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Los cofrades que pescaron la Sardina

El Entierro de la fiesta carnavalera se mantuvo durante el franquismo, vuelve por sus fueros con el núcleo duro del Carnaval

Teo Siñeriz, José María Herrero “Herrerín” y Chus Rodríguez, de la Cofradía del Santo Entierro, ayer, delante de la Monstrua. | Mara Villamuza

Hubo una vez en que la Sardina casi se queda sin enterrar. “Se nos había olvidado”. Esto no va a suceder esta tarde: a las 19.30 horas parte el velorio de la plaza del Carbayo, en Sabugo. Carroza, “testamentu”, plañideras y la charanga El Felechu para poner la banda sonora a la ceremonia de plegar velas de la celebración del regreso a las calles con desmelene.

Chus Rodríguez se ha puesto a recordar el día aquel del casi entierro que devino en nacimiento regular del velorio. “Deprisa y corriendo, en la sede del Partido Comunista, nos pusimos a redactar nuestros estatutos”, apunta. Y así pudieron salir, a lo loco. “Hubo Entierro de la Sardina durante todo el franquismo, luego estuvo el de Escontra’l Raigañu, Neptuno Garrido...”, cuenta Rodríguez, que pertenece a la Cofradía del Santo Entierro, los titulares de la contrata del funeral desde hace ni se sabe. Porque no lo tienen muy claro: 1989, 1991... Eso sí, el desempeño que han puesto en esta parte de la celebración antroxera ha sido tal que los ha singularizado: pareciera que han estado ahí siempre.

La cofradía es “una agrupación anárquica, pero también muy plural”. Llegaron a ser como veinte personas. “Extendíamos invitaciones a los reyes del goxu correspondientes para sumarse al velorio”, cuenta Rodríguez que, junto a Teo Siñeriz, el actual “Testamenteru”, y José María Herrero “Herrerín” forman parte del comité central de la cofradía.

Siñeriz es el encargado de guardar la memoria gráfica de cuarenta años de fiesta, de treinta y cinco descensos... “Herrerín” –ochenta y un años– es el festivalero pertinaz, el carnavalero en cuerpo y alma de la cofradía. Hoy, para la foto que acompaña a este reportaje, va vestido de pirata. Se ha colocado la mascarilla con la bandera la República como parche en el ojo. El mono azul de construir el artilugio se quedó en la nave de festejos.

Los santos cofrades estos se han convertido –hace años ya, la verdad– en los guardeses de las esencias carnavaleras avilesinas, aunque haya sido sin querer. “Al que se le ocurría pasarse un día por el Antroxu de Gijón al año siguiente le vapuleábamos en público”, admite “Herrerín”. Los cofrades no estaban para admitir que las fiestas de Gijón se nutrieran de personal avilesino. Los avilesinos tenían que ser tan leales como Pablo Montesinos a Casado.

El día ese en que casi se queda la Sardina sin enterrar fue el día también en que el Antroxu tuvo el final que se mereciera.

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