La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un pionero y maestro del protocolo asturiano

Nacho Martínez, que se jubila tras más de 40 años de funcionariado, compaginó su carrera en el Ayuntamiento de Avilés con la docencia: “La motivación en mi profesión es crear algo nuevo”

Ignacio Martínez Suárez, ante el Ayuntamiento de Avilés. MARIA FUENTES

El Ayuntamiento de Avilés ha despedido esta semana a uno de sus funcionarios más veteranos, su Jefe de Protocolo durante 35 años y uno de los pioneros de esta profesión en Asturias. Ignacio Martínez Suárez, Nacho, puso este sábado 21 mayo, día de su cumpleaños, punto final a toda una carrera de servicio público.

Natural de Salinas (Castrillón), se incorporó al Ayuntamiento en 1981, el mismo año en que se estrenaron los Premios Príncipe de Asturias con los que tanto lleva colaborado, e inicia ahora una nueva etapa ya fuera del ‘palomar’, el despacho que venía ocupando en el desván de la Casa Consistorial.

Nacho es toda una institución en Avilés, no da dos pasos sin recibir un saludo y la suya es, en suma, la historia de la evolución de la administración local, a la que ha dedicado toda una vida.

Martínez Suárez nació en 1957 en una de las casas de San Juan de Nieva de la Real Compañía Asturiana de Minas, donde su padre era responsable de mantenimiento. Estudió en las Escuelas de Arnao, en el Instituto de Salinas y en el Carreño Miranda de Avilés. Su primera experiencia laboral fue en Cristalería. Allí trabajó solo un año.

Casado con Fica Escudero tras dos años de noviazgo, a los 21 nació su hijo Ignacio (padre de su nieto, también Ignacio). Y fue su suegro, José Luis Escudero de la Vega, quien le avisó de que iba a salir una plaza en el Ayuntamiento en aquellos tiempos mozos. Fue para él.

Aquel fue un contrato administrativo como agente notificador de un año. Pero en dos meses estaba de vuelta en el número 1 de la Plaza de España, tras sacar una oposición que lo convirtió en funcionario de carrera. Ingresó con la categoría de Regente en 1981. Cuarenta años y cuatro meses después, se jubila.

“Eran tiempos convulsos. Tuvo que haber un golpe de estado para que entrara yo en el Ayuntamiento”, bromea con el humor que le caracteriza, copa de manzanilla en mano, sobre aquel año del 23-F.

Por aquel entonces todos los servicios administrativos estaban en la Casa Consistorial y hasta para presentar una instancia había que pagar. La Plaza de España, recuerda la voz de “Barbacoa” y “Trafalgar”, estaba llena de gestorías, y las pocas máquinas que había entonces en el Ayuntamiento eran de escribir.

Como regente municipal, Nacho Martínez era el responsable del mantenimiento de los colegios y edificios municipales y a su cargo estaba todo el personal subalterno (unas 85 personas). Gestionaba un presupuesto anual de unos 500 millones de las antiguas pesetas.

Seis años después, en 1987, pasó a ocupar el puesto de Jefe de Protocolo tras una visita a Avilés de Bob Martínez, Gobernador de La Florida.

“Justo Ureña (que había sido secretario del anterior Alcalde) me pidió que le echase una mano en el protocolo porque hubo cambios con la Ley de precedencias del Estado que se aprobó en el 83. El Alcalde (Manuel Ponga), que me vio en plena faena, me preguntó si me gustaba el protocolo y me propuso hacer un curso que impartía Felio Vilarrubias, entonces Jefe de Protocolo de la Fundación Príncipe”, relata.

En Asturias no había entonces formación de protocolo de ningún tipo, pero tras el desembarco de los Premios (Príncipe de Asturias) arrancaron unos cursos de extensión universitaria que alumbraron a los primeros jefes de protocolo de Asturias: Flor Melón, Carlos Fuentes, Enrique Fernández, Fernando Zuazua... e Ignacio Martínez.

Ignacio Martínez, en su despacho del Ayuntamiento. María Fuentes

El jefe de protocolo del Ayuntamiento de Avilés también ha sido maestro. Durante años compaginó su trabajo municipal con la enseñanza, impartiendo clases en diferentes centros, instituciones y universidades, dentro y fuera de Asturias. Sus lecciones llegaron hasta el extranjero. Y es que también impartió cursos en Argentina y Ecuador.

“Son experiencias que te van enriqueciendo y profesionalmente llevando a un reconocimiento por parte de la gente de este mundo”, sostiene.

Dice que en esta profesión suya “el reto está en crear algo nuevo, es lo que te motiva”. Y todo un reto fue la organización del IX Campeonato Mundial de escalada 2007, que se celebró en Avilés y que fue cosa suya, ceremonia inaugural incluida. Ese año, por cierto, fue distinguido con el Premio al mejor profesional de protocolo en Asturias, que concede la Asociación Asturiana de Comunicación, Relaciones Públicas y Protocolo.

“Ese Mundial tenía que estudiarse en las escuelas de protocolo porque se organizó sin un duro. No teníamos banderas. En un campeonato de ese tipo, que vienen 83 países, tienes que tener en algunos casos tres banderas por país. Y eso es una cantidad de dinero tremenda. Así que creamos un sistema, con unas pantallas tras el escenario en las que se proyectaban las banderas que habíamos preparado en Power Point. Para las banderas de exposición, Lolo Solís ideó hacerlas en poliespan. Y los mástiles los hicimos con los tubos de reposición de las papeleras. Cuando hay escasez de presupuesto, el protocolo se resuelve con imaginación”.

El acto más importante desde el punto de vista del protocolo que se celebró en Avilés durante su carrera fue la visita del entonces Príncipe de Asturias, el ahora Rey Felipe VI, y de su madre la Reina Sofía. Su “relación cordial” con Casa Real le permitió quedar bien con el entonces alcalde Agustín González.

“Agustín quería decir unas palabras mientras el Príncipe firmaba en el Libro de Honor del Ayuntamiento y en Casa Real dijeron que nada de discursos. Conseguí que pudiera entregar un regalo y le dije: ‘Estate tranquilo que vas a dar el discurso. Cuando vayas a darle el regalo, dices: ‘Alteza, quiero en nombre del Ayuntamiento hacerle este regalo ...’ Y tiras y das el discurso. Y así se hizo. A veces, tienes que buscar todo tipo de recursos que puedan favorecer a tu jefe, para disgusto de la parte contraria”.

Aficionado a la música (escucha de todo, pero le pierde la canción italiana), los viajes (ha recorrido medio mundo), la lectura y el bricolaje, lo de la jubilación no le hace especial ilusión más allá de que “se está mucho mejor en casa que trabajando y uno se puede levantar a la hora que le dé la gana”.

“Significa que te haces mayor. Tengo que buscarme algo que me entretenga y el bricolaje puede ser una buena opción. Pero esto es como los yogures, yo caduco el sábado (21 de mayo). Dicen que se pueden comer igual, que aguantan mucho más. Pues a ver lo que aguanta este yogur. Espero que mucho”.

Compartir el artículo

stats