Eduardo Arroyo, el renacentista del siglo XX cuya vida se muestra ahora en el Niemeyer
La Cúpula se llena hasta mayo con "Los cuatro dictadores", diez retratos de la líder comunista asturiana Tina Pérez y una colección de autorretratos

Aspecto de la sala central de la cúpula del Niemeyer, que acoge la muestra «Eduardo Arroyo. Una biografía pintada». | LUISMA MURIAS

A Eduardo Arroyo (1937-2018) no le dejaron ser español durante unos años: entre 1963 y 1976. Había pintado un políptico que tituló "Los cuatro dictadores" y lo presentó en la tercera Bienal de París –por ahí andaba desde finales de los cincuenta–. No gustó nada al régimen franquista, que, de hecho, intentó que fuera retirado. "Pero André Malraux, quien en ese momento era el ministro de Cultura de Francia, dice que no, que no lo quita. Entonces es cuando le quitan el pasaporte". La que habla es Marisa Oropesa, la comisaria de "Eduardo Arroyo. Una biografía pintada", una muestra que se abre esta tarde en la Cúpula del Niemeyer y que está llamada a convertirse en uno de los principales atractivos culturales de Avilés esta primavera (hasta el próximo 4 de mayo).
"Los cuatro dictadores" es el lugar donde empieza el recorrido por la vida y la obra del pintor, escultor, periodista... "Este conjunto sale poco del Reina Sofía para asegurar su conservación", cuenta Oropesa, que recorrió la exposición con LA NUEVA ESPAÑA para explicar lo que esconde la obra de Arroyo. "Era casi un renacentista dentro del siglo XX y eso que fue expulsado varias veces de los colegios adonde le llevaban. La madre de Arroyo decidió hablar con el director y este le dijo: ‘Mire, es muy vago, pero tiene una inteligencia fuera de lo normal: usted no se preocupe porque es una persona que va a salir siempre adelante’", continúa su relato la comisaria de la exposición. "Nos conocimos en los ochenta: llegamos a viajar juntos –su familia y la mía–: le adoro", confirma Oropesa.
Así que sí: con poco más de 25 años le quitan el pasaporte, le convierten en exiliado... "y su pintura se llena de huellas políticas", apunta la comisaria mientras recorre las salas de la exposición de esta primavera. "Aquí está Hitler, que vemos por la esvástica. Aquí está Salazar, que en ese momento seguía vivo, por supuesto. Tenemos a Mussolini y a Franco, que lo tenemos ahí, como representándole como un lobo", refuerza Oropesa.

Marisa Oropesa explica la recreación de Arroyo de Oscar Wilde.
Las cuatro piezas que componen el políptico, en palabras de Oropesa, "son amasijos para demostrar que estos cuatro personajes eran totalmente terribles". Vísceras, sangre que se vierte. "Es como él quiere representar a estos cuatro personajes detestables, asesinos: detrás de todos ellos hay muchísimas muertes".
El recorrido por la biografía pintada de Eduardo Arroyo pasa por intervenciones en cuadros previos –aquello que pondrían de moda Basquiat o Andy Warhol años después–: "Aquí se compró un cuadro en esos mercados que hay al lado del Sena, y entonces se pinta él con la bandera francesa: se siente totalmente afrancesado", explica.
La propia vida pesa sobre la pintura que Arroyo crea. Y sobre su vida, la política. La pintura del artista de esta primavera en el Niemeyer, en consecuencia, es una metáfora de la política a flor de piel: las bases americanas sobre una mesa de billar, "pero también él mismo como un Robinson Crusoe". Uno de los cuadros de "Una biografía pintada" es un autorretrato de Arroyo montando el bastidor de un cuadro como el personaje de Daniel Defoe, con un fondo azul, y, a un lado, otro Robison que recuerda al original que está en el museo Cantonal de Lausana, en Suiza. "Es un cuadro interesantísimo, es su autorretrato de cómo se siente: no puede volver a España, le han quitado el pasaporte, está un poco en tierra de nadie", insiste la comisaria de la exposición.
La política a todo color cobra forma en varias intervenciones: hay una muestra de la simpatía con los obreros mineros en Francia y, por supuesto, en Asturias. "Cuando conoció la historia de Tina Pérez, que murió tras la ‘huelgona’ de Asturias, su imagen rapada se convirtió en icono", cuenta Oropesa. De hecho, en la exposición hay una sala especial para la heroína asturiana. "Una mujer que llora, pero que siente el dolor de los golpes, pero que no se quiebra", aclara la comisaria.
La huella dolorosa –la represión política– la combina con toques de humor. Enseña Oropesa, por ejemplo, una combinación de bigotes franquistas: "Yo no sé si quiere cortarles los bigotes o quiere cortarles las cabezas". Y están los bigotes de Dalí, "el que le hizo el retrato a la nieta de Franco", apostilla.
La pintura que resume la vida de Arroyo se muestra toda de manera conjunta en el Niemeyer de la manera más completa; anduvo por Granada, por León...: un país entero para un pintor al que dejaron sin país . Y lo desbordó.
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