Una exitosa carrera profesional

De codearse con Sinatra y Madonna a pasear por las calles de Avilés: el asturiano que conquistó Las Vegas, la meca del juego

Tras toda una vida laboral en los mejores casinos de Estados Unidos, Joe Ripoll vive hoy a caballo entre Asturias y Nevada: "He recuperado placeres como pasear por Galiana"

Joe Ripoll en el hotel Palacio de Avilés.

Joe Ripoll en el hotel Palacio de Avilés. / Mara Villamuza

Francisco L. Jiménez

Francisco L. Jiménez

Joe Ripoll, nacido en California (Estados Unidos) pero criado a caballo de Piedras Blancas y Avilés, pasó en el plazo de pocas semanas de bailar en la muy recordada discoteca "La Real" de Avilés al son del hit "Material Girl" de Madonna a andar presto en un restaurante de Las Vegas para desplegar un biombo y dejar a resguardo la fogosa intimidad de la diva del pop y su por entonces pareja sentimental, el galán de Hollywood Warren Beatty.

Era el verano de 1988 y la vida de Joe Ripoll aceleró frenéticamente. Fue el año en el que este adolescente, estudiante del colegio San Fernando, hizo la maleta y se fue a Las Vegas (Nevada, Estados Unidos) a estudiar el equivalente español al COU con miras a cursar la carrera de Administración de Hoteles. "Era deseo de mi padre que sus hijos estudiásemos en Estados Unidos y nos labrásemos allí un porvenir, y yo compartía ese sueño", explica Ripoll.

El explosivo encuentro con Madonna y Beatty se produjo, recuerda el avilesino, al segundo día de estar trabajando en el restaurante Gigi’s del hotel MGM, uno de los más sofisticados de Las Vegas. "La cantante y el actor parecían querer algo más que comer... O sea que les proporcionamos intimidad abriendo un biombo desplegable", narra el testigo de la anécdota. Las crónicas de la época, efectivamente, describen la relación amorosa de la cantante y el actor como "ardiente" cuando no casi tendente a volverse pornográfica en espacios públicos.

A los pocos días del affaire Madonna-Beatty, una voz llamó a Joe Ripoll por su nombre, escrito en la chapa identificativa que lucía en el chaleco del uniforme: "Era Frank Sinatra, que había detectado mi acento español y me contó que había estado cantando en Madrid [Sinatra actuó el 25 de septiembre de 1986 en el estadio Santiago Bernabéu]. Fue muy agradable y conversamos de cosas españolas. Al despedirse me obsequió, a modo de propina, con una ficha del casino del hotel de 500 dólares".

Esos dos encuentros fortuitos con semejantes celebridades –los primeros de decenas que se produjeron en los años posteriores– ratificaron a Joe Ripoll en su convencimiento de que quería hacer carrera profesional en Las Vegas. Lo logró, y a un nivel que de joven no podía ni haber imaginado. Ahora, jubilado hace dos años, vive a las afueras de la ciudad considerada capital mundial del juego, lejos del bullicio del Strip, y pasa temporadas en Avilés buscando el sosiego que no tuvo en los último 36 años de vorágine laboral y reencontrándose con amigos, rincones y sensaciones avilesinas que le devuelven felizmente a la infancia y la adolescencia.

Así son los días avilesinos en la nueva vida de Joe Ripoll: "Disfruto mucho de paseos por lugares que me traen gratos recuerdos como la calle Galiana, tengo encuentros entrañables con viejos amigos de la etapa escolar, disfruto de las terrazas del Parche...". Asegura que está feliz de no escuchar a todas horas el tintineo y los "jingles" (cebos musicales) de las máquinas tragaperras, pero aun así confiesa que hace unos días entró en un salón de juegos avilesino a echar unos euros a las máquinas: "Salí muy decepcionado, apenas dan premios". Claro que esto lo dice quien ha trabajado en casinos donde el bote de las "slots" (tragaperras) conectadas en red "superaba ocasionalmente los 20 millones de dólares, ha llegado a 27, nunca bajaba de 15 y todos los años tocaba dos o tres veces".

José Antonio García, el padre de este avilesino en fase de "descompresión" laboral, emigró de Cuba a Estados Unidos e hizo carrera profesional en la industria del ocio y el juego en California; tenía origen familiar asturiano, por lo que en un viaje a la "tierrina" para asistir a una boda conoció a la maliaya Violeta García, se enamoró y se casaron. El matrimonio, que tuvo tres hijos (Joe, Alexander y Elliot), vino a vivir a Piedras Blancas al cabo de un tiempo y José Antonio García –aquí apodado "El Cubano"– aplicó lo aprendido en el sector californiano del entretanimiento para regentar con mucho éxito populares negocios en Castrillón, como la sala de fiestas "Cubanacán" y la discoteca "Studio 21".

En cuanto a Joe Ripoll, su fulgurante carrera profesional en los hoteles y casino de Las Vegas le llevó, con intervalos aproximados de cinco años, a ocupar cargos de staff en los hoteles Caesars Palace (director de Operaciones Internacionales), Flamingo (director de Restauración y de Entretenimiento), Río (vicepresidente regional) y Wynn (vicepresidente de Marketing). En su dilatada etapa profesional en Las Vegas, Ripoll logró hitos como haber sido jefe de equipos hoteleros antes incluso de haber acabado los estudios académicos, haber sido el más joven mâitre de un restaurante de Las Vegas (lo logró a los 21 años) y haber trabajado en todas las facetas de la industria hotelera de Nevada: alojamiento, restauración, espectáculo, entretenimiento y juego.

Con opinión fundada por haber sido parte de la mayor maquinaria mundial de la industria del juego, Ripoll asegura que "Las Vegas está cambiando para adaptarse a los nuevos públicos y para disociar su imagen de la del juego como algo pernicioso". Esto se sustancia, explica, en medidas como el riguroso cumplimiento de las leyes que prohíben el juego a menores de 21 años, en la existencia de unidades e intervención que detectan a los ludópatas y los expulsan de los casinos –"no son un cliente deseable"– y en el cambio sustancial de parámetros en cuanto a la oferta lúdica de Las Vegas: "Si antes la proporción juego-ocio era de 90-10, ahora podría decirse que es un 50-50. Ya no todo gira en Las Vegas en torno al juego, ahora aquella ciudad es una Disneyworld para adultos".

Como experto en la industria del juego, Joe Ripoll da un consejo sobre cómo debe afrontarse el mismo desde la óptica del jugador para evitar "disgustos": "La clave está en presupuestar. Lo mismo que cuando vamos de vacaciones fijamos un presupuesto de gasto para alojamiento, comida, ocio o extras, el juego puede ser parte de una experiencia festiva o vacacional, pero lo sensato es presupuestar de antemano el dinero que vayamos a gastar en función de nuestras posibilidades. Si hay suerte y ganamos, genial; y si no, pues limitaremos el daño".

El tiempo de Ripoll en la Primera División mundial de la industria del juego ha tocado a su fin, lo cual, según admite, también era un objetivo que se había marcado hace unos años, "porque la carga de estrés es muy alta y destructiva; en realidad lo mío no era un trabajo, era un estilo de vida tremendamente absorbente y exigente". En definitiva: objetivos logrados. "Game Over".

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