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Daniel García, catedrático en Ecología: “La ‘economía rosquilla’ es una alternativa para compatibilizar riqueza y ecosistema”

“Asturias debe tener cuidado con el turismo para que no se convierta en la gallina de los huevos de oro y tenga impactos ambientales graves”

Daniel García García.

Daniel García García, doctor en Biología y catedrático en Ecología en la Universidad de Oviedo, es el ponente invitado por la asociación cultural La Serrana y el grupo ornitológico Mavea para participar en el ciclo “Ciencia y Naturaleza”. El profesor impartirá la conferencia titulada “Biodiversidad y valor económico de la naturaleza”. Será esta tarde, a partir de las 19.30 horas en los salones del complejo hotelero La Serrana. El profesor García es docente e investigador de Ecología desde 1994. Se ha formado y trabajado en la Universidad de Granada y en la Université Laval de Qébec. Desde 2001 imparte formación en la Universidad de Oviedo. Su producción científica se plasma en 130 publicaciones, de las que un centenar de ellas figuran en revistas internacionales de impacto, y ha liderado 13 proyectos de investigación de convocatorias competitivas públicas y privadas por un importe global cercano al millón de euros.

–¿Cuál es el valor económico de la naturaleza?

–Por un lado, están los bienes y servicios –alimentos o materiales– que utilizamos sin procesar, como es el pescado. Esto es mercantilizable de forma directa. Y luego están los procesos naturales de los ecosistemas que tienen repercusión en nuestro bienestar, como puede ser que los animales polinicen las plantas de cultivo.

–¿Puede poner un ejemplo palpable de cómo se calcula ese valor?

–Pensemos por ejemplo en la importancia de los animales en su contribución a la producción y calidad de la cosecha de manzana para la sidra. Que se consiga una buena cosecha y de calidad tiene un valor económico. Pero si lo que quiere es que le dé cifras, lo siento, porque esa es la clave de la conferencia (se ríe).

–Ahora parece que ya se ha interiorizado por una parte importante de la sociedad la necesidad de preservar la naturaleza. Otros, sin embargo, apuestan por la economía. Y en el centro de la disputa, el cambio climático.

–El calentamiento global es un problema muy grave que requiere un cambio de modelo energético y esa transformación se asocia a una repercusión económica. La riqueza se basa en el Producto Interior Bruto (PIB) y lo que pretendo demostrar es que ese modelo de crecimiento tiene alternativas, y hasta qué punto es compatible el crecimiento económico y la conservación de la naturaleza.

–Habla de alternativas. ¿Puede concretar alguna?

–La economía rosquilla es el modelo de economía incardinada, con un círculo interno de límites sociales para la igualdad, y otro externo, que sería el límite planetario, que dice qué valores no se deben sobrepasar, como por ejemplo las emisiones de efecto invernadero. Esos límites también van a limitar el espacio de desarrollo del planeta. La clave es la compatibilización de la economía y la conservación del ecosistema.

–Asturias es “paraíso natural” y ese es el reclamo turístico.

–Tengo mis dudas de que Asturias sea un paraíso natural, porque tiene problemas medioambientales muy serios de todos conocidos. El turismo puede ser una actividad realizada con cierto control, aunque no deja de ser una presión sobre el ecosistema. Si el modelo turístico es solo el alojamiento rural y el disfrute del paisaje, o un acercamiento respetuoso, está bien. Pero hay que ser cuidadoso e implantar medidas de control para que no se convierta en la gallina de los huevos de oro, y que el turismo masivo tenga impactos ambientales graves.

–¿Las macrogranjas son un problema en Asturias?

–No me consta que tengamos macrogranjas. La mayoría son explotaciones ganaderas semintensivas de pequeño tamaño y de reses vacunas para leche y cerdos. Y la ganadería de carne se encuentra en sistemas abiertos, de montaña, durante la mayor parte del año. No hay macrogranjas de animales encerrados cuya única actividad es comer y crecer. Y además está el problema de los efectos ambientales de los purines. Son enormes cantidades de desechos que requiere un gasto enorme de lejía en limpieza y que mezclados con agua van a acuíferos.

–Otro de los grandes problemas es el del lobo.

–Este animal es un elemento del ecosistema cantábrico que tiene valor y que se debe compatibilizar con el uso ganadero, sí o sí. Y eso supone que el ganadero modifique su forma de trabajar, y que la Administración asuma sus responsabilidades. Los primeros, con mayor presencia en el campo, y la segunda, con ayudas y vigilancia medioambiental. Se puede controlar al lobo con sistemas telemáticos para estudiar y controlar el uso de espacio de los animales. Las nuevas tecnologías, como los drones o con cámaras, facilitarían esa labor. Se puede obtener información a tiempo real para hacer análisis mucho más acertados de dónde están los riesgos.

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