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Rossy de Palma ejerce de musa del Bollo de Avilés

La pregonera recuerda con desparpajo y echando un culín de sidra sus “veranos cantábricos” y “aquel olor de Ensidesa que aún tengo grabado en la pituitaria”

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Inicio de las fiestas del Bollo de Avilés

Los veranos de la actriz Rossy de Palma, pregonera estelar de las fiestas del Bollo de este año –las de la vuelta, finalmente, a la verdadera normalidad–, “nunca fueron mediterráneos, eran cantábricos”. La modelo “avilesina nacida en Mallorca”, en palabras de la alcaldesa Mariví Monteserín, que la siguió en el turno de la palabra, fue la encargada de sacar del horno el dulce que anuncia desde hace más de cien años todas las primaveras avilesinas, al menos las que no tienen pandemia de por medio.

En esta ocasión lo hizo sobre el escenario de la plaza de España. Lució un espectacular modelo Made in Kös (en realidad, “made in Pillarno”: asturianía en un doble salto mortal por obra y gracia de Constantino Menéndez, el Kos de la marca comercial. De Palma le obligó a identificarse y saludar desde lo alto del escenario central de la celebración primaveral. A él, y también a su hijo Gabriel y a sus hermanos, David y Peter. Para que conste. Que a avilesina no gana nadie a Rossy de Palma.

Tampoco nadie iguala a esta mujer en cuanto a osadía, no en vano se ha labrado una carrera mundial rompiendo pronósticos agoreros y ha hecho lo que ha querido cuándo y cómo le dio la gana. “Mi familia era un matriarcado, crecí entre mujeres peleonas y así salí yo. Esos arrestos también están en el gen avilesino y espero que siga siendo así: hay que ser osados en la vida, hay que atreverse”, arengó.

Aspecto de la calle San Francisco, en el inicio del desfile de las carrozas. | María Fuentes

“No me dio tiempo a escribir el pregón”, confesó en un momento dado. “Ayer me llevaron de sidras, pero prometo escribirlo y dejarlo bonito para el año que viene”, bromeó la estrella moldeada por las manos de Pedro Almodóvar, la actriz que, siendo actriz, también es Caballero de la Orden de las Artes y las Letras francesas, la avilesina que, siendo mallorquina, es mundial. “Yes mundial, fía”, le decía su padre, un ojo azul y otro verde, “la perdición de mi madre”, confesó la actriz. “Ahora, cuando acabe, les mandaré todos los vídeos, que les ‘prestará’”, dijo la mujer que cambió una jarra de gazpacho llena de somníferos por un culín de sidra para no estar al borde de un ataque de nervios.

La Alcaldesa fue la que se encargó de poner en marcha el primer desfile de carrozas del Bollo tras dos años de ausencia: “A lo largo de todo el país se celebran multitud de fiestas de carácter religioso, laico o pagano, pero ninguna hace del entendimiento y de la buena convivencia, valores tan importantes en nuestros días, un motivo de festividad como el Bollo de Avilés”, dijo. Su discurso fue breve –tres minutos– y tras sus palabras vinieron los voladores. Después, el himno de Asturias. Y, al final, las carrozas.

La ciudad entera se arremolinó en torno al escenario del Parche y en la calle de la Cámara para ver el espectáculo. Carros del país, xarrés, tiros con bueyes y la carroza del Ayuntamiento de Illas que diseñó Esther Cuesta, la primera en tomar la plaza de España. Todas al ritmo marcado por el periodista Giuseppe Montoto, maestro de ceremonias que condujo la vuelta a la normalidad después de dos años sin bollo, ni vino, ni nada…

Gigantes a su paso por la calle de San Francisco. | María Fuentes

Rossy de Palma se había reivindicado más avilesina que la producción del acero. “Tengo el olor de Ensidesa grabado en la pituitaria”. Para señalar, precisamente, este redoble avilesino salieron los músicos de la “Villa de Avilés” que interpretaron el “Asturias, patria querida” vestidos de rojo y de negro que son los colores –dijo Montoto, el presentador– “propios del acero fundido”.

Las niñas y los niños fueron los que cobraron todo el protagonismo de la fiesta con el atavío tradicional, cargados con caramelos que lanzaban al viento entre grandes sonrisas, saludando por todas las esquinas, con los padres vigilando carrozas, simones o carros del país. En lo alto de ellos algunos trataban de lanzar serpentinas al aire con tan poca pericia –a veces– que las tiraban enteras y así les venían de vuelta y las recibían con sonrisas enormes. Las ganas de fiesta y los buenos rayos solares agradecieron la fiesta que se alargó cerca de dos horas.

Bollos y vino por sólo cinco euros

Antes de que las xanas y xaninas –“la imagen de la fiesta”, en palabras de Giuseppe Montoto– subieran a bordo de su carroza, la agrupación folklórica “Sabugo, ¡Tente Firme!” recreó la peregrinación de Llibardón a Covadonga, la de las “Thoribias” de hace casi tres siglos: carros del país, mastines asturianos, memoria etnográfica para clavar la memoria de Asturias aún más profundamente en la ciudad que cuando se vuelve festiva lo hace a lo grande.

Lo que queda para hoy es mirar al cielo y también a la mesa: quince mil personas están invitadas a la vigésimo octava edición de la Comida en la Calle. Rossy de Palma, la primera, que para eso es “muy avilesina” y mundial.

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