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"Nos encanta este trabajo", la consigna de los maquinistas avilesinos

Los técnicos que se han formado en las tripas del odeón local se entregan a su labor cada semana: "Todos hacemos de todo"

Chus Plágano, Arturo Fernández, David de la Cruz y Olegario Blanco, sobre el escenario del Palacio Valdés en 2020. | RICARDO SOLÍS

Laureano Váez, una leyenda de los oficios escénicos en Asturias (y también fuera de ella), era de los que ponía acento a las escenografías que ayudaba a montar (se prejubiló en enero de 2016, cuando "Tom Sawyer, detective"). Detrás de cada una de ellas dibujaba eso, un circunflejo naïf y vitalista que declaraba a quien quería escucharlo: "Me encanta este trabajo". Y ese dibujo, en sus múltiples reencarnaciones ha recorrido medio mundo.

Váez es uno de los técnicos más antiguos del teatro Palacio Valdés. Empezó a trabajar en 1995, pero no fue el primero en llegar entre cajas. El primero fue Arturo Fernández. Arturo Fernández trabaja en el odeón desde que el odeón volvió a serlo: desde "El imposible mayor, en amor le vence Amor", es decir, desde hace treinta años. Treinta años y más de doscientos estrenos nacionales montados desde la nada.

Olegario Blanco y David de la Cruz se incorporaron después de Fernández y Váez, que son, junto a Chus Plágano y Javier Fernández Valdés, el jefe técnico, los que de verdad ponen en marcha el teatro. Pero no sólo.

Los técnicos del Palacio Valdés también lo son de los otros nueve edificios dependientes de la Fundación de Cultura. "No es la primera vez que estamos en medio de un ensayo aquí y nos llaman para arreglar los plomos en no sé dónde", confirmaron al alimón Blanco y De la Cruz. "Todos hacemos de todo; luego cada uno tiene una especialidad, pero valemos para todo", añadió Blanco, que trae experiencia en el mundo del sonido, como le pasa a Chus Plágano, el último en llegar a las tripas del teatro.

Maquinistas, iluminadores, sonidistas… todos a una. "Da gusto trabajar con ellos porque tengas el problema que tengas sabes que te lo van a solucionar", aseguró el director y actor José Rico, uno de los veteranos de la escena asturiana.

El equipo técnico entero recibió el reconocimiento de la profesión en 2016. Entonces los teatreros a este lado del Pajares les señalaron a todos ellos para decirles: a nosotros nos encanta también este trabajo.

Y, sobre todo el vuestro: "Les damos nuestro premio de honor como reconocimiento a la gente de los oficios escénicos y se lo damos especialmente a ellos porque formaron el primer equipo técnico estable de Asturias", señaló Carmen Gallo, la presidenta de la patronal del teatro asturiano en aquel año. Y ellos lo que hicieron fue quitarse importancia: "Pero si no hacemos nada de particular", apuntó Laureano Váez, entonces todavía entre las clases pasivas y activas.

Tres alumnas de la Escuela de Oficios Escénicos del Teatro Palacio Valdés. En el círculo, un dibujo de Laureano Váez.

Los técnicos se fueron especializando trabajando cada día entre cajas. Y mano a mano con los mejores del país (y, a veces, del mundo, como cuando "Richard III", de Sam Mendes). Juan Gómez Cornejo, el director de iluminación más reputado de España, explicó a este periódico: "Todos somos autodidactas porque esto no se puede estudiar en ningún sitio. En las escuelas de Arte Dramático hay enseñanzas de escenografía, pero no de iluminación".

En toda Europa, los técnicos se forman en las aulas. En España casi, casi se heredaba la profesión de padres a hijos. Hubo un tiempo en que los responsables del teatro Palacio Valdés trataron de solucionar la carencia. Y para ello apostaron por la formación de técnicos. En el propio odeón se formaron modistas, escenógrafos, tramoyistas, iluminadores, sonidistas… En 1997 –con Agustín González, del PP, como regidor– se terminó de materializar un proyecto que se había empezado a cocinar al final de la primera etapa de Santiago Rodríguez Vega como alcalde.

A través del servicio de Empleo y del antiguo Inem nació la Escuela de Oficios Escénicos del Palacio Valdés. El teatro como cantera de profesionales que ahora ejercen aquello que aprendieron en teatros de todo el país.

"Los estudiantes venían de las listas del paro, aunque había alguno que apuntaba maneras, ninguno tenía relación con el teatro. Pero esto tiene algo que engancha. Y se quedaron todos", cuenta Carmen Gallo, la productora de Factoría Norte que dirigió por entonces el centro formativo que contaba con aulas en el piso superior del odeón y con un taller en el foso de la orquesta. Todos los montajes del Palacio Valdés fueron campo de operaciones para los futuros trabajadores de la escena.

La idea de los responsables del teatro fue la de cubrir ausencias formativas (el antiguo ITAE y la actual ESAD ofrecen enseñanzas artísticas y no técnicas) y procurar la autosuficiencia. Y la apuesta por los oficios escénicos ayudó a cumplir la meta en los cuatro años que duró (dos escuelas de dos años de formación, con titulación oficial al término). El otro objetivo se trabajó con los estrenos nacionales.

"Nos encanta este trabajo", la consigna de los maquinistas avilesinos

Si no hay dinero para las producciones propias, al menos hay posibilidad de colaborar en la mano de pintura última de los montajes. Las dos vías terminaron siendo vasos comunicantes: las compañías se llegaban a Avilés y los trabajadores del Palacio Valdés –en una subcontrata, regidos por el convenio del metal– se juntaban a los técnicos de las compañías mayores. Y se hacían grandes.

Los que quieren ser iluminadores o tramoyistas ahora pueden aprender acudiendo al Centro de Tecnología del Espectáculo, que es del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música, o a la Escola Superior de Tècniques de les Arts de l’Espectacle de Terrasa, una dependencia del Institut del Teatre de la Diputación de Barcelona. Hace veinticinco años fue más fácil durante cuatro años: al teatro Palacio Valdés. En Avilés se ofertaban cuatro módulos: Iluminación y Sonido, Maquinaria Escénica, Técnico de Vestuario, que se impartieron en el propio teatro.

El de Vídeo y Televisión, en la Casa de Cultura, en las antiguas instalaciones de fenecido Canal 21. Y, más adelante, el centro de Los Canapés, la escuela de Miranda e, incluso, había un módulo que se impartía en la antigua Pescadería (antes de soportar nada más que la Grapa). Enseñaron, entre otros, Luis Núñez (Iluminación), Alberto Vecino y Amanda Castro (Audiovisuales), Nuria Trabanco (Escenografía), Azucena Rico y Manuela Caso (Vestuario)…

Gallo recuerda como uno de los hitos de aquellas escuelas –hubo dos, burocráticamente hablando– la participación del Palacio Valdés en el proyecto FIRCTE (Formación y Reconocimiento de las Competencias de los Técnicos del espectáculo en vivo, en el marco del programa Leonardo da Vinci). "Fue muy importante que el Ayuntamiento y el Inem nos permitieran participar en él", reconoce ahora Carmen Gallo.

Y fue importante porque los alumnos avilesinos recorrieron festivales y ferias teatrales de todo el continente. Trabajaron en Almagro, en Aviñón, en Milán, en la feria de Ciudad Rodrigo… Allí los alumnos conocían la profesión. Y a los profesionales. Esos a los que les sigue encantando este trabajo de ayudar a contar historias.

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