Ricardo Alonso vuelve a San Sebastián

Las muertes de los campaneros que cimentaron Ensidesa cambiaron la vida de un trabajador pionero que llegó a Avilés desde Murcia en 1954

El empresario Ricardo Alonso García, en el puente de San Sebastián.

El empresario Ricardo Alonso García, en el puente de San Sebastián. / Saúl Fernández

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Al otro lado del puente de San Sebastián ahora está en el Niemeyer, "pero no siempre fue así". El que habla es el empresario Ricardo Alonso García (Los Dolores, Murcia, 1939), veterano de las auxiliares, pionero de Ensidesa, "toda la vida trabajando". "Cuando vinimos a Avilés, fuimos a San Sebastián", cuenta. Ahora San Sebastián sólo forma parte del nombre del puente. Y de un cartel. Al pie de Valliniello. Todo lo demás es memoria. Y la de Alonso García es tremenda.

La familia de Alonso García era metalúrgica. Lo había sido en el arsenal de Cartagena. "Mi padre era amigo de José María Entrecanales", cuenta Alonso García a LA NUEVA ESPAÑA. En 1954 la familia se vino a Avilés. Todavía no había Ensidesa –faltaban dos años para ponerla en funcionamiento–. Se establecieron en el pueblo de San Sebastián, precisamente. "Allí, a dos pasos, estaban las campanas", cuenta ahora el metalúrgico pionero. Los campaneros eran los trabajadores que tenían que desecar las marismas de la ría de Avilés para poder levantar, después, las instalaciones fabriles que iban a transformar para siempre la historia, el presente y el futuro de la ciudad.

Lo que les pasó a los campaneros cambió la vida de Alonso García. "Cada vez que moría uno de ellos, nos hinchábamos a llorar", cuenta. Desecar el barrizal del nacimiento del estuario avilesino mataba gente. "Eso marcó mi vida"; cuenta. Alonso, sin apenas estudios, pero ducho en máquinas, fue uno de los introductores en España de los "cajones indios", un tipo de cimentación abierta por arriba y sin fondo, con su borde inferior biselado o con forma de cuchilla que se iba hincando en el terreno por su propio peso o mediante lastre, a medida que se excavaba en su interior (así hicieron las Torres Gemelas). De este modo no se produce el vacío (su ruptura causaba terribles muertes de los trabajadores).

Pero para llegar a esto, todavía faltaba. "Sé escribir y leer un poco, no quise estudiar más", recuerda Alonso García. Así no podía estar en casa. "Mi padre, que era medio jefe en Entrecanales, llamó por teléfono a la empresa. Me iban a coger, pero entonces era demasiado pequeño. En vez de decir que era de 1939 dije que era de 1938". Como decía la madre, Ricardo Alonso resultó ser "un culo de mal asiento". Primero estuvo de pinche en los talleres de Entrecanales, luego en los muelles de San Agustín, más tarde, en el Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz, en el Musel... "Pero siempre pegado a las máquinas", cuenta. Las máquinas, las grúas, las excavadoras, cambiaron la vida de Alonso. "Yo, sin estudios, con el mono lleno de barro, tuve que explicar a los ingenieros cómo había que cimentar sin peligro", reconoce.

Lo de los "cajones indios" lo puso en el mercado junto a un ingeniero de la Politécnica de Valencia porque allí terminó marchándose de joven, cuando Ensidesa ya se había puesto en marcha y él había pasado por casi todas las primeras auxiliares del universo siderúrgico avilesino, ese mismo que está derribando Sepides al pie de donde entró en la vida, cruzando el puente se San Sebastián.

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