“Dacal II”, el hombre invencible, ha fallecido. Batalló con sus mejores guantes contra la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) y en los últimos meses recibió el cariño de su gente, los que tantas veces lo llamaron campeón. Murió en el Hospital Universitario San Agustín de Avilés, donde permaneció sedado durante las últimas horas.

Este fin de semana, cuando acababan de cumplirse cincuenta años de su gran gesta en los Juegos de Munich de 1972, donde se convirtió en el primer medallista olímpico asturiano, al lograr el bronce en la categoría minimosca de boxeo, Enrique Rodríguez Cal, más conocido como Dacal, se colgó otra medalla. Fue la que le impusieron simbólicamente sus amigos de Candás durante el acto de homenaje que se le brindó coincidiendo con la cesión de la histórica presea al concejo que le vio nacer hace 71 años. Él no asistió.

El polideportivo de Llaranes, donde Dacal compró piso cuando se trajo aquella medalla y empezó a trabajar en Ensidesa, lleva, por acuerdo municipal de este mes de junio, su nombre para siempre, un homenaje que la ciudad tardó en ofrecerle, pero que el campeón recibió con una emoción inconsolable. "Es un homenaje no sólo a Dacal, lo es a todo el deporte olímpico", destacó Ángela Pumariega, medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Londres, que entonces estuvo en Avilés. "Cuando salí de casa me prometí no llorar; lo siento, no lo conseguí", reconoció el campeón en el momento en que se bajó del taxi que le llevó de casa al Ayuntamiento, a la salida de la carrera de su homenaje. Dacal se apagó, pero su llama siempre permanecerá encendida. 

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Emocionante homenaje de Avilés a Dacal en el 50º. aniversario de su bronce en Múnich Fernando Rodríguez

Este ex boxeador, de 71 años, que desarrolló su carrera deportiva en la Atlética Avilesina, fue olímpico por partida doble, llegando incluso a ganar una medalla de bronce en los Juegos de Munich de 1972 y a ser abanderado del equipo español cuatro años más tarde en Montreal. Todo un genio del ring, que, aunque con vida en Llaranes, nació en Candás el 17 de noviembre de 1951, en una casa próxima a la plaza de La Baragaña.

En ese mismo escenario, y tras conseguir su medalla de oro en los Juegos del Mediterráneo, Dacal posaba hace casi medio siglo ante una cámara de televisión con el objetivo de desvelarles a los espectadores cómo había sido su historia. Una vida entregada al deporte, pero, sobre todo, a su familia, que comenzó, precisamente, en la villa marinera. Y así lo relataba: «Soy Enrique Rodríguez Cal. Hace 23 años que nací en esta casa de Candás y aquí estuve viviendo hasta los siete años». A esa edad, Dacal se mudó a Llaranes, donde empezó, a los 13 años, en el mundo boxeo. Y todo gracias a su hermano mayor, ya fallecido, «Dacal I», como él lo llamaba.

A pesar de su envidiable palmarés deportivo, Dacal nunca dejó de trabajar. Siguió los pasos de su padre en Ensidesa y antes de llegar a ser abanderado del equipo español ya estaba trabajando. Siempre con el objetivo de sacar adelante a su familia. «Tenía claro que había que buscar un empleo porque del boxeo no se podía vivir», explicaba. Aún así, nunca dejó el deporte. Es más, decía que era lo mejor que le ha podido pasar en la vida. «Me siento muy agradecido por ello y no sólo por los triunfos que he conseguido, sino también porque me siento sano», sentenciaba.

Pero si había algo, aparte del deporte, que le reconfortaba eran sus nietos. Cuando estaba con ellos dejaba de ser Dacal para convertirse en «Tito».  Dacal era un hombre admirado. «Yo creo que Candás, Avilés y Asturias, en general, me quieren. Y estoy orgulloso», concluía. Hoy su tierra llora su pérdida.