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El plan de Francia para conciliar eólica y pesca permitirá faenar entre los aerogeneradores

La oposición inicial al parque marino de Bretaña, similar a la de la flota cantábrica, se ha diluido con indemnizaciones y mejoras ambientales

Colocación de uno de los pilotes sobre los que se levantará una de las estructuras que servirá de apoyo a uno de los aerogeneradores del parque eólico marino de Saint-Brieuc (Francia).

Los pescadores desconfían de los parques eólicos marinos; son reticentes, por decirlo suave, en el Cantábrico –donde asturianos y gallegos se han aliado para frenar su desarrollo–; lo fueron en Viana do Castelo (Portugal), donde pese al rechazo pesquero acabó instalándose una granja de viento marino; y también se opusieron en la bahía bretona de Saint-Brieuc (Francia), donde Iberdrola construye con piezas fabricadas por la empresa avilesina Windar Renovables un coloso eólico marino que tendrá 62 aerogeneradores.

En el Cantábrico el pulso entre pescadores y empresas energéticas no ha hecho más que empezar; en Francia, a donde este periódico ha viajado para ver in situ el desarrollo de las obras del primer parque "offshore" de Bretaña, las aguas parecen haberse calmado si bien persiste el resquemor pesquero y la duda de si todas las medidas adoptadas para garantizar la continuidad de la actividad pesquera serán eficaces cuando las aspas de los aerogeneradores empiecen a girar en 2023. Pero, al menos, se diseñó un plan que logró contrarrestar la oposición de los pescadores que a bordo de 300 barcos dependen para su subsistencia económica de la extracción, fundamentalmente, de las apreciadas –y muy cotizadas– vieiras (coquilles) de la bahía de Saint-Brieuc.

Ese plan es fruto de la realización de numerosos informes ambientales y de reuniones maratonianas con los pescadores. Emmanuel Rollin, responsable en Francia del negocio "offshore" de Iberdrola, detalla que se ha monitorizado la incidencia en el medio marino de la construcción del parque durante más de 200 jornadas y grabado 15.000 horas de ruido hidrológico con el resultado de que "la incidencia no es mayor que la que tiene el paso de un barco". En el afán de conocer con precisión el impacto de las obras en las vieiras, Rollin explica que llegaron a colocarse sensores en decenas de ellas para analizar con qué frecuencia abrían y cerraban su caparazón –lo cual es una señal de estrés– por influencia de la turbidez del agua o el ruido de las perforaciones. "No se apreciaron cambios significativos de hábitos", asegura Rollin.

El plan de minimización de impacto del parque eólico de Saint-Brieuc en el medio marino tiene entre sus principales concesiones a la actividad pesquera las siguientes: el soterramiento de los cables eléctricos, el traslado del pico Sur del parque a aguas más septentrionales (para preservar un área de gran importancia pesquera), un mayor distanciamiento de las filas de aerogeneradores (distan 1,3 kilómetros entre ellas) de modo que los barcos puedan faenar dentro del parque eólico, el pago de indemnizaciones mientras duren los trabajos de construcción y el compromiso de hacer un seguimiento científico del impacto futuro de la instalación en la pesca. Con estas medidas, al menos de momento, el conflicto pesquero-eólico está en fase de tregua.

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