios de emergencia, ya que hay desde perfiles muy jóvenes hasta de edades que superan los 60 años. La formación necesaria para ello –ofrecida y complementada por Cruz Roja– varía entre patrones, marineros socorristas y socorristas acuáticos. Todos comparten una pasión incondicional por el medio marino y por ayudar a las personas. Ellos son los salva vidas del mar.

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