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Directores clásicos que debutan en la villa

Los estrenos de Miguel Narros, José Carlos Plaza, Mario Gas y Lluís Pasqual hicieron de Avilés imán para nuevas producciones

Un momento de la representación avilesina de «Los negros», de Miguel Narros, en marzo de 2010. | Ricardo Solís

Miguel Narros fue un señor que en 1968 –en medio del Franquismo: justamente– decidió que era oportuno montar "Terror y miseria del Tercer Reich" en Madrid, pero no pudo estrenar. Normal. José Carlos Plaza, seis años después, sí que pudo levantar el drama que Bertolt Brecht había escrito a finales de los treinta sin cortarse un pelo, con Hitler, sí, preparando la invasión de Polonia. Terror y miseria en Occidente.

Narros y Plaza son dos de los directores clásicos que, con sus trabajos artísticos, contribuyeron a hacer del Palacio Valdés imán para los directores más actuales del momento: Santiago Sánchez, David Serrano, Alfredo Sanzol... Habían coincidido en el Teatro Estudio de Madrid y en el Teatro Experimental Independiente, que fueron dos compañías nacidas para revivir el teatro que se hacía en España allá a fines de los sesenta y comienzos de los setenta: polvo y telarañas. Empezaron a trabajar entonces y lo siguieron haciendo –en el caso de Plaza, continúa, no ha parado–. Y el teatro Palacio Valdés, que celebra este año el trigésimo aniversario de su reapertura, fue testigo de ello.

Los dos directores estrenaron en Avilés, en el "estrenódromo" nacional, muchas veces. Plaza más que Narros. Plaza, desde casi el comienzo de esta historia. De diciembre de 1993 es "Ella imagina", lo primero que escribió Millás para el teatro. Dijo Millás de la obra que interpretó Magüi Mira a las órdenes de Plaza: "El teatro me vuelve loco, me gusta muchísimo, pero es dificilísimo. Si el teatro me gustaba, aquella experiencia hizo que me gustara todavía más. Lo vi entre cajas y esa experiencia fue inolvidable. Ese monólogo me dio muchísimas satisfacciones: estuvo un año de gira por España, se representó en México, en Buenos Aires... En mi cabeza siempre estuvo lo de volver al teatro". Y volvió. Pero en 2012. Con "La lengua madre".

Narros cerró las Jornadas de Agosto de 2010 con "El beso de Judas": las horas previas de Oscar Wilde antes del juicio que iba a acabar con la vida que el dramaturgo irlandés había creado en los últimos años victorianos. Joaquín Kremel, como el escritor, David Hare, uno de los dramaturgos británicos más importantes del momento como autor. El mismo, precisamente, de "La brisa de la vida", un drama que también se estrenó en Avilés, pero en 2003. Amparo Rivelles, por un lado, y Nuria Espert, por otro.

El asturiano Nacho Artime fue el productor de aquel espectáculo, el que contrató a otro de los históricos del teatro español de los últimos cincuenta años: Lluís Pasqual, cuya carrera echó a andar en 1975. Pasqual es uno de los fundadores del Teatre Lliure. Hace cuarenta años ya le distinguieron con el Premio Nacional de Teatro. Y es que los directores más prestigiosos del país han sabido contagiar al escenario avilesino su propio prestigio y así hacer más felices a los espectadores avilesinos. Uno de los últimos espectáculos de Narros fue "Los negros", de Jean Genet. La estrenó en marzo de 2010, pero quiso haberla montado antes. En 1970 no pudo. "En 1970 era muy difícil conseguir actores negros", dijo a LA NUEVA ESPAÑA.

Mario Gas también ha estrenado en el teatro Palacio Valdés: "La habitación azul", en agosto de 2000, e "Invernadero", en enero de 2015. De 2018 es "La Strada", pero en el Niemeyer. La primera es una versión de "La ronda", de Arthur Schnitzler que hizo en su día el propio Gas. Schnitzler pasado, de nuevo, por las manos de Hare. Salían Jose Coronado y Amparo Larrañaga. El segundo estreno es un Pinter, que vuelve al presente gracias a las producciones de "Traición", "El cuidador" y "Retorno a casa", tres estrenos nacionales de otro británico (esta vez con Nobel) que se vieron por primera vez en Avilés.

Pero la obra de Gas es mucho más extensa. En Avilés se vio en noviembre de 2007 "Homebody/Kabul", de Tony Kushner, y también un "Sócrates" que José María Pou bordó en el Niemeyer en 2016. Algo parecido pasó con Cristina Rota –maestra de actores españoles–. En septiembre de 2000 estrenó "Rosencratz y Guilderstern han muerto", una comedia shakespeariana que firmó un dramaturgo inglés de campanillas: Tom Stoppard. Allí, hace veintidós años, estaba Juan Diego Botto, el mismo de "Una noche sin luna", el drama resquebrajador que dirigió Sergio Peris-Mencheta y cuya gira pasó por Avilés en enero de 2021. Y luego se llevó todos los premios posibles.

Así es normal que otros directores eternos eligieran Avilés para sus primeras funciones. Calixto Bieito, por ejemplo, debutó con "La profesión de la señora Warren", de Bernard Shaw, en diciembre de 1996. Julieta Serrano. Ana Torrent, la compañera de Rota en "Memento mori", que estrenó Jaime Chávarri en Avilés en agosto de 2010. Chávarri es el mismo de "La estación", el primer estreno nacional de los dos centenares y pico que lleva el Palacio Valdés hasta el momento.

Los clásicos de la escena fueron los primeros en explotar las tablas renacidas del teatro avilesino. Y del resultado de su explotación salieron estrenos tan absolutos como "Lehman Trilogy", de Peris-Mencheta como "Jauría", de Miguel del Arco o "El método Grönholm", de Tamzin Townsend.

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