El cardenal Fernández Artime, feliz al pisar de nuevo su Luanco natal
El prelado oficiará hoy una misa cardenalicia en la iglesia de su niñez rodeado de la gente entre la que se siente "uno más"

Ángel Fernández Artime, vestido de sacerdote, levanta el caliz en el momento de la consagración del vino. / Ricardo Solís
Christian García
"Me siento muy unido a esta tierra. Por más que haya recorrido incontables países, me siento muy de aquí, de este pueblo, de la mar..." El flamante cardenal luanquín, Ángel Fernández Artime, ofició en la tarde de ayer una "misa de diario" en su Luanco natal a la que asistió un centenar de feligreses que se confesaron felices de participar en la liturgia dirigida por su antiguo vecino. "Agradezco esta presencia cariñosa por parte de todos vosotros", expresó al comienzo de la ceremonia el ex rector de los Salesianos, que procuró mantener un perfil bajo y humilde durante todo el acto hasta su finalización.
"Mañana será el único día que me veréis de rojo [en alusión al color cardenalicio]; no soy yo de estar todo el día con esas vestimentas", bromeó Fernández Artime, quien repasó algunas efemérides de su carrera sacerdotal en la jornada previa a la que este mediodía será su primera misa en Luanco como cardenal, y a la que como es costumbre cada vez que pisa suelo luanquín asistirán en masa los que fueron sus vecinos antes de ordenarse sacerdote.

Ángel Fernández Artime, durante la homilía. | Miki López / Christian García
Desde su bautismo hasta su comunión, o su primera misa oficiada; de todo eso habló el prelado. "Aquí despedí a mi padre y a mi madre, y aquí se casaron hace 64 años tal día como hoy", comentó el cardenal, que presume de "ser de pueblo", algo que considera "un don" y que percibe como "un placer" ya que en sus habituales retornos a Luanco disfruta del reencuentro con vecinos y amigos de la infancia.
"¿Qué es ser cardenal? Pues no lo sé, estoy aprendiendo", continuó Artime admitió que vive "un sueño" que nunca llegó a imaginarse. Según sus palabras, a un cardenal "se le pide que ayude al Papa mostrando lealtad y fe". Entre los mandatos que el Sumo Pontífice otorga a los cardenales, el Papa Francisco le asignó al luanquín la basílica de Santa María Auxiliadora en Roma, un templo "precioso además de ser casa salesiana", explicó Artime, agradecido por seguir vinculado a la congregación que dirigió desde 2014.

El cardenal Fernández Artime, feliz al pisar de nuevo Luanco / Christian García
La iglesia de Santa María de Luanco fue durante años titularidad del sacerdote Luis Marcos Valle, fallecido en 2014 y en su momento atinado profeta: "Este chaval va a llegar muy alto", había dicho Valle, según comentan vecinos de Luanco, en referencia a Fernández Artime. Lo que sería la premonición de una gran carrera religiosa hoy plasmada en el cardenalato. "Le queremos muchísimo, es un encanto de hombre. Siempre ha estado aquí para nosotros, cuando viene se interesa mucho por todo el pueblo", comenta Carmen González, conocida en Luanco como "Purita" y que conoce al cardenal "desde que era un crío".
Sobre Valle, su párroco de la infancia, Artime no escatima elogios. "Era un gran sacerdote. Me acogió cuando fui recién ordenado cura, era a quien venía a ayudar desde Avilés y a quien visitaba una vez estaba jubilado. Tuvimos una relación muy cercana", destacó el cardenal asturiano.

El cardenal Fernández Artime, feliz al pisar de nuevo Luanco / Christian García
La misa de ayer contó con un coro al que el cardenal quiso reconocer su labor. "Gracias. Teníais el deseo de hacer este regalo de vuestra animación y sin duda nos habéis ayudado a rezar con más alegría", expresó Artime, a lo que los asistentes respondieron con una ovación. El luanquín tampoco quiso perder la ocasión de ser agradecido con el párroco local, José Antonio Alonso. "Me ha facilitado todo, espero que tener un cardenal entre tus parroquianos no sea un problema. Te prometo que tendrás un cura para lo que necesites", confesó.
Hoy, el cardenal Ángel Fernández Artime volverá a reunirse con sus parroquianos. Será al mediodía, en una misa cardenalicia que coincide con la festividad de Todos los Santos. Los feligreses, sus vecinos de toda la vida, no ocultan su cariño hacia el religioso, al que, como apunta Purita, sueñan con ver convertido algún día en Papa.
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