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La carestía del gasóleo enfría los ánimos de la flota que madruga para ir al bonito

Solo uno de los armadores habituales en la carrera por el campanu del mar se muestra dispuesto a la aventura: “La moral está baja”

Iñigo Oronoz y Armando Prendes, de supermercados Alimerka, con uno de los primeros bonitos subastados el año pasado en la rula de Avilés. Ricardo Solís

Hubo años en los que los pescadores más osados zarpaban por estas fechas y ponían rumbo a las islas Azores para tratar de capturar en las aguas oceánicas los primeros bonitos de la temporada, tradicionalmente subastados en medio de gran expectación en la rula de Avilés. Así se mantenía una tradición a la que contribuyó a dar gran popularidad el armador de Oviñana Fidel Álvarez Garaot, a quien desgraciadamente hubo que despedir el año pasado en plena costera debido a su inesperado fallecimiento en alta mar mientras dormía en plena noche.

Nunca se sabrá lo que habría hecho este año el intrépido “rey del bonito” asturiano, siempre animoso y echado para adelante cuando de pescar bonitos se trataba, pero en su ausencia abundan las reticencias de otros armadores para aventurarse en la incierta empresa de navegar durante al menos dos semanas con la esperanza de llenar las bodegas de bonitos que, por ser los primeros del año, alcanzan precios muy por encima de la media en las lonjas donde se comercializan.

El hermano del difunto Fidel Álvarez Garaot, Iván, no ha manifestado, al menos públicamente, la intención de participar en la carrera de campanu del mar. Quien sí lo ha hecho, ayer mismo en declaraciones a este diario, es Íñigo Oronoz, patrón del “Gaztelugatxeko Doniene”, un barco vasco habitual integrante de la flotilla pionera del bonito: “No hay previsión alguna de ir a las Azores, la moral está muy baja”.

Oronoz, con tres décadas de oficio, solo ve inconvenientes en la incierta travesía en pos del primer bonito: “El precio del combustible es lo que más echa para atrás; para ir tan lejos a por bonitos hay que quemar mucho gasóleo y si las capturas no son abundantes –y ya el año pasado nos costó mucho trabajo conseguirlas– o el precio no acompaña corres el riesgo de perder dinero”. Así las cosas, el patrón vasco ha decidido que este año “en vez de ir nosotros a mar abierto a por los bonitos, vamos a esperar que vengan ellos a la costa”.

Quien sí tiene en mente mantener la tradición es Juan Baranda, armador del “Nuevo Chisu”, barco con base en Laredo (Cantabria): “Mientras no esté cerca de la costa, pocos irán este año al bonito porque el gasóleo está carísimo. Nosotros saldremos a finales de mayo, sin prisa porque el agua todavía está demasiado fría para el gusto del pescado”. Este pescador confirma, además, que hará de Avilés su puerto de operaciones durante la costera del apreciado atún blanco.

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