La Güestia sale a la caza de almas en Sabugo

"Andái de día, que la nueche ye mía", advierte la procesión de ánimas formada por "Sabia Nueva" para celebrar difuntos

Un componente de la comitiva de La Güestia, en la plaza del Carbayo. | María Fuentes

Un componente de la comitiva de La Güestia, en la plaza del Carbayo. | María Fuentes / Saúl Fernández

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Las ánimas en pena, en Asturias, forman La Güestia, una macabra comitiva que sale cada noche de difuntos. No hay noticia de que hubiera recorrido nunca las calles de Sabugo. Hasta anoche. Pero fue una Santa Compaña de mentirijilla. La asociación cultural "Sabia Nueva" y el Coleutivo "Abillés" organizaron una recreación del mito asturiano como antesala tenebrosa de Todos los Santos. Todos ellos dirigidos por Celes Duarte y Manuela Álvarez García, todos ellos enfundados con hábitos blancos y letanías de advertencia: "Andái de día, que la nueche ye mía". Y es que la leyenda dice que si uno sale en noches como la pasada y se topa con la procesión de apenados tiene muchos números de sumarse a la celebración tétrica. Los expertos alertan: la única salvación para no perder la eternidad es "hacer un círculo y meterte dentro". Y no caer en la tentación del ofrecimiento de La Güestia. Por supuesto.

El espectáculo comenzó con el encendido de la escenografía. Una de las componentes del colectivo mortuorio salió de la iglesia vieja de Sabugo, en la plaza del Carbayo, cargada con una caja llena de botes y de velones. Los colocó a lo largo de la calle Bances Candamo y los encendió. Estaban llegando las nueve de la noche: las terrazas de la plaza central de barrio de pescadores estaban llenas, cuando las ánimas empezaron a salir del templo.

Dos participantes en el desfile, vestidos a tono para la ocasión. | María Fuentes

Dos participantes en el desfile, vestidos a tono para la ocasión. | María Fuentes / Saúl Fernández

El espectáculo comenzó con el encendido de la escenografía. Una de las componentes del colectivo mortuorio salió de la iglesia vieja de Sabugo, en la plaza del Carbayo, cargada con una caja llena de botes y de velones. Los colocó a lo largo de la calle Bances Candamo y los encendió. Estaban llegando las nueve de la noche: las terrazas de la plaza central de barrio de pescadores estaban llenas, cuando las ánimas empezaron a salir del templo.

Los espectadores sorprendidos sacaron los móviles y empezaron a tirar fotos. Escuchaban letanías del estilo "Cuando nós éramos vivos/ andábamos a estos figos, / y ahora que somos muertos / andamos por éstos huertos". "¿Y eso qué significa?", preguntó una mujer que no podía perder ojo de las almas en pena encapuchadas, perdidas por la superficie de la plaza. Pero nadie se lo explicó. Ni cuando las almas acudieron al toque de la campana que tenía que ser del infierno, pero en realidad venía del horno de castañas de Guillermo Pelayo, el conocido barquillero avilesino que también quiso sumarse a la fiesta de difuntos con una sonrisa y unos frutos secos.

Las almas desperdigadas se fueron entonces acoplando y organizando la procesión que tenía que bajar la calle Bances Candamo: "¡Andar, andar, / hasta el tueru la figar!" se les escuchaba decir. Se detuvo en el cruce con Carreño Miranda y ahí las almas (o los actores haciendo de almas errantes) recibieron el aplauso de cuantos había reunido en torno a ellos. Lo malo es que ninguno hizo el círculo de la salvación. Y lo mismo ya no está en el barrio y sí se ha perdido por el mundo de los muertos.

No hubo ladridos en la noche, unos cuantos gritos sí y ganas de salir por piernas de las calles históricas del barrio de pescadores. La Güestia se convirtió muy pronto en leyenda. Un cuento que anoche, por un rato, fue realidad por la gracia de "Sabia Nueva".

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