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La iglesia de Avilés a la que Ángel Garralda consagró toda su vida se convierte en capilla de sus exequias fúnebres

El templo que el sacerdote renovó a comienzos de los años sesenta acoge desde este mediodía sus restos, antes del funeral que se celebrará mañana

Ángel Garralda, con la iglesia de San Nicolás, de la que fue párroco más de medio siglo, al fondo. | Ricardo Solís

Cuando llegó Ángel Garralda a Avilés, Ensidesa era el porvenir del municipio. Ahora, que el sacerdote ha muerto –ayer a mediodía–, la gran siderúrgica está a punto de ser alimento de la historia del concejo. El cura eterno de San Nicolás se fue poco después del Ángelus, con la voz queda, entonando como pudo los versos de una de sus canciones predilectas –“Estrella de los mares”: “Aquí, todo está bien / Todo está bien / Todo está bien”–, con una gran sonrisa causada por el recuerdo de los niños del colegio que le llevó a casa Alfonso López, su sucesor. Garralda, lo había dejado claro en estas páginas, siempre tuvo un deseo que ha cumplido un poco a medias: “Me gustaría morir como San José de Calasanz, escuchando el runrún y el griterío de los niños”.

Y es que hace años que el sacerdote cambió la casa rectoral por el piso de sus últimos días. Allí estuvo hasta el final Alfonso López Menéndez, su sucesor en San Nicolás. Hasta cerrar los ojos. Lo hizo con 98 recién cumplidos, retirado de la vida secular por una neumonía que finalmente le ha abierto las últimas puertas del mundo. Este mediodía sus restos mortales accederán a “su” iglesia por la puerta de la plaza de Álvarez Acebal (el funeral es el sábado a las 17.00 horas), la que el sacerdote abrió allá por 1960 cuando cambió la cara medieval por la moderna del desarrollismo porque Garralda fue el cura del desarrollismo y, a la vez, el historiador de los sacerdotes muertos en la Guerra Civil –uno de sus voluminosos libros es “La persecución religiosa en Asturias”–.

Su desempeño en este punto fue el que llevó a los altares a los mártires de Nembra (los beatos Jenaro Fueyo, Segundo Alonso e Isidro Fernández). Lo escribió en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA: “Con esta noticia tan esperada ya puedo cantar el ‘Nunc Dimittis’ como el anciano Simeón, pues he esperado hasta los 92 años siendo vicepostulador de la causa de beatificación de estos siervos de Dios de Nembra. ¡Bendita la hora en que un sacerdote diocesano y tres seglares suben a los altares!” El “Nunc dimittis” es la oración del final del día. “Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra / porque mis ojos han visto tu salvación”.

Garralda llegó a Asturias desde Comillas, donde había estudiado para cura junto a su hermano Nazario y donde su madre les sacó antes de una saca que acabó con los jesuitas, sus profesores. Pasó luego por San Juan el Real, que es donde se casaron el dictador Francisco Franco y Carmen Polo, que luego sería patrocinadora de sus estudios (había sido alumna particular de la madre del cura).

Garralda mantuvo opiniones contundentes –“Me importa un comino la ley de Memoria Histórica, sólo defiendo que se diga la verdad”, por ejemplo–. Se hizo cargo de la iglesia de San Nicolás de Bari el 31 de junio de 1957 y un año después inició las obras que la renovaron de arriba a abajo y que presidió hasta que Juan Antonio Menéndez le relevó. Eso sucedió el 23 de octubre de 2011. Los feligreses bromeaban: “Sólo un casi obispo” podía sustituirle. Menéndez murió precisamente en la diócesis de Astorga. Garralda se fue apartando poco a poco; y ayer, se apagó.

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