Primer estreno del año en el teatro Palacio Valdés

La suficiente ilusión para vivir: lo que piensa Pedro de Silva de la última producción del TEG

La compañía "Teatro Estudio de Gijón" estrena este jueves (20.00 horas) "Desde la lona" en el teatro Palacio Valdés, un espectáculo que escribió el dramaturgo argentino Mauricio Kartun

Imagen promocional de "Desde la lona"

Imagen promocional de "Desde la lona"

Pedro de Silva

Pedro de Silva

"Desde la lona", del reconocido dramaturgo argentino Mauricio Kartun, es una pieza del mejor teatro contemporáneo, cuyo clasicismo reside no tanto en algunos patrones formales –incluido el respeto a la regla de las tres unidades aristotélicas- como en el abordamiento en la trama, de aparente sencillez y ajustada duración, de todo un repertorio de cuestiones esenciales de la vida.

Aunque esto ya garantiza una plena vigencia, su actualidad se refuerza con la presencia escénica del final de un mundo y la inconfortabilidad del que viene, los últimos jadeos del motor de explosión, el perecimiento de la civilización de los libros o la asignación de la capacidad para sobrevivir a la fuerza vital de la mujer y la adaptabilidad del "distinto", haciendo de esa condición un reservorio de esperanza.

Es, a su escala celular, teatro total, es decir, de los de texto sólido, fuerte exigencia actoral, historia consistente –varias historias que se cruzan, con una dominante, en el caso– y mensaje moral, pero todo ello, igual que el contenido argumental, a ras del suelo, bajo estructura minimalista, en la pura carencia de todo lo prescindible.

Hay cuatro actores humanos y cinco personajes, siendo el quinto un camioncito en fase terminal que se expresa a su modo. Los personajes son un ambulante que ofrece ínfimos espectáculos de lucha, un aspirante a ello de mente desvencijada, un viejo bibliotecario a punto de irse por el desagüe tras sus libros y una vendedora de lo que sea que ni se plantea rendirse, todos ellos moviéndose en un escenario y una trama estrictos, pero que sobran y bastan para alojar una historia que en el fondo es muy grande. Aunque cada uno bien puede representar una actitud diferente ante el mundo en un episodio crítico de éste, la historia se desarrolla, como queda dicho, tan a ras de suelo, con tal ausencia del menor rastro de grandilocuencia, tan empastada en las anécdotas reales de unos personajes mínimos, que toda posible pretenciosidad queda conjurada de antemano.

En esta tragicomedia, con formas picarescas, pero sin pícaros, atmósfera de esperpento y un inevitable tono cortazariano, hay humor, hay amor, hay un temblor poético de fondo y, aunque no se pueda decir que haya precisamente esperanza, hay la suficiente ilusión para vivir, a condición, siempre, de hacerlo con dignidad. Cabría decir incluso que ésta, la dignidad, se eleva en cierto modo por sí misma a razón para vivir, proponiendo así una ética inesperada.

Se trata de una obra cuyo desarrollo inmediato resulta en todo momento impredecible, lo cual es también de agradecer. Plasmar todo eso en escena, hacerlo entendible sin concesión didáctica alguna y, sobre todo, evitando la tentación de cualquier énfasis que arruine los sutiles equilibrios dramáticos del texto, no es nada fácil.

Tampoco lo es que a través del trabajo de actor cada uno de los cuatro personajes cobre los perfiles de su carácter, su función simbólica y su registro humano, sin pasarse en el trazo. Menos fácil aún resulta contener la intención moral para que cale con suavidad, en tiempo real o en una serena digestión, evitando que se convierta en moraleja.

Pero la puesta en escena del grupo TEG, bella en su sencillez plástica y en una capacidad de acogimiento ayudada por una economía de la luz en que solo reluce el oro verdadero, y sobre todo el soberbio desempeño de los actores (un ejemplo de saber hacer y nunca sobreactuar, en una obra que se prestaría a esto como pocas) lo logran claramente, haciendo que al final resplandezca con todo su poderío el recado de la obra: suponer –más que aseverar- un sentido solidario inmanente a las vidas humanas en su exenta condición y no pervertidas por las leyes del poder en cualquiera de su formas.

Mauricio Kartun reivindica sus ancestros asturianos

"Asturiano: loco, vano y mal cristiano. Así, riendo con ojitos chinos, repetía mi vieja, que era oriunda de aquellas tierras. Y lo raro fue siempre el misterioso orgullo de la risita esa". Estas palabras son del argentino Mauricio Kartun, el autor de "Desde la lona", el primer espectáculo del año en el teatro Palacio Valdés, en Avilés (este jueves, día 9, a las 20.00 horas).

Y luego sigue: "La compañía ya ha montado allí otros dos textos míos, vi los registros y me gusta muchísimo su trabajo".

Y termina con cariño: "Que en este raro uróboro de la identidad el descendiente ascienda, haga el rulo y arme el ocho, es uno de los firuletes más lindos que me puede dar la profesión. Fantaseo con que el espíritu de mi abuelo Pepón Huerres se dé una vuelta por los palcos. Y ojalá le guste. Que con lo mal llevado que ha sido ese hombre en vida, dios me libre, no vaya a ser que la agarre con todos a sillazos".

Y es que cariño le sobra a los componentes de la compañía que mañana se vuelven a presentar en Avilés y lo hacen, esta vez, para abrir el año teatral y prolongar la lista de los estrenos nacionales del odeón local, el "estrenódromo nacional".

Las entradas, a un precio único de 10 euros, se encuentran a la venta desde los canales de siempre, las web www.teatropalaciovaldes.es y www.unientradas.com, así como la taquilla de la Casa de Cultura.

La dramaturgia y la dirección de "Desde la lona" corren a cargo de Miguel G. Expósito, al frente de un elenco compuesto por Manuel Pizarro, Martina Bueno, Filiberto Blanco y Mariano Alfonso. n

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