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"Los cuatro del gasómetro” rememoran su gesta sindical

“Fue más duro que la marcha de hierro”, aseguran los sindicalistas que capearon un temporal hace treinta años sobre el depósito de Ensidesa en protesta por la crisis industrial

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Gasómetro Amaya P. Gión

Celestino González, “Tino”, eleva la vista hacia lo alto del gasómetro número dos de las baterías de coque de Avilés y se echa las manos a la cabeza: “Madre de Dios, treinta años ya”. El 2 de abril de 1992, justo hace hoy tres décadas, descendía puño en alto entre vítores y aplausos por las escaleras del colosal depósito junto a sus compañeros de CC OO Avelino Fernández, Anselmo Alonso y Jesús Rodríguez, “Chus”. Ellos son “los cuatro del gasómetro”, los sindicalistas que pasaron diez días acampados a 95 metros de altura como protesta por la crisis industrial que azotaba la comarca avilesina y para exigir a la Corporación de la Siderurgia Integral, que agrupaba tanto a Altos Hornos de Vizcaya como a Ensidesa, el plan de competitividad de ambas sociedades. Querían hacer ruido ante la inminente reconversión industrial, y vaya si lo consiguieron. El temporal que capearon en lo alto del gasómetro que ahora se indulta los aupó a los medios nacionales, que se hicieron eco del desafío. “Los cuatro del gasómetro” reviven para LA NUEVA ESPAÑA aquel encierro que forma ya parte de la historia del sindicalismo asturiano. Pero antes, hay que echar la vista aún más atrás.

En 1991, Ensidesa y Altos Hornos de Vizcaya habían comenzado a definir las bases de una política industrial común. Nació entonces la Corporación de la Siderurgia Integral y se impulsó el plan de reconversión de la industria integral. Suponía la reducción, mediante medidas no traumáticas, de 6.000 empleos en las factorías de Avilés y Gijón. En la de Avilés, que ya había sufrido una merma de 9.000 empleos durante las últimas décadas (de los 17.000 con que contaba en 1965), se pretendía suprimir su cabecera para concentrar la producción básica en Gijón (lo que finalmente ocurrió). En ArcelorMittal Asturias hay ahora unos 5.000 trabajadores (entre las plantas avilesina y gijonesa) y el plan de descarbonización en marcha dejará la plantilla en unos 4.000.

Anselmo Alonso, Chus Rodríguez, Avelino Fernández y Tino González, en lo alto del gasómetro. | J. Galarraga

A finales de enero de 1992, miembros del comité de empresa de Ensidesa, de todas las fuerzas sindicales, habían pasado varios días sobre el tejado de la acería LD-3 en demanda del plan que tenía en cocina la Corporación de la Siderurgia Integral. Pocos meses antes, el 23 de octubre de 1991, se había celebrado en Asturias una huelga de 24 horas que paró la región, con la que se pretendía forzar al Gobierno de Felipe González a negociar con las instituciones y agentes sociales del Principado un plan de reindustrialización para compensar los más de 40.000 puestos de trabajo que, según los sindicatos, iba a perder el tejido económico regional en la segunda reconversión industrial en ciernes.

El reencuentro de Anselmo Alonso con sus familiares. | J. Galarraga

En medio de todo ese contexto, los de Comisiones de Ensidesa creían que había que incrementar la presión tras aquel encierro en la acería y plantearon otro en lo alto de un gasómetro. Ante las dudas que planteaban el resto de fuerzas, en Comisiones decidieron hacerlo por su cuenta. “Hacia las dos de la tarde cogimos ropa y cuatro cosas y p’allá fuimos”, relata Avelino (69 años).

Aquel 23 de marzo de 1992, el año de las Olimpiadas de Barcelona y de la firma del Tratado de Maastricht, hacía un tiempo estupendo. “Subimos con un día de verano y con una tienda de campaña de las de la playa. Arriba empezó a cambiar el tiempo. Amarramos la tienda por varios sitios y apareció en el campo de fútbol de Llaranes”, recuerda Tino (73 años).

El ascenso ya no había sido tarea sencilla. La empresa cortó la corriente del ascensor y les tocó subir a pie. Avelino tuvo que ascender en etapas para ir acostumbrándose a la altura y hubo que darle un empujón para que superara el último peldaño. Para el más veterano, Anselmo (ahora tiene 75 años), fue coser y cantar: “De joven trabajé en el montaje del horno alto número 3. Tocáronme los chapines, arriba del todo, no tenía problema con la altura”.

“Decía la prensa que eran los peores días de marzo de los últimos treinta años. Fue exagerao: un vendaval, agua, granizo. Hubo la de Dios”

Tino González

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Aquella ventolera que irrumpió al poco de ascender fue la antesala de un temporal de los que hacen historia. “Decía la prensa que eran los peores días de marzo de los últimos treinta años. Fue exagerao: un vendaval, agua, granizo. Hubo la de Dios”, prosigue Tino. También tuvo su parte positiva. “Sobre la fábrica había un hongo (de contaminación), pero el temporal limpió el ambiente y eso también ayudó”, apostilla Chus (hoy tiene 67 años).

No hubo problema alguno de intendencia. Todo lo contrario. Sus compañeros les facilitaron otra tienda de campaña, esta vez una canadiense, y la comida llegaba caliente del bar Gozón, en Trasona (Corvera). El “mueble bar” estaba hasta los topes: “El Dyc usábamoslo pa fregar los vasos”.

El ánimo para aguantar día tras día se lo insuflaban sus compañeros de la fábrica. En cada cambio de turno los trabajadores se paraban bajo el gasómetro a aplaudir a los de Comisiones, que llegaron a pintar las siglas del sindicato en la cúspide del depósito. Y así se iba haciendo más llevadera la acampada en las alturas, en las que el retrete era una bolsa de plástico y las noches largas. Estaban cuidados en todos los sentidos.

“Todos los días subía un bombero a medir cómo estaba la cosa. Y del Hospitalillo venían a tomarnos la tensión. Nos apoyaron a tope en todos los sentidos”

Anselmo Alonso

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“En la puerta del gasómetro había un detector de gas y a la entrada de la tienda de campaña había otro. Todos los días subía un bombero a medir cómo estaba la cosa. Y del Hospitalillo venían a tomarnos la tensión. Nos apoyaron a tope en todos los sentidos”, destaca Anselmo.

A lo alto del gasómetro les llegó hasta una carta de despido y anécdotas tienen para rellenar un periódico entero. “Tomábamos al atardecer un vino mirando pa Luanco, otro señalando pa Candás, luego pa Avilés. Nos sentábamos en la barandilla y mirábamos pa cada sitio, como si estuviéramos tomando algo allí. Hubo días muy guapos. La convivencia, la unidad, fue bestial, exagerada”, recuerda Tino.

Y es que aquellos días no solo unieron a “los cuatro del gasómetro” para siempre, sintieron que se les reconocía su lucha, que era la de todos, la de una comarca que languidecía, que se veía arrastrada por las pérdidas millonarias de Ensidesa (rondó los 70.000 millones de las antiguas pesetas en 1993, unos 421 millones de euros) y afectaba a todos los eslabones de la cadena.

“Impresionante” fue el descenso, que se produjo un día como hoy de 1992, día de huelga general en Avilés y su comarca (la primera y la única) por esa crisis industrial que la ahogaba y por la inminente reconversión industrial. Ese 2 de abril, Avilés acogió una gran manifestación a la que se unieron “los cuatro del gasómetro”. Había llegado el momento de la bajada, del reencuentro.

"Se me escaparon las lágrimas viendo a los compañeros aplaudiendo, a mi chiquilla (Leticia), al fío de Tino (Félix), a la muyer, a todas las familias”

Avelino Fernández

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“Se me escaparon las lágrimas viendo a los compañeros aplaudiendo, a mi chiquilla (Leticia), al fío de Tino (Félix), a la muyer, a todas las familias”, relata Avelino. “Sabíamos que iban a estar las familias abajo aparte de la otra familia, los sindicalistas. Yo también lloré, y muy a gusto”, añade Tino. Anselmo se emociona de nuevo al recordarlo: “La familia es muy importante en esos momentos. Y ver toda la zona llena de gente. ¿Cuánta gente habría allí? ¿Cuatro mil? Pa nosotros que estábamos ahí luchando pa todos, fue lo nunca visto”. “Cuando ves ahí a todos los compañeros, también de otras fuerzas sindicales, se te pone un nudo en la garganta”, añade Chus.

Los cuatro también caminaron juntos pocos meses después en la Marcha de Hierro hacia Madrid, con los mismos gorros que tejió Carmela (Carmen González, la entonces esposa de Chus) para la histórica subida al gasómetro. “La experiencia de la Marcha de Hierro también fue muy buena, pero distinta. Del gasómetro no había escapatoria, eran 24 horas del día allí”, opina Tino. Asiente Anselmo: “La marcha fue dura, fueron muchos días, pero subir ahí arriba lo fue más todavía. La suerte es que nos llevábamos fenomenal. Reñíamos cuando había que reñir y reíamos cuando había que reír. Siempre con la mirada política sindical”. Y es que los “cuatro del gasómetro” añoran aquellos tiempos del sindicalismo. “En aquella época era movilización tras movilización, no parábamos. Eso, por desgracia, se perdió”, lamentan.

“En aquella época era movilización tras movilización, no parábamos. Eso, por desgracia, se perdió”

Chus Rodríguez

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El gasómetro en el que se encerraron hace treinta años, el número dos, será la única instalación que se mantendrá en pie con el desmantelamiento de las baterías de coque ahora en marcha, convenio mediante entre la sociedad Sepides y el Ayuntamiento de Avilés. “No tenían que tirar ninguno”, sentencia Avelino. “Yo hasta que no lo vea, no lo creo. Veremos si lo mantienen”, añade Tino. “Con poca reforma que se haga, se presta para actividades”, opina Anselmo. Chus pone el colofón al relato: “Hay un epitafio de Juan Carlos de la Madrid que es acojonante: Ensidesa, una empresa que llegó sin avisar y marchó sin despedirse. Y es la puta verdad”.

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