Las fiestas del patrono avilesino se despiden por todo lo alto: un cardenal en la misa y un gentío en las calles

El purpurado asturiano Ángel Fernández Artime pide al patrón popular de los avilesinos que "la humildad y la sencillez sean algo que se busquen y se cultiven en la villa"

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Avilés

Entre otras cosas, el cardenal Ángel Fernández Artime –que es de Luanco, del año 1960–, pidió ayer a San Agustín, al patrón popular de Avilés, que los avilesinos "sean capaces de de vivir desde el amor" y lo hizo así al hilo de una de una de las cartas de San Pablo: la primera a los corintios, la del amor "todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no tiene fin".

Todo esto se escuchó ayer a mediodía en una iglesia de San Nicolás repleta de fieles locales y no tan locales (se les notaba el uniforme de turista). Y es que ayer fue la misa y ofrenda al obispo de Hipona, el acto principal del programa festivo del día mayor de la, antiguamente, Semana Grande. Vale, quitando el espectáculo de "Tekila", la orquesta más avilesina del año festivo avilesino.

Pero el cardenal no sólo reclamó amor ayer en el altar mayor de la iglesia de la villa.También pidió que "la humildad y la sencillez sean algo que se busquen y se cultiven en la villa". Fernández Artime es el actual cardenal asturiano –el último fue Francisco Álvarez, que fue Primado de España, había nacido en Ferroñes, en Llanera, y falleció hace un par de años–. Antes que él hubo siete. Desde el siglo XVII.

La presencia del cardenal Artime en la iglesia de San Nicolás la calificó su párroco –Alfonso López– como "histórica". Y es normal: un cardenal está un escalón por debajo del Papa, pero esto a Fernández Artime no le pareció pesar: fue durante años el rector mayor de los salesianos (son como 15.000 y están repartidos por 132 países: en la ONU no llegan a doscientos).

Los fieles se habían ido acercando al templo desde una hora antes de la hora señalada para el oficio principal de las fiestas (en esta ocasión con un cáliz de la iglesia de la Inmaculada de Qaraqosh, en Irak, que el Estado Islámico le pegó un tiro, un tesoro que trajo a Avilés la asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada).

Se notaba el ambiente en las terrazas: el sol, más que la programación, sacó a la calle las ganas de celebración en Avilés. Y la misa con un príncipe de la Iglesia podía ser un incentivo bueno para el foráneo: para el avilesino, el incentivo estuvo en el santo que la cofradía El Bollo saca en procesión apoyado por la hermandad de los "sanjuaninos" desde hace cuarenta años. Llueva o haga sol.

La procesión de San Agustín ayer a mediodía.

La procesión de San Agustín ayer a mediodía. / Luisma Murias

El cardenal siguió pidiendo al santo de Hipona –recordó aquel "tarde te encontré" que dejó dicho el autor de "La ciudad de Dios"– que consiga "del Señor el don de buscar la verdad".

La misa del cardenal, el oficio "histórico", contó con la música del órgano de San Nicolás de Bari que, en manos de José María Martínez, el titular de Sabugo, sonó a Pedro Braña. Braña fue un compositor de Candás que ganó su respeto en Sevilla: fue el director de su banda durante tres décadas. Martínez sacó la melodía del órgano y Elena Baigorri y el coro de Amigos de Sabugo lo que sacaron fue las voces que el cardenal ponderó en el momento en que le tocó tomar la palabra: combinó en la homilía la ofrenda al santo. Dijo que eligió esta forma de dirigirse a la asamblea para no dar la espalda al personal de las naves laterales del templo.

El oficio se alargó durante algo más de una hora y por eso dio tiempo a que los feligreses pudieran aplaudir a un asturiano que, siendo hijo de una familia de pescadores, pudo llegar al escalón tan alto de la jerarquía. Y los aplausos también cobraron forma de saludos e intercambio de palabras cuando, con la devolución del santo a su lugar, la seriedad de la ofrenda se tornó en cercanía. Pinchos de tortilla, de empanada mediante. Y un cortador de jamón. Que no todos los días hay un cardenal tan a mano.

Los "sanjuaninos" portaron al santo por La Fruta, por San Bernardo y La Cámara. Y fue singular que en este recorrido la imagen del padre de la iglesia se abriera paso por entre los puestos de bisutería y fruta deshidratada que mantuvieron el aquel de que la fiesta del pueblo se mantenía a lo grande en su día más grande.

El mercado medieval recogió bien entrada la noche, cuando empezaron los de "Tekila" a ser, de nuevo, los de "Tekila". Porque, en una noche sin fuegos –la del martes fue tan contestada como corta– el personal seguía manteniendo las ganas de disfrutar de la celebración.

En el templo, por la mañana, hubo plegarias singulares: se pidió porque los parados encuentren un trabajo que les permita una vida acorde, se pidió también por el cardenal –allí presente–. Y también porque las relaciones entre este Avilés, devoto de San Agustín, y el San Agustín de la Florida sigan manteniendo las relaciones que iniciaron "hace cien años" y que a comienzos de este agosto se celebró en Avilés y sigue la celebración en Estados Unidos en unos días.

Los que pasaron de las plegarias del templo de la villa pudieron pasarse por la pista de La Exposición para disfrutar de un recital a cargo de los "Leather boys". En el Carbayedo, las terrazas estaban de bote en bote. Sonó hasta un DJ. Y los restaurantes no tenían sitio que ofrecer a la gente que decidió celebrar San Agustín aún a costa del programa corto que llegó promovido por el departamento de Festejos. "Ahora empiezan las de Versalles, que seguro que estarán mejor", se escuchó en las calles. "A ver quién aparca allí, porque esa es otra", replicaron.

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