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Paco “Tataguyo” escancia amabilidad

El popular camarero avilesino se suma “con mucha ilusión” a la nómina de la Buena Cofradía de los Siceratores

Paco Gámez Canteli, ayer, escanciando sidra delante de Casa Tataguyo. RICARDO SOLIS

Paco Gámez Canteli se afanaba ayer a mediodía en poner las mesas de la taberna de Casa Tataguyo, donde trabaja: los manteles, los platos, los cubiertos... Lo mismo de siempre, pero aún paladeando la satisfacción de haber sido investido el pasado sábado miembro de la Buena Cofradía de los Siceratores de Asturias de Nava, la agrupación gastronómica que se ha impuesto como tarea principal la difusión del consumo de la sidra. Este fue el honor que recibió el camarero con mucha ilusión: “Canteli, el apellido de mi madre, es muy de Nava, del Remedio, a un kilómetro de la capital”, subraya antes de contar que le habían avisado “hace un mes” de que le habían dicho que estaba seleccionado y que más adelante le confirmarían, en caso de producirse, el nombramiento. Y sucedió.

“No lo esperaba. Fue sorpresa, sorpresa. En Avilés, sin ir más lejos, hay mejores escanciadores de sidra que yo; sobre todo mis compañeros aquí en la Tata”, dice con humildad. “En mis inicios trabajé en unos chiringuitos para hacer algo de dinero y poder marchar a Ibiza”, cuenta. Luego se fue a Madrid. “Al Vía Láctea; estuve en un pub que se llamaba Anclas…” Cosas de la vida, terminó en el histórico restaurante avilesino que regenta Juan Rivero. “Aquí empecé a escanciar sidra”, relata el nuevo sicerator, que nació en San Pelayo “justo enfrente de la iglesia de Trasona”, pero que muy pronto terminó en Avilés. “A los nueve años”, aclara. Su padre trabajaba, como tantos en aquellos entonces, en la siderurgia. “Llevo 32 años aquí, en el Tataguyo, y sigo aprendiendo de mis compañeros todos los días”, apunta el camarero.

O sea, que para ir de fiesta se hizo hostelero. Y lo sigue siendo, destilando agradecimiento para todos los que trabajan con él en el legendario restaurante del Carbayedo, aquel bar en el que los tratantes decimonónicos cerraban sus negocios y en el que hoy “todo Avilés” para a tomarse unos culinos, hacer tertulia y ver a un tipo como Paco Gámez convertido casi, casi, en reclamo turístico. “Por aquí vienen políticos, cantantes, actores, pero también la gente que quiere comer”. Y probar un culín escanciado por el nuevo sicerator.

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