Cancienes le pone arte a la economía circular
Juan Guerra, de 51 años, halla en la artesanía basada en el reciclaje de azulejos una salida laboral después de tres décadas como albañil

Juan Guerra en el patio de su casa en Cancienes, donde instala sus obras artesanales y tiene instalado su taller de trabajo. | Mara Villamuza / Christian García
Christian García
Encontrar trabajo pasados los 50 años es una labor que, para muchas personas, conlleva una gran dedicación y paciencia. Cuando, además de la edad se cuenta con una discapacidad del 55 por ciento, que impide llevar a cabo determinadas tareas, la complejidad es aún mayor. En esa situación se encuentra Juan Guerra, vecino de Cancienes de 51 años. Después de más de tres décadas dedicado a la albañilería, una lesión en la cadera le obligó a pasar por quirófano para que le insertaran una prótesis. Ahora su objetivo es reconvertirse en ceramista, pero no de cualquier manera, sino que su idea de negocio consiste en aplicar la llamada "regla de las tres erres": reciclar, reutilizar y reducir.

Las escaleras del patio decoradas con piezas de azulejos. / Mara Villamuza
"Todo comenzó en pandemia. Acababa de quedarme de baja. Tenía mucho azulejo en casa, muchas paredes y dos niñas a las que entretener", comenta Guerra en referencia a la decoración, a base de mosaicos mediante azulejos reciclados que han renovado por complejo el aspecto del patio de su vivienda, que recibe el nombre de "Torroto". "Se nos ocurrió hacer mosaicos, cosas muy sencillinas. Fuimos colocando las piezas entre los tres y quedó bonito. El tiempo se me pasa volando. Se me disparó la cabeza y comencé a cubrir las paredes", asegura el antiguo albañil. En el espacio, ahora decorado casi en su totalidad, destaca un mural de unos siete metros de largo y casi dos de alto, sobre el que Guerra y sus hijas comenzaron a trabajar. A la entrada, la rampa que da acceso a su taller culmina con unas escaleras adornadas con azulejos y que, en diferentes dimensiones, recrean desde un puerto pesquero asturiano hasta las altas montañas, donde circula un azulado río que recorre los escalones.

Juan Guerra, en la mesa de trabajo de su taller. / Mara Villamuza
Pese a su dilatada carrera como albañil, el arte siempre ha estado presente en la vida de Guerra. Y es que en 1992 estudió en la escuela de cerámica de Avilés. "Siempre me gustaron las manualidades, pero había que comer. Mi tío era albañil y me metí a peón. Si hubiese sido fontanero quizás no estaría aquí", asegura. Su profesión, que le permitió seguir ligado a los azulejos, es ahora una fuente clave para obtener los materiales, ya que la mayoría de piezas son recicladas de obras que amigos o empresas de la comarca llevan a cabo. "Cuando se hacen obras, siempre quedan por ahí cajas de azulejos. Muestrarios, cajas sueltas o rotas... Yo aprovecho para recogerlas y darles una segunda vida", señala.
En la entrada su taller cuenta con un mosaico de un delfín saltando sobre las olas y con una columna que decoró recientemente. Esta pieza destaca por el aparente estado descuidado de las piezas de los azulejos, que no cuentan con los bordes lijados. "En una obra para un cliente no la dejaría así, pero dado que es para mí, me gusta dejarla con este aspecto", explica Guerra.
Su taller, que corona el patio trasero de la vivienda, representa fielmente el orden caótico de los artistas y artesanos. Pese a ello, mantiene todas las herramientas controladas. A un lado, las máquinas cortadoras de azulejos. Al otro, las tenazas o alicates para realizar cortes más aleatorios, los cuales emplea en los mosaicos de su patio, que se inspiran en las obras de Gaudí y su reconocida técnica del "trencadís". Además, el espíritu del reciclaje y de la reutilización de materiales no se ciñe sólo al producto clave, los azulejos, sino que también atañe incluso a cartones de leche que emplea como almacenaje para las pequeñas piezas que extrae. "De un azulejo de 15 centímetros de lado salen 225 piezas", comenta el artesano. En la pared, un muestrario de cortes que aprendió durante un curso, los cuáles le sirven de guía para un mosaico romano que ya tiene iniciado, pero que alterna con otras obras.
En su taller, Guerra asegura que puede pasar horas y horas elaborando sus trabajos, desmenuzando los azulejos o ideando nuevos proyectos. "Aquí estoy en mi casa. Sentado, tengo la tele, bajo y me hago un café... Para Reyes me pediré una cafetera para tener en el taller. El domingo pasado se hizo de noche y aquí seguía. Para mí es un vicio", comenta mientras muestra una de sus piezas finalizadas, la de la reciente campeona de escanciado de sidra Alejandra Venegas.
De cara al futuro, Guerra tiene planeado iniciar el proyecto laboral el próximo mes de enero, momento en el que cuenta con empezar a recibir encargos y a acudir a mercados artesanales. Además, también quiere sacar adelante su faceta como docente artístico, y es que, según explicó, tiene la ilusión de impartir talleres de cerámica en su taller, con tres o cuatro alumnos por grupo. Del mismo modo, planea colaborar con centros educativos para realizar talleres con los alumnos, de forma que se combine el aprendizaje artístico y la conciencia por el reciclaje. Por el momento, continúa con su formación y con la difusión de su labor. Además, tampoco dejará de lado la faceta más personal, ya que tiene proyectos en mente para seguir decorando su patio. A largo plazo, un objetivo claro: el Guernica, de Pablo Picasso, junto a su taller.
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