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Los avilesinos en la diáspora: "Aquí no puedo ni independizarme, ¿para qué quiero volver?"

Samuel Suárez vivió primero en China y ahora en Estados Unidos, donde trabaja como profesor asociado en la Universidad de Massachusetts | “No me podía quedar con la espinita de no intentarlo”, asegura Jaime Díaz, que aparcó su carrera como informático por el cine

Samuel Suárez, en Sabugo y Jaime Díaz, en el parque infantil de La Exposición, donde jugaba de pequeño.

El plena sangría demográfica y con la paradoja de tener la juventud mejor preparada de la Historia, pero sin trabajo en muchos casos, Avilés afronta en esta década el reto de revertir la tendencia demográfica negativa y generar oportunidades para las nuevas y talentosas generaciones. LA NUEVA ESPAÑA da voz en estas páginas a esos que se van, y también a los que vuelven.


El avilesino Samuel Suárez Murias, que vivió el inicio de la pandemia desde China, ha vuelto a hacer las maletas. Si durante los primeros meses del año pasado regresó a casa cuando declararon la emergencia nacional, ahora ha vuelto a salir del país. Y sin previsión de billete de vuelta. Suárez Murias es desde agosto profesor asociado de la Universidad de Massachusetts Amherst, una de las mejores de Estados Unidos. “Estoy haciendo lo posible por llevar a cabo mi doctorado debido a las facilidades que oferta la universidad: podemos trabajar obteniendo experiencia como profesores y a la vez cursar el doctorado”, señala el joven.

Tras la etapa como profesor de Lengua y Cultura Española en Shandong durante tres años, ahora, dice, ha decidido volver a cambiar de país “simple y llanamente porque en España no hay estas oportunidades y menos aún durante la nueva era que vivimos, la del covid”. Si bien reconoce que en Massachusetts la vida es realmente cara (una lechuga en un supermercado normal cuesta alrededor de 2,5 dólares y una docena de huevos comunes están sobre los 3,2 dólares), al menos, indica, “puedo trabajar por un sueldo que me permite independizarme”.

Actualmente comparte casa con otras siete personas y celebra que pueda seguir formándose, “algo que España no me permite a pesar de estar dispuesto a trabajar y estudiar”. En otro orden de cosas, reconoce que le gustaría haber vuelto a China, “pero debido a que cada país hace lo que quiere con el covid no creo poder volver en un largo tiempo. Aún tengo pertenencias y ahorros allí, pero no puedo recuperarlos debido a todo el caos legal que están creando tanto los gobiernos como las entidades privadas”, se lamenta.

Cuando se le pregunta el porqué de su no rotundo a la vuelta a casa, señala que en su familia son cinco personas que se mantienen gracias al sueldo de un jubilado de la marina mercante española con una hermana que es telefonista en una empresa eléctrica. “Con ese sueldo y medio no podemos mantenernos debido a las políticas existentes en nuestro país. El marido de mi hermana ‘ya es muy mayor para que lo contraten’ a pesar de tener experiencia, pero parece ser que 45 años ya es muy viejo, aunque irónicamente quieren tenernos trabajando hasta más allá de los 65; creo que es, cuanto menos ‘curioso’ francamente”, reflexiona en tono sarcástico.

Y añade convencido: “No volveré a Avilés salvo para ver a mi familia y amigos, que es lo único que importa realmente, aunque siendo honesto preferiría que ellos vinieran a visitarme. Avilés, Asturias y España no significan nada mientras no permitan a la gente vivir una vida digna acorde a sus esfuerzos y necesidades. ¿Para qué quiero volver? Tengo dos máster, experiencia internacional en universidades de calibre y sé varias lenguas y lo único que consigo es que me contraten por apenas ocho euros la hora... No puedo independizarme y apenas puedo contribuir al bienestar económico de mi familia”.

Aclara que se considera una persona de mente abierta y respetuosa, pero reconoce que Estados Unidos “no tiene alma ni esencia. La vida diaria se resume a trabajar y si quieres entretenerte, ve a las tiendas a gastar dinero... Ponen descuentos en compras para el Día de los Veteranos (el equivalente a nuestro día de Difuntos), descuentos para el Día de Martin Luther King o el Día de los Presidentes... te animan a celebrar gastando tu dinero en cosas que no necesitas. Me parece una vida vacía el vivir aquí a pesar de que mucha gente esté enamorada de este país”.

En lo económico, abunda el joven avilesino, pese a la diferencia de salario de un profesor asociado respecto a otros profesionales (su sueldo ronda los 24.000 dólares, en función del estado, y el umbral de la pobreza en el país se sitúa en todo salario anual inferior a 44.000 dólares), asegura que aún puede ahorrar algo de dinero y ayudar a su familia en España. “Es cierto que lo hago a costa de perder oportunidades de viajar y demás, pero lo que importa es mi familia y su bienestar. Antes de noviembre Estados Unidos tenía sus fronteras cerradas al turismo y los precios eran asequibles, pero ahora que ya vuelven los turistas al país encontrar una habitación para pasar la noche es fácil, pero quizá tengas que pagar 300 dólares la noche en Nueva York y los precios son similares a lo largo del país”, lanza como aviso para navegantes.

Su vivencia con la pandemia al otro lado del charco es muy similar a España pues cada autonomía, cada estado, aplica sus propias reglas. “He viajado a Vermont y allá no hay ni siquiera la necesidad de mascarillas. Supuestamente ese estado es el más vacunado del país, pero parece que tampoco les importe mucho el contagiarse ya que en ningún establecimiento, ni siquiera en la hostelería, utilizan mascarillas”, relata. En New Hampshire tampoco se requieren mascarillas, no hay limitaciones ni toques de queda... porque el lema de este estado es “Live free or die” y por respeto a sus libertades individuales no hay vacunación obligatoria, ni mascarillas requeridas en interiores ni nada similar. “Quizá ciertos políticos de España estuvieran contentos en ese estado. En mi estado, en Massachusetts, todo es obligatorio: tenemos que dar clase con mascarilla, a pesar de que toda la universidad está vacunada salvo los casos por exención religiosa. Me pregunto si el virus teme a las entidades divinas”.

Por otro lado, explica, “lo que veo en España es como una broma. Dos días antes de Nochebuena aplican montones de medidas restrictivas... como si las fiestas navideñas fueran algo que ocurre de repente y no tiene una fecha fija. Todos los días hablo con mi familia y amigos y toda esta situación lo que está demostrando es la falta de interés de los gobiernos, no importa el bando, en construir una sociedad con futuro”.

Samuel Suárez, en su actual destino en Massachusetts. S.S.M.

A su juicio, la psicosis en cuanto al covid viene derivada de que el Gobierno está utilizando su poder “para obligar a las compañías a que todo el mundo se vacune, creo que también se produce esa psicosis cuando ves que la gente de tu alrededor está tensa, desanimada y no ve fin a esta pantomima. En un solo semestre he tenido a ocho alumnos con covid y no los veo arrastrando consecuencias para toda su vida”. Lo que quiero argumentar con esto es que creo firmemente, y más ahora que ya vamos a hacer nuestro segundo año completo con covid y empezar el tercero, que quizá no sea para tanto porque muchas otras enfermedades han causado y causan estragos día a día y no reciben tanta atención mediática”.

A diferencia de España, por ejemplo, Estados Unidos hace test de antígenos a su población, pero no PCR como los que les exigen a quienes llegan allí. “España no pide nada ni para entrar en el país ni para salir, pero en cambio cierra bares, pone límites horarios (parece ser que el virus es un alma de la noche) y en cambio en Madrid se pueden reunir cientos de personas en la plaza del Sol para festejar el nuevo año. Por todos estos motivos y muchos otros no viajé a España estas vacaciones”, concluye.

Cuando estaba en China y dio comienzo la pandemia, rememora, todos los medios occidentales junto a los presidentes de cada país decían que el covid era una simple gripe. “Cuando volví a España nos encerraron para nada... digo para nada porque solo sirvió para frustrar a la gente y aterrorizarla porque esas medidas propias de países dictatoriales no sirvieron para nada porque el virus ahí sigue y seguirá... “, se lamenta. E insiste en la teoría de no volver a España “porque temo quedarme atrapado en un país que no me va a dar trabajo y al que no le preocupa mi salud, solo le interesa que estemos encerrados a la vez que permite a los británicos y franceses ir de fiesta a las calles de Madrid o Barcelona”. A su modo de ver el discurso de los políticos, sea del signo que sean, “no se sostiene, no es coherente, es totalmente incongruente”.

Esta pasada Navidad se reunió con algunos amigos para comer algo el día de Nochebuena “más por la presión social, no por interés en la fiesta. No comimos nada especial ni hicimos nada particular. Sí que es cierto que sentí algo de incomodidad por no poder estar con mi familia, pero no debido a las fiestas, quizá algo más bajo como envidia o similar, pero sin las malas connotaciones de esta palabra”, apunta.

Desde que llegó en agosto, apunta, no ha dejado de oír que el país sufre de desabastecimiento, que no hay alimentos y por eso hay que subir los precios, “pero siempre veo los supermercados repletos a cualquier hora y es más, este año el Black Friday ha sido el más exitoso de la historia, a pesar de no haber cadenas de suministros”, asevera. Su reflexión final resume el sentir de muchos en su misma situación. “Las navidades cada vez son más iguales sin importar el país donde te encuentres. Quizá solo cambien los platos que comemos y creo que eso con los años también se diluirá. En Japón, por ejemplo, comen de KFC [cadena de restaurantes de comida rápida especializada en pollo frito] el día de Navidad...”, apunta a modo de ejemplo sobre “la situación sinsentido en la que nos encontramos”.

El ingeniero que halló en Madrid su pasión por el Séptimo Arte

A sus 27 años, el avilesino Jaime Díaz dio un giro de 180 grados a su vida hace cuatro. Una vez terminados sus estudios del grado en Ingeniería Informática en la Universidad de Oviedo, como cualquier otro recién licenciado emprendió la búsqueda de oportunidades laborales en la región. El tiempo pasaba, pero Díaz veía que no encontraba nada que le convenciera por completo. Sin embargo, un día se abrió la ventana que estaba esperando. “Me contactaron por la red social LinkedIn desde la empresa Indra, para irme a trabajar a Madrid”, explica el joven, que según comenta, tuvo que decidir su futuro “de una semana para otra”.

Jaime Díaz, en La Exposición MARA VILLAMUZA

Al ver las condiciones que le ofrecían desde la capital se dijo a sí mismo: “Me apetece un cambio”. Fue entonces cuando vio la posibilidad de crecer en su otra pasión: el cine. “Pensé que yendo hasta Madrid podría encontrar una manera de adentrarme en el otro sector”, manifiesta Díaz, que terminó residiendo en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz. Se fue con 23 años y estuvo dos más trabajando en Indra hasta que decidió volver a cambiar su rumbo al completo. En esta ocasión optó por pedir una excedencia en su trabajo para probar suerte en el mundo cinematográfico, como montador en la posproducción audiovisual. Actualmente se encuentra preparándose para ello en la Escuela de Cinematografía de la Comunidad de Madrid y se muestra contento con su decisión. “Teniendo esa posibilidad de excedencia la cogí por si acaso lo otro no va tan bien como espero”, reconoce el joven. 

Aunque el cine y la ingeniería informática parezcan a simple vista el yin y el yang, nada más lejos de la realidad. “Me ha ayudado mucho la soltura que tenía a la hora de pelearme con programas. Noto que a mis compañeros esa parte igual les cuesta un poco más”. Las oportunidades que hay en Asturias no le seducen ante un hipotético regreso a su ciudad natal, Avilés. “Viendo el panorama actual, desde el ámbito cinematográfico, aquí no hay nada. Hacía cortos en Avilés, pero veía pocas posibilidades.”, lamenta Díaz, quien reconoce haber conocido “más gente que se dedica al cine de Avilés en Madrid que aquí”. De hecho, según le comentan sus profesores, las oportunidades en el mundo del cine ahora son bastante amplias en España por la producción continuada de series. “Es un buen momento”, celebra. 

Por otro lado, Jaime Díaz tan solo se plantearía regresar a la senda informática si no cumple sus expectativas en la cinematográfica. “Si no me queda otra”, asegura. Además, un posible regreso a la villa pasarían tan solo por familiares y amigos. “No se puede comparar la oferta cultural que hay en Madrid con la de aquí”, remata Díaz, que tiró de valentía para dar un vuelco a su vida: “No me podía quedar con la espinita de no haberlo intentado”. 

Frenar la caída demográfica se ha convertido en la tarea estelar del mandato, con permiso del covid


Este diario se hizo eco hace menos de un mes del agravamiento de los males demográficos que afectan a Avilés: el año de la pandemia trajo cifras insólitas en el número de fallecidos, casi un 18 por ciento más que en 2019 en el conjunto de España. Y la natalidad no cubrió, ni de lejos, ese hueco de población perdida. Los datos son aún más punzantes en la comarca avilesina: en el último cuarto siglo han fallecido 13.007 vecinos. La caída demográfica registrada en este periodo equivale, por poner un ejemplo, a casi el total de la población que actualmente reside en Soto del Barco (3.800) y Gozón (10.282). En cuanto a la natalidad, ya está más cerca del medio millar de nacimiento por año que al millar de hace una década. A eso se une la imparable fuga de jóvenes que buscan alternativas laborales en otras comunidades españolas o en otros países. El gobierno local -covid al margen- tiene como eje director de su acción política revertir estas tendencias, de momento con solo un plan concretado: un programa de ayudas al alquiler.

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