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El Hospitalillo de Ensidesa: reflejo de la desprotección hacia el patrimonio industrial

Un estudio de la investigadora Aida Villa alerta del «escaso valor» que se da a las edificaciones ligadas a «prácticas paternalistas empresariales»

Parcela del antiguo Hospitalillo de Ensidesa, en Llaranes. | R. S.

El Hospitalillo de Ensidesa, un edificio de servicios asistenciales sanitarios inaugurado en 1956 que lleva la firma de Francisco Goicoechea Agustí y Manuel Cárdenas representa, a ojos de la investigadora de la Universidad de Oviedo Aida Villa, un ejemplo de las «prácticas paternalistas empresariales» del franquismo, «encaminadas a motivar lealtad y disciplina, así como a mejorar la productividad» de los trabajadores.

«Como la gran mayoría del patrimonio más reciente, se encuentra desprotegido», advierte. En este y otros aspectos profundiza la autora, cuya investigación ha visto la luz en el último numero de la Revista Anual de Historia del Arte «Liño». Dentro de ese «paternalismo», cuenta Villa, la llegada de Ensidesa a Avilés –una auténtica revolución que hizo triplicar su población– también implicó una mayor atención hacia las enfermedades laborales –que no serían tan problemáticas como las infecciosas, fruto de la pobreza y la malnutrición– con prácticas de un régimen dictatorial empeñado en controlar todas las facetas de la vida cotidiana: también la de la medicina del trabajo.

Se trataba, asimismo, de atender, ante el elevado grado de siniestralidad de la época, las necesidades de los trabajadores de la Empresa Nacional Siderúrgica (Ensidesa) y de sus allegados. Y, añade la autora del trabajo que el período autárquico de la dictadura franquista (1939-1959) trajo a la ciudad no solo un proyecto industrial de «gran envergadura» como Ensidesa sino también el levantamiento de uno de los poblados «más paradigmáticos» del momento en el país: Llaranes y todo el patrimonio ligado a la factoría, incluido el hospitalillo.

«Además de prestar servicio a empleadores y empleados, es un elemento más del paternalismo social empresarial», remarca, «al estar vinculado a otros edificios asistenciales de la factoría como el parque de bomberos o la torre de telecomunicaciones, pero se encuentra extramuros, tanto de la fábrica como de Llaranes, manifestando así que el servicio va más allá de los trabajadores y se extiende también a las familias», abunda Villa.

La «innegable» idea motriz «asistencial» del inicio de esta construcción entronca, a juicio de la autora, con los hospitales asistenciales que se fueron ejecutando al amparo de las diversas improntas industrializadoras. Pero si algo tiene de singular esta edificación, enmarcada en el «racionalismo arquitectónico» es que su estado de conservación «no es el óptimo». Esa circunstancia «no afecta únicamente al edificio», reflexiona la autora, quien cuestiona cómo la recalificación de unos terrenos aledaños ha llevado a la construcción de un supermercado a escasos metros «que rompe completamente con el conjunto que formaba todo el entramado industrial» de Ensidesa.

Recuerda Villa que «no deja de ser una muestra más del escaso valor que se le da a algunas edificaciones industriales». La central de telecomunicaciones, la torre del parque de bomberos u otros edificios del equipamiento de Llaranes sí están dentro del registro del Docomomo Ibérico, pero la ley de Patrimonio Cultural de Asturias da carta blanca a los ayuntamientos para fijar el rango de protección en el patrimonio histórico-industrial.

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