La Venia, una tradición atemporal que multiplica a sus fieles

Miles de personas siguen en La Ribera el rito del Domingo de Resurreción, que nació de la fe en favor de los pescadores

César Menéndez ondea la bandera sin que roce la arena.

César Menéndez ondea la bandera sin que roce la arena. / M. M.

Marián Martínez

Marián Martínez

Luanco

La costera de la xarda mejorará. O al menos eso es lo que tiene que ocurrir si se cumple la tradición. Porque César Menéndez cumplió con su parte en La Venia, y la enorme bandera roja ondeó rozando la arena en La Ribera, pero sin tocarla. Tres veces y a pesar del viento, que en algún momento jugó en contra. El ritual se cumplió, y a la Virgen se la pudo despojar del velo negro que la cubría al llegar al arenal, y pudo ver a su Hijo Resucitado... Y ambos se cruzaron frente al mar y luego desfilaron juntos hasta la iglesia de Santa María de Luanco. Y un año más, la fe y la mar se dieron la mano.

Eran las 11.30 horas y el muro de La Ribera ya empezaba a recibir a los madrugadores. Querían coger sitio "pa velo bien". No era para menos, porque la previsión apuntaba a que este año habría mucha más participación que el pasado para La Venia, "porque se vio toda la Semana Santa, que este año hubo más gente en el pueblo", razonaba una vecina con una conocida.

Solo media hora después, la playa de La Ribera y todo su entorno concentraba a miles de personas para seguir el tradicional rito de La Venia en un absoluto silencio, solo roto con fuertes aplausos cuando César Menéndez culminó su desafío: ondear la bandera a ras de suelo sin que tocase la arena. Según la tradición, ese éxito es signo de buena suerte para que los pescadores tengan una buena costera.

La Virgen llega al arenal cubierta con el velo negro antes de ver a Jesús.

La Virgen llega al arenal cubierta con el velo negro antes de ver a Jesús. / M. M.

Una vez más, como se lleva haciendo desde el siglo XVIII, Luanco celebró el Domingo de Resurrección con su tradicional ritual, uniendo la fe y la mar durante el encuentro de la Virgen y Jesús en el arenal, mientras miles de personas lo seguían atentamente en la misma playa, desde el muro, ventanas y balcones.

El primer paso en llegar a La Ribera fue el de Jesús Resucitado, que partió minutos antes de la iglesia de Santa María de Luanco. De manera casi simultánea lo hizo el de la Virgen, desde la capilla de La Concepción y oculta bajo un velo negro. Cada una se adentró en el arenal por un extremo, y César Menéndez, en el centro, con el gran pendón que tenía que hacer ondear.

Tras el tercer giro, los costaleros retiraron el manto a la Virgen para que viera a su hijo resucitado. La sirena de los barcos anunciaron que La Venia, el encuentro y acercamiento entre la Virgen y Jesús, ya se había producido.

Un momento de la procesión por las calles de Luanco, camino de la iglesia de Santa María.

Un momento de la procesión por las calles de Luanco, camino de la iglesia de Santa María. / M. M.

A continuación, con Jesús Resucitado en primer término y la Virgen detrás, desfiló la procesión por las calles de la localidad costera al compás de la banda de San Martín del Rey Aurelio, que un año más marcó el paso a los feligreses hasta la iglesia de Santa María, donde se celebró la misa.

Ahora solo falta esperar a que la cosecha sea buena. Porque el interés lo ha sido, y con creces.

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