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Las carrozas ponen la guinda centenaria

El desfile que abrió las celebraciones recupera los diseños frustrados en 2020, cuando el Palacio Valdés y el Tranvía cumplieron un siglo de vida

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Inicio de las fiestas del Bollo de Avilés

Los boxes del desfile de carrozas de las fiestas del Bollo están en la calle de Galiana: en la “pole position” está la que creó la artista avilesina Esther Cuesta para el Ayuntamiento de Illas y, al final, colocaron la de las xanas y xaninas. Quizá para darles tiempo a todas a coronar la creación de María José y Marta Martínez, las dos responsables de la escalinata hacia al cielo en una fiesta que, ayer, devolvió el tiempo perdido a los avilesinos: dos años encerrados, dos años a cubierto tras las mascarillas: quirúrgicas, bordadas, negras, a lunares... Entre unas y otras: las de las asociaciones de vecinos, las de los colectivos sociales. Y muchos homenajes: a La Curtidora, a la Biblioteca “Bances Candamo”, a la Compañía del Tranvía Eléctrico. Y cuentos y fábulas: un cisne modernista que levanta el vuelo de la mano de la Cofradía El Bollo –por obra y gracia de Manuel Mulero–, pero también Enol, el Caracol, que Alberto Colino compuso para sacar sus cuernos al sol (que ayer no faltó). El desfile de carrozas de retomar aire después del tiempo de la pandemia fue un éxito consecutivo desde la hora de comprar el bollo hasta la hora de llevarse un trozo a la boca después de un poco de cordero pascual. O así.

La carroza de la Cofradía El Bollo, que homenajea a los modernistas.

La alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, había explicado que lo que más le gustaba del trabajo de los artesanos fueron dos cosas: “La economía circular y que se hayan inspirado en muchos libros”. Lo primero fue porque buena parte de los diseños que tomaron cuerpo en la parada de ayer a mediodía tenían que haberlo hecho en 2020. Así se explicaba la presencia de una recreación del tranvía eléctrico (de centenario, hace dos años), pero también el teatro Palacio Valdés (que este año ya lleva 102 de vida intempestiva).

Las carrozas fueron tomando posiciones mientras las bandas, bandinas, fanfarrias y demás afinaban como podían: en la plazoleta de acceso a la biblioteca, en la campa de la iglesia de San Nicolás, abriéndose hueco por entre la feria de alfarería y los artilugios que este año comenzaron su andadura sobre estructuras recién estrenadas... Todo esto, además, precedido por los carros de José Luis Ondina, por los bueyes casinos. Uno se llamaba “Artillero” y el otro respondía por “Alegre”, que fue un nombre repetido en la danza de sacar a la calle a los avilesinos tras las vallas, con los niños en primera fila y las abuelas procurando que nadie alto se pusiera delante de los ojos puros de la progenie cuando, delante de la carpa central, cada una de las carrozas se detenía para saludar a la alcaldesa, a Mariví Monteserín, pero también a una estelar Rossy de Palma toda emperifollada para la fiesta.

La carroza “Enol, el caracol”, ayer, a su paso por la calle de La Cámara. | María Fuentes

Los pocos que se perdieron el desfile tienen esta tarde la segunda oportunidad para disfrutar del trabajo de los artesanos avilesinos que llevan tres décadas dando forma a los artilugios que hicieron para la fiesta de la llegada de la primavera en Avilés hace 125 años ya, que fue cuando el doctor Claudio Luanco y sus amigos inventaron esto del Bollo y que solo interrumpió la pandemia mundial.

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