La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El arte comienza a pagar la deuda contraída con Maruja Mallo

Una investigación de expertos ahonda en la vida y la obra de una pintora genial que tuvo su primeros escarceos con la pintura en Avilés

PBanquete en San Juan de Nieva de los participantes en la Exposición de Arte Avilesino en 1 922 donde pudieron verse las primeras obras de Maruja Mallo en la ciudad.

El maestro de las greguerías, Ramón Gómez de la Serna, bautizó a a Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 1902 - Madrid, 1995) como “la bruja joven”. Una “bruja” buena, estrella rutilante de la pintura adscrita a la Generación del 27 que trató de tú a tú a genios como Lorca, Buñuel, Dalí o Andy Warhol, entre otros con los que coincidió en su azarosa y surrealista vida. Tan surrealista como el estilo de pintura que practicó y que no ha sido valorado en su justa medida hasta tiempos recientes. Porque por su condición de mujer a Maruja Mallo se la ninguneó, cuando no discriminó en unos tiempos en los que a las de su género se les reservaban quehaceres bien diferentes al pincel.

Ese encasillamiento machista empezó, según señalan quienes han estudiado la vida de la pintora, en Avilés, donde Maruja Mallo vivió 12 años (entre 1910 y 1922) debido a un traslado laboral de su padre, jefe de Aduanas.

Ramón Rodríguez, uno de los artistas contemporáneos que ha contribuido a desempolvar la importancia de la Mallo, data la primera exposición de esta mujer en 1921: 14 obras (casi una muestra individual) en el contexto de la Exposición de Arte Avilesino, la principal expresión pictórica de la época, primero alentada por José Francés y en años sucesivos por Luis Bayón, pintores avilesinos que sí tuvieron, a diferencia de Mallo, el debido reconocimiento social y un prestigio que aun hoy perdura.

La que es considerada la Frida Khalo española está de actualidad en el 120.º aniversario de su nacimiento por la publicación de un catálogo razonado de la artista. Este trabajo de investigación, una iniciativa de la Fundación Azcona presentada a finales de 2021 en el Museo Reina Sofía, la pinacoteca que atesora varias obras de Maruja Mallo, ha sido dirigido por el galerista Guillermo de Osma y cuenta con las colaboraciones de Juan Pérez de Ayala y Antonio Gómez Conde, además de un comité que estuvo presidido por Antonio Bonet Correa.

Se trata de una inmersión en la persona y en la artista, además de venir a poner negro sobre blanco –no sin controversia– su verdadera producción artística, que quedaría limitada a 147 pinturas y 40 bocetos. El resto, y no es poco, “obra falsificada” a juicio de esta comisión de expertos.

El arte comienza a pagar la deuda contraída con Maruja Mallo

Maruja Mallo respondía realmente al nombre de Ana María Gómez González y en aquel Avilés de hace un siglo fue presentada como “la joven señorita Marujita Gómez”. Ya para entonces daba clases de pintura en la Escuela de Artes y Oficios, si bien con anterioridad satisfacía sus inquietudes artísticas con clases particulares que le daba a domicilio Florentino Soria, o puede que fuese José Sandoval. Ramón Rodríguez no tiene claro este particular, pero no duda que “Maruja Mallo, como otras muchas de su época, hubo de padecer la presión de una sociedad para la que estaba mal visto que una mujer tuviese inquietudes artísticas o intelectuales”.

El exdirector de la Escuela de Cerámica de Avilés y del Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) buscó la palabra de la propia Mallo cuando, ya consagrada en ciertos círculos artísticos, coincidió con ella en el sarao posterior a la inauguración de una exposición de Andy Warhol en Madrid. “La abordé y traté de sacar a relucir su etapa avilesina, pero no quiso hablar del tema, lo que me ratificó en el convencimiento de que, en cierto modo, borró esa etapa de su vida probablemente disgustada con el hecho de que aquí fue tratada como una damita de la alta sociedad y ella no se reconocía en ese perfil”, relata Rodríguez.

En el catálogo razonado de Maruja Mallo la periodista María Escribano, que la conoció en 1975 en una exposición de la Galería Multitud, la describe como “una mujer independiente, culta, cosmopolita, divertida y muy alejada de la solemnidad de su generación; libre de pensamientos y de costumbres”. El catálogo también da cuenta del hallazgo en la Biblioteca Pública de Nueva York de una especie de “libro de vida” confeccionado por la propia Mallo con los recortes de prensa con los que pretendía ser recordada. Porque a la pintora le gustaba tanto fabular y fantasear en la vida real como en el lienzo y siempre trató de modelar a conveniencia su relato vital. Ramón Rodríguez, por ejemplo, tiene documentada la que habría sido la primera exposición individual de Maruja Mallo, en una Feria de Muestras de Gijón; la artista, sin embargo siempre ubicó su debut pictórico en el Ateneo de Madrid. Y no fue ese el único detalle de su trayectoria que cambió a conveniencia.

El arte comienza a pagar la deuda contraída con Maruja Mallo

“Maruja Mallo era queer porque se fue disfrazando para contarse; y era Andy Warhol porque se presentaba con personalidades diferentes. Creó la biografía que le interesó que conociéramos de ella”, sostiene Estrella de Diego, catedrática de la Universidad Complutense y académica de número de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid durante la presentación del catálogo razonado.

En la reparación histórica del “olvido” forzado al que se condenó a Maruja Mallo trabaja también la emprendedora cultural avilesina Patricia Pérez, propietaria de la empresa “Cuéntame un cuadro”. A juicio de Pérez, “Maruja Mallo reúne las tres características que definen a un genio de la pintura: fue innovadora con respecto al pasado, con respecto a su presente y con respecto a ella misma”.

En los talleres que organiza Patricia Pérez para divulgar la obra de grandes pintores, Mallo es presentada, además de como una artista genial y transgresora, como “una mujer con perspectiva de género, una precursora del feminismo; es una mujer hablando a través de sus pinceles de otras mujeres y de ella misma. De ese modo, la mujer deja de ser un objeto –la visión habitual del hombre– y se convierte en sujeto. Con Maruja Mallo la mujer se empodera y deja, como se suele decir, de estar puesta ahí ‘por el Ayuntamiento’”.

Pérez apunta un último detalle, para muchos desconocido, que da idea de cómo la obra de Maruja Mallo trasciende a los años: el personaje Salvador Mallo de la película “Dolor y gloria” de Pedro Almodóvar tiene ese apellido en honor a la pintora. “El cineasta quedó fascinado con la obra de Maruja y, aparte de haber comprado algún cuadro suyo, incluyó una copia del llamado ‘Racimo de uvas’ en esa película de corte autobiográfico”, resume Pérez.

Compartir el artículo

stats