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El cura Ángel Garralda ya es cimiento de su parroquia en Avilés

Los niños del colegio San Nicolás reciben con aplausos los restos mortales del sacerdote, que descansarán para siempre en la cripta de la iglesia de la Villa

El párroco Alfonso López y el diáconoJuan Antonio Blanco preceden al feretro de Ángel Garralda en medio del pasillo formado por los niños del San Nicolás en Álvarez Acebal. | Mara Villamuza

El párroco emérito de San Nicolás de Bari, Ángel Garralda García, que murió en Avilés este jueves con 98 años de edad, regresó ayer para siempre a su casa, al templo que administró durante seis décadas y en cuya cripta subterránea será enterrado fundiendose con el cimiento de una parroquia milenaria. Las campanas del templo de la Villa tocaban a difuntos cuando el coche fúnebre embocaba la plaza de Álvarez Acebal desde la calle Julia de la Riva. Se detuvo ante la puerta que Garralda ordenó abrir en 1960. Allí, los niños del colegio de San Nicolás, el que Garralda había contribuido a fundar al poco de llegar a Avilés (lo hizo en 1957), habían formado un pasillo que recorrieron el sacerdote Alfonso López, sucesor del histórico párroco, el diácono Juan Antonio Blanco, ahora, en Gozón, y el monaguillo Juan Carlos López. Representantes de las cofradías de Semana Santa portaron el féretro. Al llegar a los primeros escalones de la puerta de Ángel Garralda, el párroco actual pidió un aplauso a los alumnos cuyo runrún enternecía al párroco de toda la vida cuando todavía residía en la casa rectoral, que también rehabilitó. Porque a Garralda, en toda su larga vida, le dio tiempo a hacer de todo.

Feligreses rezan en la capilla de La Inmaculada, que acoge el ataúd de Ángel Garralda. | Mara Villamuza

Los aplausos se alargaron a medida que el féretro llegaba a la capilla de la Inmaculada, donde se instaló la capilla ardiente del histórico sacerdote navarro, aunque más avilesino que la producción de acero en el concejo. “Ha llegado a su casa y no va a volver a salir”, señaló Alfonso López Menéndez visiblemente emocionado. Esta tarde a las 17.00 horas está prevista la celebración del funeral por el descanso eterno del párroco “eterno” de San Nicolás. Al término del mismo, sus restos bajarán a la cripta que Garralda ordenó construir y que inauguró en 2013. “Y ahí estará acompañado de toda su parroquia”, explicó López Menéndez.

La capilla ardiente de Garralda estuvo abierta ayer hasta las nueve de la noche. Hoy volverá a abrir a las 10.00. Los feligreses rezaron por el sacerdote que transformó la vida de los avilesinos, que levantó la torre de San Nicolás, que historió el paso por el mundo de los avilesinos y que dio rendida cuenta de que cada una de sus decisiones en sus memorias. Un intelectual, un hombre de fe tan inquebrantable como su particular visión del mundo. A todas estas facetas rindieron tributo cuantos se acercaron a la capilla de la Inmaculada.

La congregación de Siervas del Hogar de la Madre fue la encargada de recibir con canciones la comitiva fúnebre. Una feligresa entonó, de repente, los versos de “Estrella de los mares”. Unos cuantos siguieron la canción ante un silencio absoluto de los niños que habían llenado el templo en la última hora de Garralda. Y es que el cura eterno de San Nicolás murió susurrando los versos de una canción que había sido su preferida. A su término comenzó la agonía y después llegaron las lágrimas. Esas lágrimas de los que estuvieron más cerca de él no pudieron ocultarse mientras las campanas de la iglesia de la villa tañían como un clamor.

Garralda explicó muchas veces en las páginas de este periódico su deseo de morir arrullado por los niños en el recreo, “como San José de Calasanz”. Los chavales de su colegio se fueron retirando del templo de manera ordenada, tras el rezo de un Padrenuestro, guiados por las monjas. Entonces fue cuando comenzaron la visitas de los feligreses a la capilla de la Inmaculada. Seguían sonando las campanas de “su” iglesia.

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