Tres años y medio de cárcel es la condena que ha impuesto el titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 2 de Avilés al joven que atropelló y mató a Francisco Romo en un paso de peatones en la calle de El Muelle. El magistrado atendió en parte la solicitud de la defensa y aplicó las atenuantes de grave adicción al alcohol y las drogas. La condena contempla los delitos de homicidio por imprudencia grave en concurso con otro de conducción temeraria, y otro de abandono del lugar del accidente. La Fiscalía, que solicitaba ocho años de prisión, no recurrirá el fallo, mientras que la acusación particular, que elevaba su petición hasta 10 años, estudia si lo hará.

El acusado nunca negó el atropello ni su huída del lugar de los hechos, pero insistió en que ese día no había bebido ni se había drogado, aunque sí lo había hecho el día anterior. Durante su declaración, y al tomar la palabra para finalizar la vista oral, pidió perdón a la familia.

El joven declaró que "había frenado antes de llegar al paso de peatones porque pensé que había una persona, pero luego intenté esquivarla y la golpeé", declaró el acusado. "No paré, estaba en shock, bloqueado. Mis acompañantes me decían que parase, pero era como si no me dijeran nada", añadió. También explicó que era de noche, había un andamio en la acera y no se veía bien. Cuando vio a Romo, "giré a la izquierda porque pensé que era la mejor manera para esquivarlo y luego recuperé el control y continué", relató.

El joven relató que se dirigió directamente a su casa y que allí contó lo que había ocurrido y que discutió con su padre. "Yo estaba muy nervioso y lloraba. Y bebí de una botella de wisky que tenía. Mi padre llamó a la policía, que vino a casa". La prueba de alcoholemia arrojó unos resultados de 0,81 miligramos de alcohol por litro de aire espirado (20.59) y de 0,80 a las 21.16. También se le practicó un test de drogas que dio positivo en cocaína.

Los testigos que declararon en el juicio indicaron que circulaba a gran velocidad, adelantando a otros vehículos y que se sintió un ruido enorme y luego vieron al peatón caer al suelo. La defensa centro una parte importante de las preguntas a los testigos en tratar de demostrar que la presencia de un gran andamio en la acera dificultaba enormemente que desde la carretera se pudiera ver si habían un peatón esperando para cruzar y que a su defendido no le hubiera dado tiempo a evitar el atropello, aunque trató de esquivar al peatón.